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Cine / Delibes

Angosta es Castilla

Las dos Castillas peninsulares son tierras yermas donde solo sobreviven humanos endurecidos, encallecidos y también recelosos de la modernización. Miguel Delibes reflejó eso como pocos en la literatura. En la gran pantalla destaca Los santos inocentes y un puñado más de dignas adaptaciones

Los santos inocentes (Mario Camús, 1984). Aunque en Europa occidental en el siglo XXI parezca antediluviano, a finales del siglo pasado seguían existiendo reductos del feudalismo más degradante (la reciente película italiana Lázaro feliz es un ejemplo similar). Trabajadores de grandes fincas tratados como esclavos medievales, incapaces de cuestionar su situación porque sus dueños les han aislado del resto de la comunidad y anulado su capacidad de razonar. Solo un loco (Paco Rabal, premio al mejo actor en Cannes junto con Alfredo Landa) es capaz de poner en evidencia a los terratenientes. Ese es el tema que subrayan la película y el libro de Delibes. Que es peor la miseria moral, la arrogancia y la codicia de los poderosos, que la miseria física de sus subyugados.

Las ratas (A. Gimenez Rico, 1997). Siendo una película de factura correcta, desarrolla otro de los temas favoritos de Delibes: Aún prefiriendo la vida rural a los agobios de las grandes ciudades, el escritor no escatimó la dureza de esa opción. Más aún en unos años, los 50, de miseria rampante, paralela a la represión política. La novela pasó la censura del franquismo; el cine esperó a su fin para adaptarla.

El camino (Ana Mariscal, 1963). La primera adaptación a la gran pantalla de una obra del vallisoletano es una versión más benévola de la vida rural, narrando las pequeñas miserias humanas en un entorno (Cantabria) casi bucólico desde el casi inocente prisma infantil.

El disputado voto del señor Cayo (A. Gimenez Rico, 1986). Durante la transición postfranquista Delibes trasladó a ficción, igual que otros colegas, su inquietud por el contraste entre la incipiente democracia y las vicios perennes (picaresca, corrupción) del ser humano. En el guion se aprecia el refuerzo de Manolo Matji, destacado en esa época y colaborador también de Los santos inocentes. 

La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977). Drama urbanita sobre las dificultades de un niño de cuatro años para aceptar un hermano pequeño, pasado por la amable lupa de Delibes y el oficio de Mercero.

La sombra del ciprés es alargada (Luis Alcoriza, 1990). La primera novela de Delibes, de marcado tono existencialista, es adaptada por el mejicano (colaborador como guionista de Buñuel en su etapa transatlántica) con limitada convicción.

Una pareja perfecta (Francesc Betriu, 1990). Ni el reparto (Resines, Sazatornil, Manver, Lampreave) ni la aportación en el libreto de Rafael Azcona acaban de insuflar vida a una de las obras tardías del novelista.

Aunque solo una de estas adaptaciones de Delibes sea sobresaliente, la mayoría trasladan con solvencia las inquietudes del escritor. Me sorprende que nadie se haya atrevido, reto no imposible, con otra de sus obras cumbres, Cinco horas con Mario.

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