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Mística

Oasis de paz y sabiduría en medio del ruido fútil

Juan Arnau reúne las trece ‘upanisad’ más antiguas, textos sagrados del hinduismo, traducidas directamente del sánscrito

Juan Arnau. WIKIPEDIA

La sabiduría hinduista sobrevivió gracias a un sistema de correspondencia que se transmitía de forma oral. Ocurrió así durante cientos de años. De esa forma pervivieron hasta hoy las llamadas upanisad –así, en minúscula, como prescriben las reglas gramaticales del sánscrito–, sobre las que se construyó esta religión nacida en Asia que permite diversidad de ideas y tradiciones, y que engloba a politeístas, monoteístas, agnósticos e, incluso, ateos. Curiosamente, una de las características del hinduismo es que no se apoya sobre ningún libro sagrado; pero sí necesita, en cambio, una base para tener forma. Un molde que varía en función de la perspectiva individual. Y que choca, claro, con la bipolarizada visión de Occidente.

Las upanisad (palabra que viene a significar algo así como correspondencia) son antiguas piezas de sabiduría y paz, relatos extraños vistos desde el modo de vida del presente, en donde el ruido insignificante lo envuelve todo. Alianza Editorial ha recopilado en un libro, con traducción del sánscrito de Juan Arnau y colaboración de reconocidos expertos en este idioma, trece de estas “correspondencias” de nombres enrevesados y exóticos (Aitareya, Brhadaranyaka, Chandogya, Taittiriya, Kausitaki, Kena, Katha, Isa, Svetasvatara, Mundaka, Prasna, Mandukya y Maitri). La selección no está hecha al azar. Son las piezas más antiguas que se conservan.

La datación de la mayoría de estas upanisad es tan incierta (oscila entre los 800 y los 200 años antes de Cristo) como desconocida es la identidad de sus autores. Las fechas y los nombres fueron perdiéndose a medida que el boca a oreja echaba una mano a la supervivencia de estas historias. Las más antiguas –de la época prebudista– son también las más abstractas, y se abren a múltiples interpretaciones que abarcan tanto el plano físico y terrenal como el espiritual. Las más modernas –aunque sean de cientos de años antes de Cristo– son algo más concisas en su visión del mundo e incluyen reflexiones sobre técnicas para cultivar el cuerpo y la mente que han resistido el paso del tiempo y que han llegado a la época actual (con el consecuente moldeado que le habrá otorgado la transmisión oral). Así, el yoga. Aunque es sorprendente ver, por ejemplo, la escasez de instrucciones de carácter técnico que ofrecen estos escritos sobre la disciplina. No hay ningún manual de posturas correctas o incorrectas. O de cómo colocarse a la hora de meditar. Nada. Solo reflexiones de carácter espiritual, filosóficas, sobre lo que el yoga aporta al espíritu de cada uno. Por ejemplo, en una de las upanisad (Katha), el anónimo autor reflexiona de la siguiente manera: “Cuando se han detenido la mente y los cinco sentidos, y ni siquiera se agita el intelecto, se alcanza el estado más alto. Eso es el yoga. Tanto nacimiento como extinción”.

Esta upanisad, precisamente, es una de las piedras angulares del libro; en ella se recogen los fundamentos del pensamiento védico (el hinduista) y se recopilan algunas de las metáforas fundamentales sobre las que se asienta la filosofía budista. Probablemente esa falta de instrucciones obedece a que los ascetas, príncipes y demás protagonistas de los relatos tenían tan interiorizada la práctica del yoga que consideraban prescindible detallar cómo practicarlo. Era tan común para ellos como respirar.

Son escritos religiosos en los que se entrelazan, con una maestría inusual para este tipo de obras, relatos entrecruzados –y separados por cientos de años en el tiempo–, analogías y metáforas de las que emana una idea principal: la de que la única forma de liberarse del egoísmo que impregna de forma innata al ser humano es, paradójicamente, conocerse mejor a uno mismo. Es decir, hacer un ejercicio de introspección. Por eso la meditación está muy presente en buena parte de las narraciones, especialmente en las más modernas. Sin instrucciones, sin ornamentaciones vacuas ni florituras. Pura filosofía.

Una de las lecciones que se pueden extraer de estos relatos es que, en un mundo lleno de prisas, es conveniente pisar de vez en cuando el freno y poner un poco de distancia con la irracionalidad de los horarios de trabajo y demás hábitos sociales de una sociedad moderna que vive pasada de revoluciones. La velocidad se puede bajar de muchas maneras. Las upanisad son píldoras de sabiduría concentrada en relatos entretenidos que, por poner un caso, en las piezas más modernas cuentan la historia de ascetas que deciden ir a vivir al bosque (pero no como hizo Henry David Thoreau, que tenía la casa de sus padres a tiro de piedra), para luego transmitir a sus semejantes la sabiduría que habían adquirido en ese tiempo de paz en contacto con la naturaleza. Son fragmentos de erudición calmada que inervan las columnas vertebrales de una religión que, de forma casi imperceptible e invisible, abarca muchas prácticas (como el yoga, la meditación o el respeto a la naturaleza, por citar algunas) de la vida moderna. Una especie de oasis de sabiduría para acallar el ruido fútil de una sociedad moderna acostumbrada a las prisas, los memes... La clave está en cultivar el prana (en sánscrito, el aliento vital). No hay más secreto. Como si fuera tan sencillo.

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