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SEMBLANZA

Bernat Pomar i Pomar, violinista, pedagogo y compositor

El pasado 15 de diciembre se cumplieron diez años de la muerte de Bernat Pomar, violinista y pedagogo mallorquín, que ha dejado huella en la isla

Bernat Pomar.

Para mí todo empezó un mes de junio de 1995. Había vuelto a Mallorca, después de tres años en Menorca, dónde estuvimos viviendo por razones del trabajo de mi padre. A nuestro regreso a Palma, mi madre pensó que sería bueno para mí el que aprendiera a tocar algún instrumento. El sentido común y el destino la llevó al Conservatorio, dónde Domingo, secretario académico durante muchos años, le dijo que los estudios de Conservatorio se empezaban a los 8 años, así que era pronto. Sin embargo, le explicó que había un violinista que se llamaba Bernat Pomar, que enseñaba violín a los niños desde los tres años, con un método propio y sin necesidad de tener conocimientos de Lenguaje Musical. Mi madre se entrevistó con Bernat Pomar, que le explicó su método, basado en una combinación entre sesiones de instrumento individual y clase colectiva de violines, con una periodicidad semanal. Le recomendó que antes de inscribirme asistiera a una clase de grupo la semana siguiente. Cosa que mi madre hizo. Entusiasmada quiso formalizar mi inscripción, ante lo que Bernat le dijo que mejor que esperara, que se lo pensara bien y que antes de tomar la decisión asistiera a una clase individual para que viera el método de enseñanza. Al regresar a casa, mi padre le preguntó ¿ya has apuntado al niño? Y mi madre le explicó lo que le había dicho Bernat. Mi padre, acostumbrado a que lo habitual es que cuando quieres inscribirte en cualquier actividad simplemente, en cuanto entres por la puerta, te pregunten el nombre y abones la matrícula, dijo “este hombre no quiere admitir al niño”. Pero mi padre se equivocaba, Bernat sí quería admitirme como alumno, pero para él lo realmente importante era el compromiso de la familia con el inicio del aprendizaje del instrumento, el aspecto monetario siempre estaba en un segundo plano.

Bernat Pomar y Francisco G. Fullana en Nueva York. ARCHIVO F.G.F. Francisco García Fullana

Así, aquel verano de 1995 pisé por primera vez el primer piso de la Calle Provenza número 3 y conocí a la persona, que sin saberlo ni imaginarlo, iba a cambiar mi vida para siempre. Siempre recuerdo a Bernat por su sonrisa, una persona alegre, positiva, empática, capaz de poner en marcha lo mejor de nosotros mismos. Pero Bernat no estaba solo, Bernat había conseguido formar un reducido grupo de jóvenes profesores, formado por chicos y chicas, entre los que estaba Teresa Ripoll, a la que Bernat le encargó que continuara el trabajo que él había iniciado conmigo. Bernat y Teresa, para mí, fueron la combinación ideal en mi iniciación en el mundo del violín.

Dos grandes músicos

Bernat fue la primera persona que puso un violín en mis manos, me enseñó a sujetarlo sin que se cayera al suelo, me enseñó a hacerlo sonar, a que fuera capaz de convertir los dibujos del método El meu violí en música. Desde el principio me transmitió la ilusión por la música y con el paso del tiempo la pasión por el instrumento. Así, lo que comenzó como un juego, se convirtió en mi afición y terminó siendo mi profesión.

Y esto que ha sido muy importante para mí, lo fue también para cientos de niños y niñas mallorquines, de varias generaciones, que tuvieron el privilegio de que Bernat les mostrara el universo de la música. Aquellos niños hoy son adultos, que ejercen diferentes profesiones en diferentes partes del mundo, muchos de ellos grandes melómanos y otros muchos músicos profesionales, solistas, miembros de orquestas, profesores de conservatorios, compositores, directores de orquesta. Estoy convencido de que el trabajo abnegado, sencillo, silencioso, que realizó Bernat durante más de veinticinco años introduciendo en el mundo del violín a todas estas personas contribuyó a un aumento de los estudiantes de cuerda en nuestro Conservatorio, lo que facilitó la implantación del Grado Superior de Música en Baleares en 1999.

Bernat ha sido un hombre polifacético, profesor de violín, pedagogo, compositor, pintor, escultor, luthier y seguramente muchas cosas más. Pero para mí, además de todo lo anterior, Bernat, empezó siendo mi profesor de violín y, a pesar de nuestra diferencia de edad, se convirtió en mi amigo. La relación de Bernat conmigo y con mi familia empezó cuando yo no había cumplido aún los cinco años y continuó hasta que un 15 de diciembre de ahora hace diez años, se marchó. Siempre nos quedará su recuerdo y su huella en cientos de mallorquines, que cuando éramos niños aprendimos a disfrutar de la música clásica con Bernat. Nos queda su método El meu violí, las obras que compuso, algunas de ellas recogidas en el CD Suite de Danses de Mallorca que grabó l’Orquestra de Cambra del Liceu de Barcelona. Nos quedan sus cuadros y sus esculturas.

Bernat Pomar se consideraba a sí mismo heredero de violinistas y profesores mallorquines que le precedieron, inspiraron y formaron. Entre todos ellos siempre valoraba, de forma muy especial, el ejemplo y el trabajo del que fue su profesor, Don Ignaci Pinya Tarongí.

Hoy, diez años después de su adiós, todos los que escuchamos por primera vez el sonido de su violín y disfrutamos de sus enseñanzas, de su buen humor y mejor talante, sabemos que su obra más importante está dentro de cada uno de nosotros, seamos melómanos, violinistas, compositores, directores de orquesta, médicos, abogados, profesores o profesionales de cualquier otra rama.

Bernat, muchas gracias por todo lo que hiciste por nosotros y muchas gracias por dejarnos tu método y tus partituras, tu música, para deleite nuestro y de las próximas generaciones de melómanos y músicos mallorquines.

Bernat, muchas gracias por todo! ¡Te añoramos!

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