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ESCRITOS

A propósito de Camilleri. La última y gran pirueta del acróbata

Ejercicios de memoria recoge 23 historias dictadas por Camilleri cuando ya había perdido la vista

A propósito de Camilleri. Pablo García

El placer que otorga la literatura obliga a veces a pequeños y grandes esfuerzos de lectura. Apenas nadie regala el verdadero entretenimiento. Con los libros del irrepetible Andrea Camilleri no suele suceder, sin embargo, así. Se leen como si nada, igual que se bebe un vaso del nerello mascalesse del Etna en una de esas tardes primaverales sicilianas que parecen no tener fin. Sin mayores pretensiones que las de deleitar con las palabras y las historias que cuentan, se caracterizan por una prosa seca, directa, eficaz y muy viva.

A los noventa Camilleri empezó a luchar contra un mundo oscuro, que se convirtió en el enemigo.

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A los noventa y avanzada la ceguera, Camilleri empezó a luchar contra un mundo oscuro, que se convirtió en el enemigo equiparable a la página en blanco. Entonces encontró en la oralidad la solución y se puso a dictar. Si su disciplina era fuerte antes, también lo fue después al tener que confiar exclusivamente en la memoria. Pero para ello había que mantener cierta gimnasia: observar los recuerdos con detalle, representar las escenas en la mente. Las que ahora ven la luz, publicadas por Salamandra son 23 historias concebidas en otros tantos días de un verano postrero que reflejan instantáneas de una vida única y de un país. Hay en ellas melancolía sin sobrecarga pero no arrepentimiento. Al igual que en la tradición oral, Camilleri, a través de colores, formas y volúmenes hace su ejercicio más ameno, ligero y espectacular. Él mismo confesó públicamente y más de una vez que el ideal de su escritura consistía en un juego de ligereza, la conexión aérea de sonidos y palabras, y que le gustaría que se pareciera a las piruetas del acróbata que vuela de un trapecio a otro, en un triple salto mortal, siempre con una sonrisa en los labios, sin mostrar el cansancio, el compromiso diario, la presencia del riesgo de sus evoluciones en el aire. Por ese mismo motivo, también, aceptó la proposición de que seis de los ilustradores italianos de más renombre, Alessandro Gottardo, Gipi, Lorenzo Mattotti, Guido Scarabottolo, Olimpia Zagnoli y Tullio Pericoli, con la caricatura de la cubierta, le acompañaran en sus historias. Las he leído casi siempre con una sonrisa de oreja a oreja, otras veces conmovido, y con el inmenso placer que proporciona el alto entretenimiento unido a la artesanía del gran escritor que fue Camilleri. Sumido en la magia del sueño, igual que aquella mañana en Lecce, poco más de un año antes de su muerte, en que me quedé pasmado frente al televisor escuchándole contar una historia familiar con el pulso narrativo que la ceguera progresiva había interrumpido momentáneamente en el papel. En aquella ocasión era un aperitivo de estos “Ejercicios de memoria”, que no solo los admiradores del autor siciliano deberían leer, sino cualquier aficionado a la literatura con chispa. Sus narraciones, todas ellas, de la primera a la última, rebosan de ludus intelectual y lingüístico, mordacidad y compromiso civil, restallan como una bofetada entre personas e instituciones.

ANDREA CAMILLERI. Ejercicios de memoria. Traducción de Carlos Mayor. Salamandra, 206 páginas, 15,20 €.

ANDREA CAMILLERI. Ejercicios de memoria. Traducción de Carlos Mayor. Salamandra, 206 páginas, 15,20 €.

El Camilleri registrador histórico y pasajístico es un escritor mucho más interesante que el autor de las novelas de Montalbano; se cuela en la escritura universal buscando un hueco entre Sciascia y Pirandello, moviéndose como pez en el agua de las amenidades a las atrocidades de la vida, en medio del humor y del desencanto irónico del que observa a las personas y las cosas con la desnudez de una mirada rigurosamente consecuente. No sabría elegir cuál de las historias dictadas por la memoria del desaparecido escritor de Porto Empedocle es mejor. Si la cómica odisea para lograr que las cenizas de Pirandello alcanzasen la paz eterna; si la confesión sobre los premios literarios que obtuvo y que dejó de obtener; si la visita a la casa de sus padres del fascista Borg Pisani que pretendía invadir Malta; la peripecia con las cometas del ingeniero Comerdione, o el encuentro con los bandoleros de Giuliano y el viejo bandido filósofo. Hay más, hasta veintitrés, fabulosas historias surgidas del recuerdo, ya digo, y bellamente ilustradas. Háganse un favor, lean a Camilleri. El placer está garantizado.

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