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Cómic

El gran combate

Un libro tan inesperado como imprescindible. Nos suena todo lo que se cuenta en él. Pero, al mismo tiempo, esos hechos tan conocidos adquieren un nuevo sentido al encadenarse en una secuencia lógica que permite entenderlos mejor

El gran combate

Durante años los aficionados al cómic en general y a los superhéroes en particular hemos sido conscientes de la guerra Marvel-DC, las dos grandes compañías que publican tebeos de tipos con los calzoncillos por fuera. En España DC nos llegó a través de las editoriales mexicanas, ya que «sólo Dios podía volar». En los sesenta aparecieron los personajes Marvel, que liquidaron de un plumazo a las siniestras series inglesas que los precedieron. Sin duda la ambigüedad moral de Spider o Zarpa de Acero, sumada a la presencia de dibujantes extraordinarios como Blasco, les hacía merecedores de mejor fortuna. Pero el caso es que Los Cuatro Fantásticos, El Capitán Marvel o Spiderman resultaban más modernos y chulos que Mitek y compañía, a quienes olvidamos con alegría. Durante un tiempo vivimos entre las versiones Novaro de Flash y Batman y los destrozos que Vértice despachaba con el material Marvel, produciendo páginas y páginas a partir de planchas que troceaban y manipulaban.

En un determinado momento, a mediados de los setenta, la cosa se reestructuró y empezó a llegarnos el material de ambas compañías en formatos más cercanos a los originales y casi con regularidad. En los ochenta se produjo toda una renovación, que también encontró un eco por aquí, con dos editoriales compitiendo por el favor del público. Zinco se encargó del sello DC y Forum de Marvel. Las franquicias han seguido cambiando de mano hasta la actualidad. El éxito de las películas de supertipos ha propiciado un nuevo renacimiento y la producción de constantes volúmenes que recopilan los episodios originales. Los nostálgicos no damos abasto.

A lo largo de toda esa historia los lectores hemos sido conscientes de que había una rivalidad poco disimulada entre ambas compañías. DC creó el concepto con Superman y Batman en los años treinta. Luego Marvel lo renovó en los sesenta, con personajes más «realistas». Pero en los ochenta DC dio un giro conceptual presentando Watchmen y Batman el caballero oscuro, dos aproximaciones serias y adultas al fenómeno de los superhéroes. Desde entonces hemos vivido muchas variaciones de la misma pregunta: ¿cómo sería un mundo con supertipos? Recientemente podíamos disfrutar de la serie The Boys, basada en el comic del mismo nombre de Garth Ennis, que ofrecía la enésima respuesta a esa cuestión, con tintes cada vez más negativos. El cine y en cierta medida también los comics, parecen probar que el Universo Marvel es más luminoso mientras que DC tiende a lo siniestro y depresivo, con la estética tenebrista de Zack Snyder presidiendo el juego. Pero no es exactamente así. Durante años DC parecía más formal y naif, más imgenua, mientras Marvel se dirigía a unos supuestos lectores universitarios con un tono distante e irónico.

REED TUCKER. Marvel Vs. DC. Planeta Comic, 384 páginas, 22 €.

REED TUCKER. Marvel Vs. DC. Planeta Comic, 384 páginas, 22 €.

Esa lucha en ocasiones ha saltado a los medios, cuando alguien se atrevía a decir en voz alta lo que unos pocos aficionados se habían atrevido a susurrar. Se han escrito otras historias de DC y de Marvel pero nadie había hecho lo que Reed Tucker intenta aquí: explicar los hechos como fruto de una competencia entre empresas. Y, de repente, todo cobra sentido. No descubre nada nuevo pero sí que ilumina determinadas decisiones como producto de una simetría, un juego de espejos en el que el premio es un pastel que los dos desean comerse, ese favor de un público tan caprichoso como cambiante. Lo que funciona hoy no necesariamente lo hará mañana. Por el camino engarza cientos de datos interesantísimos. Explica muy bien la aparición y las dificultades a las que se enfrentaron los cross-overs. También los saltos de autores de una compañía a otra. Y los balances de ventas, con Marvel subiendo poco a poco en una agónica carrera de fondo contra DC. Y además lo hace articulando en su discurso una valoración crítica de las diferentes obras de ambas compañías. La sustancia que genera esos beneficios no es solo económica, también es cultural, una criatura de la imaginación, a veces muy novedosa y de un valor innegable. Tucker acierta al centrarse en los mejores comics. Y no se va por las ramas, su estilo es tan preciso como divertido, con constantes bromas que rebajan el tono épico de la contienda.

En resumen, un libro muy entretenido y que no deberían perderse porque lo disfrutarán. Sin duda.

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