Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Música

¡Más ruidos, por favor!

La Ópera de Baviera incluye una aplicación para que los usuarios aderecen con bravos y abucheos sus retransmisiones vía internet

Bayerische Staatsoper.

La pandemia del covid-19, aparte del rosario de cierres y cancelaciones en teatros y auditorios, ha tenido varias consecuencias cuando los recintos están abiertos y con público: han desaparecido las toses, timbres de móviles y otras experiencias desagradables y cotidianas en la audición de música en vivo.

Otra de las más destacadas repercusiones de esta peste ha sido el acelerón virtual de los grandes centros de producción que han convertido a los teatros en enormes estudios de grabación propiciando retransmisiones vía “streaming” a todo el mundo. El proceso ya se había iniciado, más o menos, hace una década, pero ahora se han invertido recursos ingentes en mejorar las aplicaciones de móvil, haciendo más atractivas las grabaciones mediante realizaciones cuidadísimas y un sonido e imagen excepcionales, ambas propiciadas por el notable avance tecnológico.

El acceso a la excelencia musical es ahora más universal y el coste del mismo es muy asequible. Todos los discursos acerca del elitismo y similares tonterías que habitualmente argumentan aquellos que tratan de camuflar la estulticia propia del esnobismo desaparecen ante las opciones que la tecnología ofrece.

El sector, tanto el de las orquestas como el de los teatros líricos, sigue en la vanguardia y demostrando que no renuncia a estar en primera línea de la cultura, en la defensa del patrimonio, y en su difusión por todos los canales posibles. A la espera de recuperar una normalidad, por desgracia aún lejana, los afanes están puestos por tanto en el carril tecnológico que ha llegado para quedarse compartiendo espacio en la experiencia irrepetible, eso sí, que supone la escucha en la sala de conciertos o en el teatro.

Pero los hábitos adquiridos se echan de menos. Y esos ruidos horrendos parece que también formaban parte de la presencialidad. De hecho, la Ópera estatal de Baviera incluye una opción muy especial para seguir sus retransmisiones al gusto de cada oyente. Pone a disposición una carta de ruidos en la cual se puede optar por múltiples opciones, algunas de ellas, como ovaciones, bravos y abucheos, propios de los finales de las representaciones; pero hay otras muy curiosas que asimismo se pueden incluir durante la emisión de las óperas. Por ejemplo: la apertura de caramelos, el timbre de los teléfonos móviles, o el siseo para silenciar a los ruidosos –este, curiosamente, en dos versiones, corta y larga–. No sé yo si estos conciertos tan asépticos pueden acabar resultando fríos para el oyente que acaba añorando los disturbios que provocaban los alborotadores.

Vivimos en una sociedad tan bombardeada por estímulos de todo tipo que la mera asistencia en silencio a un espectáculo parece que puede acabar por convertirse en una extraña rareza. El cambio de los tiempos ha llevado a que las ovaciones sean menos intensas ante la obsesión de tomar fotos con el móvil para colgar en las redes sociales.

La clave está en compartir que se está en un sitio determinado, esto da presencia, y se ve que ahora es importante. Del mismo modo, va a resultar que la música de Beethoven o de Verdi precisa de teléfonos móviles rugientes o de toses persistentes. Quizá puede ser que el círculo se cierre y los ruidos de los teatros de siglos pasados hayan vuelto para quedarse, en una regresión notable de la conquista del silencio, de la concentración y del disfrute conjunto de la música en una atmósfera especial, silente y expectante. Al menos en las redes es lo que triunfa. No sabemos si será tendencia o una mera moda pasajera y anecdótica. Lo mejor de todo es que la opción es voluntaria y, además, de momento, no hay que pagar más por utilizarla. Aunque, sin duda, estas opciones “premium” deberían monetarizarse, porque pueden convertirse en buena fuente de ingresos.

Sacar partido de la necedad ajena no debiera ruborizar a quien tuvo la feliz idea de incluir semejantes artefactos en las retransmisiones.

Compartir el artículo

stats