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Un par de británicos

Intriga y miserias humanas con Richard Hull y Bernice Rubens

Un par de británicos

Poco tienen que ver como escritores Richard Hull (Londres, 1897-1973) y Bernice Rubens (Cardiff, 1923-Londres, 2004). Tan sólo su origen británico, porque la creación literaria de ambos se desarrolló en dos épocas muy distintas y porque su carrera fue por derroteros diferentes. Hull acabó convertido en un aplaudido novelista del género policíaco y Rubens, con un gran número de obras en el cine y la televisión, cautivó a la crítica especializada por su capacidad para hurgar en los aspectos más sórdidos del ser humano. Ahora firman dos de las últimas novelas alumbradas por el sello Rara Avis de Alba Editorial: El asesinato de mi tía, Hull, y Con el traje de los domingos, Rubens. Un par de historias que sí tienen algo en común: la forma de ser de sus protagonistas, deliciosamente detestables. Edward Powell y George Verrey-Smith son dos británicos excéntricos, maniáticos, egoístas, estirados, un punto acomplejados y con ausencia total de empatía. Aun así provocan cierta ternura, el deseo de que no les pase nada malo y, pese a que su historia es de lo más cruel y desgraciada, respectivamente, el humor siempre está presente.

Edward Powell surgió de la pluma de Richard Hull -nacido Richard Henry Sampson- en 1934; El asesinato de mi tía fue todo un éxito y consagró a su autor como maestro de la novela negra. En ella narra la convivencia en un pueblo de Gales de este solterón egocéntrico con su tía Mildred, quien administra su herencia, ya que Edward es huérfano desde niño. El primero no puede ver a la segunda y se las idea para asesinarla sin que se note. Claro está, no le resulta fácil y muchos de sus intentos son abortados o bien por la suerte de la mujer o bien por la sagacidad de ésta, quien se revela como un personaje que viene de vuelta de todo pese a su imagen de inocente y frágil anciana que tiene que soportar la inutilidad para la vida y todo lo demás de su sobrino. Está contada como un diario. Mano a mano sobrino y tía desarrollan esta hilarante historia de intriga con sorpresa final. O no... El asesinato de mi tía fue elegida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares para su colección "El séptimo círculo" de novelas policíacas. Hull, quien participó en las dos grandes guerras mundiales -en la primera como oficial de infantería y en la segunda, con un cargo en el Almirantazgo de Londres-, acabó siendo asistente de la reina del misterio, Ágatha Christie, en la presidencia del Detection Club, que reunía a los escritores del género.

George Verrey-Smith no es más agradable ni cultiva mucho más la empatía. Todo lo contrario. Su obsesión particular es tan simple como chocante: subir cada domingo al estudio de su casa de "middle class" del Londres de la segunda mitad del siglo XX, encerrarse y pasar la tarde vestido de mujer. De esta guisa hace el crucigrama del periódico. Cuando acaba, recupera su ropa de hombre y encarrila de nuevo la semana con su comprensiva esposa Joy: este matrimonio de cuarenta y tantos años lleva 17 de plácida y anodina vida en común. Los problemas empezarán cuando George decide acabar con todo, dejar su trabajo de profesor y también a Joy para pasar, no sólo los domingos, sino todos los días vestido de mujer. Tan curiosa afición es consecuencia de una serie de hechos que el personaje desgrana en primera persona. Bernice Rubens no se corta y pinta a un hombre acomplejado y víctima de un pasado desgraciado que ha superado -más bien cree haberlo hecho- dejándose llevar por los convencionalismos. Lo sorprendente es que una historia tan triste y que cuesta digerir al principio acaba por gracia de la pluma de Rubens convertida en una especie de estupendo sainete. Fracasado su intento de seguir la tradición musical familiar, Bernice Rubens fue profesora, directora de documentales y se estrenó en la escritura en 1960. Diez años después fue la primera mujer en ganar el Man Booker Prize y repitió como finalista en 1978. De ella es Madame Sousatzka, que inspiró la película interpretada en 1988 por Shirley MacLaine.

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