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Noventa años

Noventa años

En un país como en el nuestro en el que la música clásica suele estar en el rincón de las prioridades culturales, la contemporánea directamente vive a diario en el sótano. O, como dice el maestro Luis de Pablo, en una entrevista que acaba de publicar la revista “Scherzo”, “la música viva en España está muerta”.

De Pablo y Cristóbal Halffter cumplen noventa años en este terrible 2020 y lo hacen en activo, aunque, es obvio, el tsunami de la pandemia ha impactado con fuerza en dos trayectorias biográficas que son ya, por derecho propio, parte de la historia de la música en nuestro país. Desde perfiles creativos diferenciados ambos han hecho aportaciones sustanciales, han tenido influencia decisiva y, cómo no, su presencia internacional ha sido de mayor calado que la interna. Forman parte de la “Generación del 51” (Halffter, De Pablo, Antón García-Abril, Ramón Barce, Manuel Moreno-Buendía, entre otros) y su presencia activa ha sido clave para generaciones posteriores que los reconocen como maestros. Estamos ante un grupo de autores que, pese a tremendas reticencias internas, lograron insertar a nuestro país en las corrientes de la modernidad musical, no sólo a través de la obra individual de cada uno, sino con la creación de herramientas colectivas que les permitían una visibilidad de muy difícil alcance en los entonces “bunquerizados” cauces oficiales.

De Pablo se erigió en un gran renovador al crear, al final de la década de los cincuenta del pasado siglo, el grupo “Nueva Música”, propiciando el conocimiento en España de la música europea que de su mano empezó a apreciarse sino con asiduidad, al menos sí abriendo una ventana en el estrecho ambiente cultural de la época. Poseedor de un extenso catálogo creativo, este año la Bienal Venecia le ha otorgado el León de Oro de la Música por toda su carrera. Su obra es extensa y abarca gran variedad de géneros. Aún seguimos a la espera de que el teatro Real estrene su última ópera, “El abrecartas”, encargada por Gerard Mortier.

Tampoco se ha podido ver en España otra ópera, “Novela de ajedrez” de Cristóbal Halffter, que se estrenó en Alemania no hace tanto y fue un éxito total. Llama la atención que ninguna temporada española de ópera haya apostado por ella. Halffter procede de una familia de honda raigambre musical (sus tíos Ernesto y Rodolfo fueron también compositores de gran interés). Comparte con De Pablo un relevante y diverso catálogo y afán divulgador de la música contemporánea. Asimismo, les une que muchas de sus creaciones han tenido que ser estrenadas fuera de nuestro país. Halffter, por ejemplo, goza de enorme prestigio en Alemania, habiendo sido su obra interpretada por las principales instituciones musicales del país, entre ellas la Orquesta Filarmónica de Berlín con la que el propio compositor trabajó en diversos proyectos sostenidos en el tiempo.

Los ya de por sí débiles circuitos musicales españoles se vieron diezmados en la anterior crisis económica. Las propuestas en torno a la música contemporánea han sido casi borradas del mapa, quedando muy pocos festivales con un presupuesto significativo para ofrecer desde la música camerística a la de gran formato. La actual pandemia aún va a apurar más el margen. Cuando falta dinero, siempre el patrimonio musical y la música contemporánea ven llegar la tijera mucho antes que otras opciones que se suponen más populares. A veces las políticas culturales buscan el refrendo únicamente en los grandes números que justifican casi todo. Frente a esta visión cortoplacista, dos maestros, dos nombres que sí pasarán a la historia cultural de nuestro país y que seguirán vigentes en el futuro - mientras de algunas expresiones pseudoculturales no quedará ni ceniza- siguen creando, reivindicando y denunciando el tercermundismo musical del que España no ha salido. De Pablo lo sintetiza muy bien en la citada entrevista: “He aguantado demasiados años como compositor en un país que no quiere la música (…) Tuve la oportunidad de nacionalizarme como canadiense, pero como aquello pasó cuando Franco murió, pues pensé que entones podía hacer algo en mi país. ¡Qué iluso!”.

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