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Aforismos

Para liberarse de los demonios

El psicólogo clínico Eduardo García debuta en la literatura con un libro de aforismos y relatos breves que se nutren de la práctica de su profesión

Para liberarse de los demonios

Eduardo García Fernández (Oviedo, 1968) es psicólogo clínico de profesión y lleva mucho tiempo tomando notas e hilvanando reflexiones en una búsqueda, literaria y existencial, que acaba de materializarse en su ópera prima, un precioso volumen que ha autoeditado en Oviedo y lleva por título El cazador de sombras. García Fernández se gana el pan de cada día escuchando historias y buscando en su arsenal de psicólogo las herramientas que mejor pueden servir para que los que a él acuden tomen el control de esa vida que a veces se empeña en obedecer, más que a nada, a las sombras y demonios que todos albergamos. No es raro que este oficio impregne lo que escribe y en El cazador de sombras encontramos buenas pruebas de que es así. Aforismos y relatos cortos son su forma de expresión favorita, y a través de ellos despliega una visión de la realidad transfigurada, que no desdeña el humor, con su terapia milagrosa de risas y sonrisas, pero que llega también a la exploración del lenguaje como instrumento para despertar saberes dormidos y liberarnos de sombras y demonios.

La obra viene estructurada en dos secciones. La primera, “Impresiones y digresiones”, trae sobre todo fragmentos breves, que se ajustan en ocasiones al concepto ramoniano de greguería = metáfora + humor: “Los arrecifes de coral son los collares de la tierra”. El significado del tiempo y su trascendencia dan lugar a aforismos como: “Crear algo verdaderamente bello es traspasar las fronteras del tiempo”. Y el sueño es siempre un observatorio privilegiado para acechar la otra realidad que se persigue: “El cuerpo humano consta de grandes simas a cuyas profundidades viajamos mientras soñamos”. Así, por momentos se alcanza una visión budista: “Entonces comprendes que todo es un gran sueño del cual no quieres despertar”.

La contemplación de la naturaleza lleva a la comunión panteísta con el cosmos: “Una minúscula parte del líquido amniótico del universo viaja en nuestro interior. Al morir, liberamos el contenido que formará parte de una lejana estrella en proceso de creación”.

En la segunda parte de El cazador de sombras, siguen las cavilaciones de Eduardo García sobre sus temas favoritos, pero ahora en forma de relatos breves. Éstos arrancan muchas veces de vivencias y sensaciones cotidianas, pero se las arreglan para llevarnos al mundo misterioso que visitamos todas las noches, al tiempo que el lenguaje alcanza muchas veces intensidad de prosa poética. El itinerario es muy viejo: construir otra realidad a través de los vasos comunicantes del sueño: realismo fantástico, surrealismo… ¿Por qué poner etiquetas de hoy a algo tan antiguo como los mitos más clásicos?

Hay crónicas de viajes extraños, con bifurcaciones y rupturas oníricas, y leyendas que nacen para expresar intuiciones del autor, pesadillas de objetos rebeldes, animales que nos describen sus costumbres y sus rituales de iniciación, heridas en las que cristaliza una obsesión, y enseres rotos que se resisten a la indolencia a la que los hemos condenado. Éstos son los paisajes que ilumina la luna, y a través de ellos descubrimos que una asombrosa libertad, germinada en la mente, es capaz de triunfar de las inercias de la materia.

Y, a fin de cuentas, el argumento decisivo resulta ser la búsqueda de una nueva visión y el presentimiento de la secreta unidad de todo a la que la literatura nos permite aproximarnos: “Desde la primera letra que escribí con cinco años hasta la última que escriba, todas ellas las reuniría y las agitaría sobre una gran mesa; seguro que formarían un gran ojo que pretende ver y comprender”.

El cazador de sombras es una indagación del poder de la palabra para aquietar la conciencia y escuchar la música que palpita en su fondo, más allá de los ruidos que el mundo nos impone. En este tiempo nuestro, dominado por los necios aquelarres de la materia bruta y la mercantilización de todo, podemos estar seguros de que no hay empeño más noble ni más necesario. Con este primer libro, fruto de muchos años de reflexión, Eduardo García Fernández nos muestra cómo el lenguaje se convierte a veces en música de sonidos e ideas y es capaz de descubrir la secreta hermandad de todos los seres.

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