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BIOGRAFÍA

Debussy, pintar la música

Stephen Walsh publica una ambiciosa biografía del compositor francés

Debussy, pintar la música

La historia de la música, como la del resto de las artes, ha avanzado por varias vías. No de una manera uniforme y lineal. Hallazgos y revoluciones individuales se han mezclado con movimientos colectivos y una serie de autores que, posteriormente, interiorizaron lo nuevo y consolidaron esos pasos adelante. La convivencia con la tradición, con el legado, no siempre es cómoda para los autores e, incluso, para algunos es una carga. Sin embargo, en otros es un verdadero salvavidas.

Claude Debussy (1862-1918) sintetiza, curiosamente ambos aspectos: fue un verdadero revolucionario, con ideas musicales que le ocasionaron quebraderos de cabeza, pero no por ello renegó ni de sus contemporáneos ni de los precedentes. Es este, por tanto, un logro peculiar que define muy bien una personalidad volcánica capaz de trazar un itinerario artístico genuino y que, en aspectos como la literatura pianística, supuso un punto de inflexión. El catedrático de la Universidad de Cardiff Stephen Walsh publica en Acantilado un completísimo estudio sobre la vida y obra del compositor francés. Se aparta de las biografías musicales al uso. Un pintor de sonidos es un trabajo que bucea al detalle en los aspectos biográficos e íntimos de Debussy pero que, a la vez, realizada un sosegado e interesantísimo análisis musicológico de sus obras, valorando su importancia para el compositor, la receptividad social y del resto de sus colegas, su influencia posterior y también las deudas que el autor fue asimilando en su lenguaje musical.

La influencia de nacionalismo en la música, según fue avanzando el siglo XIX, hizo que las escuelas nacionales y los teóricos del momento buscasen particularidades en la creación autóctona, especialmente aquellos rasgos que fueran diferenciadores. En este sentido siempre se trató de hacer ver que la música francesa podría tener una cercanía mayor hacia la pintura, frente al omnipresente legado germano. Y ahí Debussy encajaba con una cierta cercanía al impresionismo pictórico, aunque fuese la literatura, y especialmente la poesía, la que más influencia tendría en una obra que muestra puntos especialmente significativos en las creaciones para voz y piano estructuradas sobre textos de algunos de los grandes poetas franceses coetáneos.

La vida de Debussy tiene hilos conductores fijos. El primero, en la esfera personal, es la continua falta de recursos económicos, sobre todo cuando intentaba consolidar un estilo de vida burgués con los gastos que se precisan. Esto ocasionó una búsqueda obsesiva de ingresos extra, a través de la prensa como crítico musical, y en el acompañamiento musical al piano de sucesivos mecenas o una carrera como director, muy centrada en la difusión de su propia obra. También en el plano privado su azarosa vida sentimental, con varios matrimonios y amantes, fue objeto de desvelo constante e incluso motivo de onerosos pleitos. Otro aspecto curioso es la enorme cantidad de energía que desperdicia en decenas de proyectos que no llegaron a ver la luz, especialmente uno que tendría años en su escritorio: la escritura de una ópera sobre el relato de Edgard Allan Poe, La caída de la casa Usher. Su talento musical al piano ya fue apreciado de niño, “un temperamento realmente artístico” decían sus profesores, si bien la creación comienza a ocupar sus afanes a los diecisiete años. En esa temprana edad va a ser clave la cercanía a Nadezhda von Meck, mecenas de Chaikovski, con la que comienza a conocer los estivales placeres burgueses de Arcachon y tiene la opción de realizar el “grand tour” italiano y viajar a Viena o Moscú.

Trabajó Debussy duro para ganar el “Prix de Rome” galardón esencial para los jóvenes artistas, pero, a la vez, ese triunfo le causó desazón, “sentí que ya no era libre”, porque los sucesivos envíos de obra a los que la beca obligaba lo ataban a los estrechos cauces del academicismo imperante en el Conservatorio de París. Sin embargo, a través de obras como las “Romanzas sin palabras” sobre poemas de Verlaine, comenzaría, de manera simultánea, a perfilar un lenguaje propio.

La visita a los festivales wagnerianos de Bayreuth le va a influir –con una especie de relación de amor/odio hacia el germano– y su inmersión en la vida bohemia parisina (en “Le Chat Noir” en Montmartre, por ejemplo) le llevará a estrechar lazos con artistas de otras disciplinas. Asimismo, la exposición Universal de París de 1889, para la que se construye la torre Eiffel y que festeja el centenario de la Revolución Francesa, le acercará la música de las colonias, la de Java, y la rusa a través de los conciertos en el Trocadero dirigidos por Rismki-Kórsakov. Influencias que integrará en su discurso musical.

Obras tempranas como La suite bergamasque que incluye el célebre Claro de luna la define Walsh como “una semilla que cambiará el curso de la música francesa”. Luego llegarían otras piezas maestras como el Preludio a la siesta de un fauno, su ópera Pelléas y Melisande recibida con opiniones críticas dispares por su especial lenguaje armónico, Images, Nocturnos –considerada impresionista por su efecto en los espectadores, por los difuminados contornos sonoros; incluso algunos la llevaron hasta el Art Noveau–, las Estampas, L’isle joyeuse, espléndida y extrovertida obra para piano, la excepcional obra sinfónica La Mer, los monumentales Preludios –obra cumbre de la literatura pianística en los inicios del siglo XX–, música para ballets como Khamma o Jeux, El martirio de San Sebastián, drama sacro con texto de Gabriele d’Annunzio (en su estreno el Châtelet el arzobispo de París amenazó con la excomunión a los asistentes), “En blanco y negro” para piano que él comparaba con los grises de Velázquez, los Etudes y tantas otras que ya son parte del legado cultural de la humanidad.

Debussy fue un compositor reconocido en vida, una gloria nacional, hasta su efigie se imprimió en un sello de correos, y como sentencia Stephen Walsh, su música “carece de ideología y de doctrina. Como el mundo, se limita a ser, sin más”. Su biografía es, sin duda, tan apasionante como su música.

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