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Futbol, más que un deporte

Una historia con mayúsculas

La lectura de Una historia popular del fútbol anula la polarización que suele crecer alrededor del fútbol: o se le odia o se le adora

Mickaël Correia.

   “(...) A pesar de las amenazas, el FC Start sigue ganando por 5 goles a 3, y antes de que el partido toque a su fin, Oleksiy Klymenco humilla al equipo nazi regateando al conjunto de sus defensas y al portero para detenerse justo delante de la línea de meta y por último enviar el balón al centro del campo de un potente cañonazo. El árbitro de las SS pita entonces el final del partido, antes incluso de que se cumpla el tiempo reglamentario, ante un “Generalmayor” y unos oficiales nazis humillados.”

De relatos así está sazonada Una historia popular del fútbol del periodista y autor independiente francés Mickaël Correia, cuyos reportajes se interesan especialmente por los movimientos sociales y la cultura popular.

Pero quien piense que el libro de Correia es una simple sucesión de historias memorables se estará equivocando. Su libro es, como su propio título indica, una documentadísima y rigurosa historia del fútbol desde sus perspectivas social, cultural, de género...

A pesar de que la bibliografía sobre el fútbol ha crecido exponencialmente, no existía un título como el que ahora se reseña: demasiadas “ vidas de santos” aplicadas a los futbolistas; visiones de papel cuché. Aunque sería injusto olvidar que también han aparecido obras (traducciones y ediciones en español) que recogen el testigo de ilustres precursores como el tristemente desaparecido Manuel Vázquez Montalbán.

Cuando a finales de año me pregunte por los mejores libros que leí en 2019, Una historia popular del fútbol estará entre ellos. Un argumento más para subrayar la excelente labor de Hoja de Lata, cuyo catálogo ya ha colocado su trabajo en un lugar de referencia entre las editoriales de este país.

Hitler prefería el boxeo al fútbol y Stalin lo veía como un deporte burgués pero ninguno de los dos dudó ni un instante en sacarle todo el beneficio propagandístico posible a un deporte cuya popularidad crecía por el mundo de manera imparable.

Se preguntarán qué fue de Oleksy Klymenco. Por desgracia, el final es fácil de adivinar: junto a otros compañeros del FC Start fueron ejecutados en febrero de 1943, como represalia a una ofensiva de la Resistencia ucraniana.

El FC Start fue creado por antiguos jugadores del purgado Dinamo de Kiev con el simple objetivo de recuperar lo que más les gustaba hacer: jugar al fútbol. Depende de en qué punto del espacio o del tiempo te ubiques, jugar o ver un partido puede ser un acto de resistencia o un desafío al poder establecido.

Josef Kordik, panadero y portero del FC Start fue quien reunió a sus antiguos compañeros. Los ucranianos vivían bajo el peso de la URSS y la Alemania nazi. En el descanso de aquel infausto partido, dirigentes de la Gestapo les sugirieron que no era buena idea ganar. Ellos se negaron y la cosa acabó como acabó. La Unión Soviética no dudó, sin ninguna clase de escrúpulos, en aprovecharse del suceso. Setenta años después, el lateral Makar Goncharenko, compañero de los fallecidos, dará una versión de lo sucedido que, de alguna manera, verbaliza el espíritu del libro de Correia: “No murieron por ser grandes futbolistas o jugadores del Dinamo. Murieron como muchos otros soviéticos, debido al enfrentamiento de dos sistemas totalitarios. Fueron víctimas de esa masacre a gran escala. La muerte de los jugadores no es muy diferente de la de muchas otras personas”.

La lectura de Una historia popular del fútbol anula la polarización que suele crecer alrededor del fútbol: o se le odia o se le adora. Difícilmente genera actitudes más templadas como la indiferencia o el simple interés. Anula la polarización porque con toda la argumentación y documentación posibles se demuestra que el fútbol forma parte de nuestra idiosincrasia desde mucho antes de lo que se cree. Para bien o para mal. Esclarecedoras y necesarias son las páginas dedicadas a lo que podríamos llamar la prehistoria del fútbol: eso que en la Inglaterra del XVII se conocía como “folkfootball” y en cuyos encuentros se mezclaban la anarquía, la violencia y una sensación de libertad entre las clases más modestas que preocupaban seriamente a las élites. Porque el fútbol encuentra su lugar de origen en las clases pudientes que, en un momento dado, como recurso disuasorio y de distracción va “contaminando” a los escalafones más bajos de la sociedad. Cuando se quiere rectificar el camino es demasiado tarde: el fútbol ya es un deporte muy popular.

Lo que conocemos hoy como fútbol se fraguó durante la Revolución Industrial. Su eclosión va ligada a ella. Los patronos de las fábricas lo escogieron como una manera de pacificar y entretener a la clase trabajadora, de domarla. Una vez más, la intención se volvió en su contra. Cuando quisieron darse cuenta, el fútbol se había convertido en parte de la identidad de los obreros.

 Fue por tanto Inglaterra el epicentro irradiador. Fue una globalización que se sirvió, entre otras cosas, de los canales de la colonización para expandirse.

Correia condensa muy bien todo este proceso con las palabras que paso a citar: “De este modo, la popularización del fútbol conlleva una enorme contradicción social: el esférico se convierte en un rasgo fundamental de la cultura de clase obrera, y al mismo tiempo su democratización es sinónimo de pacificación social y de paternalismo, corriendo el riesgo de convertirse en un instrumento de control del mundo del trabajo por parte de la burguesía”.

Y al mismo tiempo, el fútbol también es sinónimo de dignidad y de relatos ejemplares. No obstante, visto lo visto, y una vez leído el libro, resulta aún más ridículo e ingenuo pedir como se pide en tantas ocasiones, no mezclar fútbol y política. Viven mezcladas desde el origen y son precisamente las numerosas contradicciones que ello genera las que lo hacen mucho más complejo y atractivo de lo que a veces quiere reconocerse.

Una historia popular del fútbol se encarga además de iluminar pasajes oscurecidos que, sin embargo, tienen especial trascendencia: la efervescencia actual del fútbol femenino no debería ser tan novedosa si tenemos en cuenta que a finales del XIX, en Inglaterra, iba camino de desplazar en calidad y popularidad al masculino. Las reacciones no se hicieron esperar: prensa, doctores, políticos... comenzaron a advertir sobre el supuesto peligro que entrañaba para la anatomía femenina y una futura maternidad. Debieron pasar setenta años para que el fútbol femenino fuese recuperando su lugar.

Florence Dixie, escritora política y corresponsal de guerra fundó en 1894 junto con otras compañeras el “British Ladies’ Football Club: “Nuestro equipo no tiene nada de grotesco. Fundé la asociación el año pasado con el firme propósito de probar al mundo que las mujeres no son esas criaturas ornamentales e inútiles que los hombres imaginan”.

Correia, a partir del capítulo sobre el fútbol y el nazismo, nos ofrece una cartografía de la importancia de este deporte en lugares asolados por los abusos del poder: la Palestina ocupada, la Primavera árabe en Egipto, el Corinthians frente a la dictadura brasileña, el Mayo del 68, el África subsahariana... Y también un recorrido por las distintas subculturas del fútbol: el hooliganismo británico, el movimiento ultra italiano, el cooperativismo futbolístico, el FC St. Pauli...

Narraciones, fechas, sucesos, protagonistas. Todo enhebrado a través de la escritura de un Correia dispuesto a dejar para el lector una obra que es un punto de inflexión en el género.

Nunca olviden nombres como los de Mathias Sindelar, Karl Sesta, Sócrates, Garrincha, Olenksiy Klymenco, Carlos Caszely, Johan Cruyff, Isidro Lángara... Cada vez que saltaban al campo, hacían algo más que jugar al fútbol.

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