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Análisis

Política para escépticos entusiastas

El «liberalismo del miedo», próximo a la socialdemocracia, de Judith N. Shklar

Política para escépticos entusiastas

Poco después de irse al exilio, Francisco Ayala reunió bajo el título Los usurpadores unos cuantos relatos breves, a los que añadió un curioso prólogo, firmado por él mismo con seudónimo, en el que a modo de aclaración previa advierte al lector que el tema central del libro se condensa en el siguiente enunciado: “El poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre una usurpación”. La frase inclina a definir el poder como un mal necesario. Resulta evidente, entonces, que la fórmula admite muchas excepciones, porque según la circunstancia el poder también cumple la imprescindible función de organizar la vida en común y con frecuencia protege y presta servicios en beneficio de los individuos y de la sociedad. Claro que allí donde se establece un poder se presenta indefectiblemente el peligro del abuso, la humillación y el sufrimiento. El asalto perpetrado por los talibanes es un ejemplo perfecto de usurpación y del aspecto temible que puede adoptar el poder.

La crueldad y el miedo marcaron la existencia de Judith Sklar y son los grandes temas de su obra, como ella misma expone en El aprendizaje de una vida, un relato autobiográfico apasionante, repleto de andanzas vitales y buenas ideas. Nacida en la capital de Letonia en 1928, judía de ascendencia alemana, pudo escapar de una persecución nazi segura en un vagón del transiberiano camino de Japón, hasta llegar finalmente a Estados Unidos. Vivió en carne propia las penurias que aquel país reservaba a los inmigrantes. No obstante se estableció allí, fue la primera mujer que ocupó una cátedra de ciencia política en Harvard, y consiguió prestigio académico y notoriedad pública. A partir de su experiencia personal, una afición insaciable a la lectura de todos los géneros y con una curiosidad intelectual sin límites, acabó elaborando una de las teorías políticas del liberalismo más compleja y original. Aunque se le han puesto muchos nombres, liberalismo sin ilusiones, escéptico, minimalista, triste y un largo etcétera, es conocida sobre todo como “liberalismo del miedo” y está expuesta con claridad y sencillez en uno de los textos que ahora se publican y que es recomendable leer en orden inverso al que están dispuestos en esta edición.

El liberalismo de Sklar es político, cosmopolita y el más comprometido. Combate las utopías, rechaza el nacionalismo y recela de las identidades tribales, abomina de las teorías abstractas y sistemáticas, y somete el formalismo del Estado de derecho a una ducha de realidad. No se propone la realización del bien, porque en sociedades tan heterogéneas como las nuestras no cabe el consenso en torno a las normas morales. El objetivo del orden político debe consistir en evitar la injusticia y el dolor, cuyo origen no está circunscrito a las arbitrariedades del poder, sino que se extiende a las desigualdades sociales. El principio que inspira su obra es la libertad individual, pero acto seguido sostiene que solo la democracia la hace posible.

El liberalismo que defiende Sklar parece resignado, estar a la defensiva y conformarse con un logro menor, pero, por el contrario, lo distingue precisamente su carácter exigente. Condena al poder y al individuo por complicidad cuando reaccionan con indiferencia ante la injusticia y advierte a los ciudadanos que deben mantenerse en estado permanente de alerta si quieren frenar los desmanes del poder.

A diferencia de Hayek y Arendt, dos popes del liberalismo con los que ha sido comparada, Sklar se preocupa por los daños que ocasiona el mercado y pide que se escuche a los de abajo y se tengan en cuenta los sinsabores aparejados a su posición. Este enfoque acerca el liberalismo a la socialdemocracia por una ruta que no había sido explorada antes. No es la única aportación de su obra, que resulta muy sugerente en cada párrafo aunque fuera truncada por un ataque al corazón cuando estaba alcanzando la plenitud. Los desengañados de la política hallarán en sus páginas un motivo para no abandonar.

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