De entre mis libros que llevan años prestándome su compañía desde sus anaqueles, rescate para volverlo a leer en tiempos de confinamiento, uno de aquellos de tapa blanda, adquirido en un Londres setentero, hojas dobladas en sus esquinas por el tiempo y en el que redescubrí mi todavía latente costumbre de subrayar las frases, los mensajes que me parecen, me parecieron dignas de recordar pero que lastimosamente acaban por olvidarse y leído por primera vez en un tiempo en el cual todavía requería tener a mi lado un diccionario de inglés-español. Es una novela titulada, inicialmente en inglés como Do Androids dream of electric sheep?, del escritor estadounidense Philip K. Dick, que algunos de ustedes conectarán con la película Blade Runner obligadamente reducida por las limitaciones cinematográficas.
No les voy a hacer una sinopsis de la historia porque los supongo conocedores, por lo menos, de la película, aún cuando de la lectura del relato literario se entresacan, mejor dicho se entrevén, aspectos que no me aparecen en la cinta. Lo cierto es que en algunos aspectos esa nueva-antigua lectura se me antoja de lo más actual, sobre todo en esa sumamente preocupante similitud entre humanos y artificiales. En una de las paginas halle unas frases subrayadas de un dialogo entre el cazador de androides y el personaje de Luba Luft; el cazador le indica que una de las características de los androides es que no les importa los que suceda a su semejantes y que por ello aplican ese concreto elemento en sus test de identificación de los perseguidos, a lo que su interlocutora le responde, “entonces usted también debe ser androide puesto que su trabajo es matarlos”, y luego pregunta “¿se ha aplicado ese test a usted mismo?
¿Quiénes son en nuestros días los androides?
