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Arquitectura

Un reconocimiento al buen hacer irlandés

El premio “Pritzker” 2020 a Grafton, el estudio de Yvonne Farrell

y Shelley McNamara, galardonó una forma de abordar los proyectos muy vinculada con sus orígenes

Ivonne Farrell y Shelley McNamara. YOUTUBE

Era ya un clamor que la arquitectura irlandesa contemporánea, tan sumamente destacable, merecía la visibilidad que con el premio “Pritzker” a Yvonne Farrell y Shelley McNamara, las arquitectas de Grafton, se consigue. El “tigre celta” económico que los últimos años fue Irlanda podía haber supuesto que la arquitectura se banalizara, como nuevos ricos, y que las formas desvariasen hasta la frivolidad, como ocurrió en otros lugares. Sin embargo un país donde se escribe tanto, un país donde se lee tanto, un país que ha sufrido tanto a lo largo de su historia, tanto, no hizo con esa bonanza más que profundizar en la mejora de su diseño, construcción e integración en su patrimonio arquitectónico. Hace seis años escribí un extenso artículo que tuvo cierta repercusión cuyo título era “Arquitectura Irlandesa” (conarquitectura32-Madrid 2014) en el que realizaba un repaso de los numerosos equipos de arquitectos que dan esta modernidad de la tierra, enraizada en lo suyo, y entonces escribía, y me reafirmo hoy, en tres piezas sobresalientes: Mc Collough-Mulvin, O’Donnel&Tuomey y el estudio de las Grafton que hoy celebramos.

Siendo los tres más que loables el de O´Donnel&Tuomey resulta más formalista con obras como la London School of Economics que ahora tiene un nuevo vecino, más respetuoso y a la vez alucinante, diseñado por las ahora premiadas para la misma institución en Lincoln´s Inn Fields, cerca de la Casa de John Soane. Mc ColloughMulvin simplemente magistrales con sus obras mejores en Trinity College (¡aunque la obra mejor del Trinity es la biblioteca clásica con aquella bóveda de madera!) muy cercanas por cierto al estudio de las Grafton.

Las ahora “Pritzker” son las más internacionales de los tres, con obras como la Universidad Bocconi en Milán, que va sumando piezas rotundas, que en sus encuentros con el suelo dejan que la luz entre en espacios interiores, para que la universidad salga a la calle.

En Lima, su campus tiene gran presencia urbana. A ello suman estupendos edificios universitarios más recientes en Burdeos y París, que dan muestra de esa apertura al mundo desde el local de trabajo de siempre.

Para hablar de Mc Namara y Farrell hay que aludir a la emigración. Conocí a ambas en Pamplona, donde mostraron su trabajo, enfocándolo por esos proyectos internacionales, que exponían como el que está lejos de su origen: relacionándolos con el hogar. Milán era la niebla, Lima era la niebla (polución diría yo), todos los lugares eran niebla. Me recordaronn a Seamus Heaney quien también escribió en sus poemas sobre la mezcla de viento y luz, como la luz en los faros de los coches en las fotos de Sucket que las fundadoras de Grafton mostraron para hablar de su trabajo. El fotógrafo instaba a ser detectives y eso es lo que las Grafton hacen con el lugar: buscar pistas.

En la Limerick University, uno de sus proyectos en Irlanda, se rompe el programa para diseñar edificios más pequeños, que con cambios en los materiales proporcionen una percepción mas cercana. En North King Housing usan de nuevo esos materiales crudos, con una sinceridad como traída de Semper, o directamente de San Agustín (o de Platón: la belleza y la verdad). Me conmueven más en Waterloo Lane Mews, donde recurren al uso de ladrillos reciclados y la rotura de la escala para obtener la integración tranquila. Suyas son también unas oficinas para Hacienda en Dublín, donde las ventanas se escalonan y hay un diseño muy de detalle.

Yvonne Farrel y Shelley Mc Namara dirigieron la última Bienal de arquitectura de Venecia, con Irlanda como país invitado.

En Pamplona coincidí en el desayuno con McNamara. Tiene una voz cazallera como la de Bonnie Tyler. Hablamos de Dublín y de cerveza, asuntos en los que, como tantos otros, en los que me dominaba claramente. Ese carácter afable y esa cercanía son, además de la brillantísima obra, uno de los argumentos con los que se argumenta la concesión ahora del “Pritzker”.

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