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Qué es cultura

El arte de no hacer nada

Vivir de una manera significativa no requiere otra cosa más que tiempo

No hay nada más subversivo que la contemplación. En el arte de no hacer nada hay un ejercicio de resistencia al sistema de producción que nos empuja hasta nuestros límites y hasta las fronteras de los significados del éxito. Porque,¿qué significa en este siglo “tener éxito”? ¿Significa reproducir hasta el desgaste los modelos adquiridos de familia, trabajo o riqueza con mejores o peores resultados? ¿Significa acumular ventajas, acumular valor sociocultural o reconocimiento en aquellas labores en las que, incansablemente, nos desempeñamos? ¿Significa llevar al límite el valor de la eficiencia o la rapidez? ¿Exprimir al extremo la tasación de nuestro tiempo?

La “nada” entra aquí con empeño e insistencia para demostrar que se puede establecer otra relación con nuestro entorno desde una posición que no entrañe necesariamente ocupar el espacio de una producción forzosa. Pero, ¿qué significa no hacer nada? Más allá de la paradoja que podría ofrecer la doble negación, ¿qué se puede hacer desde la nada? ¿Se puede, de hecho, hacer algo desde la nada?

En su libro How to do nothing. Resisting the attention economy, la autora estadounidense Jenny Odell nos lanza una respuesta: “‘Nada’ no es ni un lujo ni una pérdida de tiempo, sino más bien una parte necesaria de pensar o hablar de una forma significativa”. “Meaningful”, la palabra que Odell usa, otorga a la labor del pensar y de producir discurso un valor especial y ambiguo. Aunque también se puede traducir por “útil”, su significado está más en consonancia con un impacto que, además de importante, es sutil. Y en esa sutileza casi pasa desapercibido el elemento que hace del pensar y del hablar un acto significativo: el tiempo.

Vivir de una manera significativa no requiere otra cosa más que tiempo. Necesitamos tiempo para comer, para dormir, para leer, para establecer relaciones con nuestros pares, para desarrollar proyectos, para terminar la partida, para escuchar, para completar un recorrido, para llegar a destino… Podría decirse que, mientras hacemos todas estas cosas, estamos haciendo nada, construyendo nada, deshaciendo nuestros días en nada; pero una nada significativa. La fuerza de vivir significativamente reside en el momento de tránsito más que en una acción completa como sinónimo de éxito: Vivir de un modo significativo es en sí mismo una forma de espera.

Perderse en este laberinto de eternas esperas es un compromiso y también una tarea que realizamos diaria e inadvertidamente, porque de algún modo hemos perdido el contacto con la naturaleza intermedia de nuestros actos. Pero recorrer, buscar, sentarse, caminar, oír, cavilar, concentrarse, observar o regresar son formas y variaciones de esa nada que transcurre desapercibidamente en el tiempo y transforma en algo esas acciones intermedias que llenan nuestros días.

La cualidad esencial del arte de no hacer nada es su significado: la posibilidad de que esa nada aparentemente insignificante sea algo porque es significativa. Odell termina su libro reflexionando sobre cómo podríamos dar las gracias por asistir a un espectáculo tan inesperado e improbable como es la ruta migratoria de los pelícanos que vuelan hacia el Sur en invierno. Su respuesta es sencilla: simplemente mirando. No hacer nada es una actividad tremendamente devaluada a causa del estigma de la inutilidad. Y, sin embargo, es la única forma posible de avanzar. Así que si quieres hacer algo, primero tendrás que comprometerte con la belleza inútil de no hacer absolutamente nada y, simplemente, mirar.

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