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Redes sociales y menores. Guía Práctica

Redes sociales y menores. Guía Práctica

En España, la edad media a la que los niños y niñas comienzan a utilizar Internet de forma regular se sitúa en los siete años. A los diez años, uno de cada cuatro tiene teléfono móvil, y al llegar a los 13 años, el 84% ya se ha hecho con un móvil. Puerta abierta a contenidos digitales y aplicaciones de todo tipo.

Entre ellas, apps de redes sociales: conectarse a ellas es práctica habitual entre los chavales. De hecho, el 40% de los niños y niñas españoles de entre nueve y 13 años tiene un perfil propio en al menos una red social. Todo ello, aunque la edad mínima para abrir perfil en una plataforma social es 13 años: esa es la edad establecida por Twitter, TikTok y Snapchat, las más laxas en esta limitación. Facebook e Instagram lo fijan en 14 años, y WhatsApp fue noticia en agosto de 2019 por subirlo a 16 años.

La privacidad, o más bien la necesidad de protegerla, es solo uno de los peligros que acechan a los menores en redes sociales: en un entorno y a una edad en la que se busca activamente la interrelación, la popularidad, sentirse parte de un grupo y el reconocimiento social como vía de autoafirmación, se corre el riesgo de priorizar el like en detrimento de la exposición personal.

En esta partida, también los progenitores juegan, a veces sin saberlo, cartas en contra de sus retoños: el 81% de los menores de dos años tiene ya imágenes publicadas en redes sociales… porque son sus padres quienes las han compartido, en mucho casos con fotografías prenatales.

Se empieza a dibujar así una huella digital en un periodo en el que la propia personalidad está aún en construcción, y con consecuencias imprevisibles. Esta conexión deriva también en vulnerabilidad: ciberacoso, grooming, sexting y cibercontrol son algunas de las formas de violencia online más extendidas en redes sociales.

A pesar de estos riesgos, las redes sociales, Internet y la tecnología en general ofrecen también a los menores una amplia gama de posibilidades para aprender, innovar, inspirarse, ser creativos, expresarse, colaborar en la sociedad y desarrollar aptitudes esenciales en un contexto de transformación tecnológica constante.

La clave está en educar para que los niños y adolescentes de hoy sean ciudadanos digitales del mañana capaces de utilizar Internet, redes sociales y demás tecnologías de manera productiva, creativa y segura. Pero para ello, es esencial la implicación tanto del entorno familiar como de la escuela, desde la infancia, en un proceso de supervisión activa, gradual y responsable, en el que la educación en valores es fundamental. Porque la tecnología, Internet, los móviles y las redes sociales no son buenas o malas per se. Lo es el uso que se haga de ellas. Y a usarlas, se debe aprender.

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