Diario de Mallorca

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Narrativa corta

Propuesto para censura

El placer, cuentos de Maupassant que escandalizaron por su manera de

abordar la doble moral burguesa y la falsedad de las convenciones sociales

Guy de Maupassant. WIKIPEDIA

Supongo que a estas alturas de la Historia no pocas de las obras del otrora considerado como gran escritor francés Guy de Maupassant tengan sobre sí la guadaña de la censura de lo políticamente correcto. Quizá, no lo sé, se sigan leyendo en escuelas e institutos galos sus cuentos de terror (El Horla acaso) o tal vez alguno de sus antes clásicos (Bola de sebo sobre todo, que escribió a los 30 años: es posible que también Bel ami, firmado poco antes de su muerte). Eran, fueron o son ejemplos de depurada prosa francesa, vivas descripciones, “tipos” populares, muestras de un escritor que, sin tener el largo aliento novelesco de su contemporáneo y tan celebrado hoy Galdós, le concedían lugar en el parnaso literario por sus obras breves. Pero ni Maupassant era un tipo políticamente correcto entonces ni lo es hoy, si bien por causas diferentes. Nació en la Normandía en agosto de 1850 y solo vivió 42 años, arruinada su salud por la sífilis y cabalgando su mente por las montañas de la locura. Fue funcionario, escritor en prensa compulsivo, tan aficionado a juntarse con los amigotes a remar como a celebrar juergas promiscuas.

Enseguida tomó fama de misántropo, con especial hincapié en la misoginia, como veremos. Con él llegaba el escándalo a las fiestas. Eran celebradas sus ocurrencias, como esta definición de matrimonio en Mademoiselle Fifi: “No es más que un intercambio de mal humor durante el día y malos olores durante la noche”. Frecuentó poco la novela: mucho más los cuentos o relatos, que daban más dinero enseguida gracias a su publicación en los periódicos. Su desbarajuste mental le llevó a varios intentos de quitarse de en medio hasta que –ya ido por completo– entregó cuerpo y espíritu en la clínica parisina donde llevaba internado desde abundante tiempo atrás.

Pues resulta que en 1952, el director de cine Max Ophüls (el de Carta a una desconocida o Lola Montes) decidió juntar tres narraciones muy breves de Maupassant y filmar sobre ellas lo que tituló El placer. Son esas piezas las que ahora se recogen en libro: Le masque (un anciano donjuán

incapaz de aceptar su vejez– se disfraza de joven cubriéndose con una máscara, al efecto de acudir a bailes galantes como los de sus años mozos: su mujer nos cuenta su historia tras una noche de ridículo); La maison Tellier (dos partes: el ambiente de un lupanar y la devota fiesta religiosa de las prostitutas durante una primera comunión, seguida de regocijada fiesta campestre); y Le modèle (tremenda historia de casamiento infeliz por mala conciencia). Fueron estos cuentos materia de escándalo en su época, finales del XIX: abordaban la falsedad de las convenciones sociales, el mundo de las casas llanas, los burgueses de doble moral… Políticamente incorrecto. Pero lean esta (larga) cita tomada del último de los cuentos y comprobarán cómo resulta insoportables para el pensar actual: “¿Quién puede saber a ciencia cierta lo que hay de fingido y de real en los actos de las mujeres? Siempre son sinceras en sus eternos cambios de opinión. Son irritables, perversas, devotas, admirables e innobles cuando obedecen a incomprensibles emociones. Mienten continuamente, sin quererlo, sin saberlo, sin comprenderlo, y son a la vez, y a pesar de todo eso, de una franqueza absoluta en sus deseos y sus sentimientos, que ponen de manifiesto mediante sus decisiones violentas, inesperadas, incomprensibles, locas, que desconciertan nuestra razón, nuestros hábitos de moderación y todas nuestras egoístas maniobras. La brusquedad y lo imprevisto de sus decisiones para nosotros son enigmas indescifrables”. Sobran comentarios.

Propuesto para censura

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