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ECOLOGÍA

Ecología radical o patatús climático

Este ensayo no es fruto de la coyuntura pandémica, es una investigación de Andreas Malm, profesor de Ecología Humana de la Universidad de Lund

Andreas Malm. ERRATA NATURE

Ni instagramizando tu buenismo ambiental, ni comprándote un coche híbrido. Ni dejando una bolsa gigante de envases en el contenedor amarillo, ni usando carísimos productos reciclados a 7000 km de tu casa. No hay atajos para el decrecimiento productivo, esto va de emisiones, de evitarlas. Todo lo demás es mentira. Es una secuencia que hace tiempo que ignoramos. La actividad industrial y el mercado a hombros de vehículos y máquinas térmicas emiten gases de efecto invernadero. Ahora los niveles de dióxido de carbono han subido a niveles impensables, y lo impensable toca a la puerta. No hay venganza de la naturaleza, suficiente es maltratarla como para encima colgarle venganzas y rencores. No, el sistema de la biosfera no tiene personalidad, es sencillamente un complejo conjunto de materia en diferentes estados que alberga la vida. El resto, es nuestra necesidad de sentido trascendental y el miedo evolutivo. Cada uno es libre de enriquecer su vida con metáforas y misterios, eso es una elección personal. Pero acaso vivir y poder dejar un planeta habitable a nuestros hijos ¿no lo es también?

Este ensayo (“El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social”) no es fruto de la coyuntura pandémica, es una investigación de Andreas Malm (Fässberg, Suecia, 1977), profesor de Ecología Humana de la Universidad de Lund. El Covid-19 surge de un proceso de zoonosis, donde el murciélago fue vector de transmisión, no de modo fortuito, fue gracias a la deforestación salvaje. Esa es la epidemia, el modelo productivo-destructivo que desde el febril crecimiento sin límite actúa como si todo fuese infinito. El capitalismo corporativo que se aprovecha de todo esto: es cómplice. El capital no es un concepto abstracto, es un vector de transmisión de valores, de bienes y una bola de nieve que ha ido creciendo en proporcionalidad directa al agotamiento de los combustibles fósiles de los que depende. En ese proceso hemos saturado la atmósfera, y demostrado quién es el animal más ecocida. A medida que conocemos los efectos del cambio climático, mayor es la cantidad de combustibles fósiles que quemamos, ¿estúpido? Sí, pero rentable para las corporaciones extractivas. Movemos toneladas de materia a diario, cuando vemos como un “derecho” poder desayunar un raro alimento del otro lado del globo o ver memes desde un ordenador fabricado en un “plano secuencia industrial” en lejanos países de trabajadores mal pagados. El sistema productivo nos la ha colado, poque además nos sentimos bien cuando dejamos ese sobre de Amazon en el contenedor de papel. Mientras, muere la gente de contaminantes, de fertilizantes, de calor, de plagas, de enfermedades ambientales. A medida que sube la temperatura: baja la esperanza. 0% casual, 100% causal, una suma concatenada de deforestación, pérdida de biodiversidad, minas a cielo abierto, comercio de fauna salvaje y calentamiento global fruto de emisiones de aviones, coches, camiones, incineradoras de basura, cultivos extensivos, agroindustria desbocada, …ese entrecôte al punto e imbatible en el plato de cada egoísta anodino. El capital no es el mal, no tiene moral, está formado por personas concretas, en corporaciones y juntas de accionistas, rodeados de una red de facilitadores “legales” y “democráticos” y van a lo suyo, mejor no ser ingenuos. Son cosas mapeadas desde hace siglos gracias a la denostada y necesaria Filosofía Política. De modo sintético: la degradación del planeta entero para satisfacer un sistema de mercado sobredimensionado y con los barriles contados. La razón que alteró el hábitat del murciélago, luego ya sabes cómo sigue. Quizá, lector, no eres responsable de la deforestación, pero eso no te exime a nivel ético.

Ecología radical o patatús climático

Si lees este libro (disponible en la biblioteca de Can Sales), verás que se describe una plaga: la economía fósil, caníbal y planetaria. ¿Qué puede salir mal? Todo ha salido mal. Se ha alterado la esperanza de vida de los ecosistemas; gracias a esa búsqueda ilimitada, patológica y enfermiza de beneficios. Somos la civilización menguante, cada vez más narcisistas, menos adaptativos, más frágiles, más indiferentes, más prepotentes, más adictos. Los efectos del negacionismo climático los constatamos en la atmósfera y a escala microbiana. Los microplásticos desperdigados por doquier son el barniz del Antropoceno que legamos.

Mientras algunos piensan en la “recuperación económica” y en la “nueva normalidad”, miembros del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, filtran alarmados partes de su próximo informe, espantados por la pasividad de políticos, empresarios y ciudadanos. Se trata de una revolución necesaria, de supervivencia, no hay eufemismos: bajar la temperatura requiere frenar las emisiones en menos de una década, iniciar un derrocamiento radical del orden económico actual. No lo digo yo, más bien las ciencias ambientales, y Malm plantea diseñar y ejecutar políticas ecológicas radicales a gran escala. Si esto no se hace ahora no habrá vuelta a atrás. Esta transición no puede ser ni lenta ni progresiva, el New Green Deal y los ODS 2030 se quedan cortos, hay que tomar la Bastilla, sitiar Troya, acabar con la estupidez de dejar en manos de grandes industrias las grandes soluciones. Necesitamos un plan de contingencia útil, y ahora sólo hay “actos importantes” para evaluar la necesidad de “hacer algo”. Si de Malm dependiese, todos los oleoductos ya estarían saboteados. Necesitamos detener las emisiones por todos los medios necesarios. ¿Suena radical y amenazante? No lo es si comparas el riesgo que implica dejar que todo siga su curso.

La pandemia nos lo ha recordado, es la grieta que debe dejar ver la oscuridad del paradigma político imperante. Democracia y capitalismo caminan de la mano, tras infantilizar a unas cuantas generaciones avanzamos hacia un Armagedón climático. Como hijos de la economía fósil debemos aceptar que la responsabilidad individual no basta, no es por medio de “opciones de consumo” que revertiremos el cambio climático. ¿Puedes como ciudadano influir en las decisiones energéticas o del transporte? No puedes, consume y paga. Como apostilla Andrea Malm: “No podemos centrarnos en combatir los síntomas de la crisis ecológica, hemos de ir a la raíz del problema. Hay una salida; la ruta es bastante conocida. Solo algunos intereses muy poderosos bloquean el camino. Ahí es donde debe emprenderse la lucha. Un alejamiento de los combustibles fósiles permanente.”

No hay vuelta atrás: ecología radical o patatús climático.

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