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Novela

Historias italianas: Gadda, de la melancolía a la macarronea

El zafarrancho aquel de via Merulana es, sin duda, una obra cumbre de la literatura italiana, que resulta todavía más interesante a patir de esa traducción de Carlos Gumpert

Caricatura Carlo Emilio Gadda

Perteneciente a una familia de la alta burguesía milanesa, después de haber combatido en la Primera Guerra Mundial, Carlo Emilio Gadda (1893-1973) se doctoró en Ingeniería, trabajó en Italia y en el extranjero hasta 1931, cuando decidió dedicarse exclusivamente a la literatura. Existencialista, consideraba la vida un caos absurdo, y como Pirandello y Svevo, negó la unidad del individuo. Para él no era un efecto, sino un conjunto de efectos. De la sátira pasó a la melancolía hasta alcanzar un desprecio aristocrático por el género humano. Habló de la “salubérrima estupidez que pace sobre la fatiga vana del pensamiento”.

Así se fue encontrando a gusto con el pastiche lingüístico. Creó una especie de lenguaje macarrónico. Como él mismo ironizando escribió, “una reivindicación de las instancias profundas contra los prados cansados, un sumergirse en la comunidad viviente de las almas… desde la sátira hasta lo macarrónico…De la melancolía hasta la macarronea”. Su lenguaje lo abarca todo, desde las voces técnicas y burocráticas, hasta la jerga de las calles, como si se tratara de una reencarnación de Rabelais. En él la violencia inventiva del padre de Gargantúa y Pantagruel se une al tono epifánico del Ulises de Joyce.

Es el resultado de una combinación original e irrepetible y de la contaminación de varios idiomas, como es el caso de los arcaísmos, de lo dialectos, entre los que destaca el romanesco, en armonía con el entorno romano, provisto de expresiones populares, citas literarias, artísticas y científicas. Al mismo tiempo refinado y popular, polifónico y polimórfico, jamás unitario, ni ordenado y homologante, acierta a alternar los fragmentos de conversaciones, descripciones, crónicas de hechos y personas, pero también diferentes tonos y ritmos, desde los más corteses hasta los innegablementecómicos, formales e informales, hasta inventos y distorsiones lingüísticas reales.

Fenómeno de la posguerra, antifascista, su dominio de la sátira antiburguesa llevó a pensar a algunos, en la década de los cincuenta, que Gadda era un progresista, cuando jamás dejó de ser un conservador. Otros autores de vanguardia y experimentales reconocieron en él a un maestro o un igual. Esto, era solo en parte, ya que su desesperación frente a las cosas no dejó nunca lugar a la utopía.

Su cumbre, una novela titulada Quer pasticciaccio bruto de vida Merulana (El zafarrancho aquel de via Merulana), ha pasado a figurar en la historia de las letras italianas como una de las más importantes novelas del siglo XX. Ahora acaba de ver nuevamente la luz en español gracias a Sexto Piso y a una meritoria traducción de Carlos Gumpert. La complejidad lingüística y los múltiples registros hacen de ella una misión complicada. Tampoco le resultará fácil al lector hincarle el diente ya que la obra de Gadda requiere fuerte compromiso literario, paciente sacrificio y un ejercicio continuado debido a esa riqueza expresiva desbordante que transforma incluso la descripción más minuciosa y aparentemente insignificante en una creación en sí misma. Experimentando, logró el doble objetivo de ser un autor distinto y describir de modo deformado y grotesco el mundo que más tarde acabaría despreciando. 

El zafarrancho aquel de via Merulana, una historia policíaca sin desenlace resolutorio, contiene una catarata de imágenes, citas, referencias y detalles, pero también de evoluciones e involuciones del lenguaje, que se superponen a la trama. El propio autor pidió para quienes se sumerjan en ella las virtudes de los buzos: entrenamiento respirativo y muscular, de inteligencia e imaginación adecuados para comprender la riqueza y variedad de un fondo marino en el que navegan fragmentos de una inmensa enciclopedia del conocimiento. Pero es precisamente la complejidad del lenguaje de Gadda la explicación natural y necesaria para la extraordinaria consistencia narrativa de su escritura.

Su gran capacidad se expresa a través de esa maquinaria lingüística personal, mimética y hasta engañosa. Por ello en ese fondo marino, el lenguaje no es del todo la causa de la complejidad, sino una consecuencia, ya que existe un contenido narrativo laberíntico en la superficie, donde la proliferación de voces y perspectivas sirven a Gadda para representar las diversas corrientes en las que se desarrolla la realidad.

Los imponderables que para él dominan las cosas encuentran en ese lenguaje la mejor forma de ser representados y dichos. Por ejemplo: “Las nuevas fuerzas obradoras en la sociedad italiana de esa profunda renovación que, con el espíritu de la antigua severidad o por lo menos de la cara severa de los lictores, ya habían tomado el embate de su dotación de bastoncillos (un manojo de palillos fuertemente relegados en torno al mango de un segur, no solo emblemático), se aplicaron después sin molestarse en filosofemas (primum vivere) a empedrar con los más verbosos buenos propósitos el patente camino hacia el infierno” (pág. 93).

De esa idea de realidad de Gadda como una maraña surge el personaje del comisario Francesco Ingravallo, encargado de resolver el misterioso crimen que ocurrió en el 219 de via Merulana –en la pared externa del edificio existe una placa que rinde homenaje al escritor y su obra maestra– y del mundo como un enredo irresoluble de cosas emerge el talante de Ingravallo, al que todos llamaban don Cebón, cuando al comienzo de la novela dice que las catástrofes inesperadas nunca son la consecuencia o efecto de un motivo único o de una causa singular, pero sí el vórtice, un punto de depresión ciclónica, en la conciencia del mundo sobre el que han conspirado una multiplicidad de causalidades convergentes. Esa cualidad que el autor define utilizando términos como garbuglio, maraña o enredo; o gnommero, vocablo popular romanesco.

La novela, en sí misma, está configurada como un desastre, una mezcla de partes no homogéneas, antiguas y modernas, de acuerdo con su significado en la arquitectura y en las artes plásticas. Un verdadero lío. En El zafarrancho aquel de via Merulana no imperan el asesinato, ni la casualidad, ni el propio drama, sino una forma premeditada de desorden para indicar la confusión que rodea a lo que sucedió: un enredo cognitivo que es, a la vez, el nudo de la investigación difícil de desatar. Si quieren literatura para animar realmente los sentidos y no han leído a Gadda no dejen de hacerlo, con la seguridad de que el esfuerzo lector será vivamente recompensado.

El zafarrancho aquel de via Merulana. Carlo Emilio Gadda

CARLO EMILIO GADDA

El zafarrancho aquel de via Merulana

Traducción de Carlos Gumpert.

Sexto Piso, 332 páginas, 23,90 €

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