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¡Feliz batcumpleaños!

El primer episodio de Batman se publicó en Detective Comics nº 27, en mayo de 1939

¡Feliz batcumpleaños!

Disculpen el chiste malo pero ayer vi en la tele Sharknado 3 y todavía estoy recuperándome. Antes había estado en el cine enfrentándome al Joker y para rematar el día me tragué el piloto de Batwoman, una aproximación muy inclusiva a la mitología batmaníaca, que me pareció prescindible. Consigue ser tan mala como "Supergirl", otra teleserie fallida. La diferencia es que aquí la bat-heroína es lesbiana y acude al rescate de su ex-novia afroamericana. Ya lo he comentado en otras ocasiones. Bienvenidos sean los relatos que normalicen etnias, géneros o actitudes que habitualmente quedan fuera de las historias más populares. Pero cuando lo único que se ofrecen son buenas intenciones, la trama cojea. En cambio, cuando esa normalización se ajusta a una voluntad narrativa es más efectiva. Un ejemplo cercano: el personaje que interpreta la hija de Uma Thurman en la tercera temporada de Stranger Things (y ahora voy a desvelar uno de los giros del guión, se siente): cuando uno de los protagonistas está a punto de expresarle unos sentimientos que hemos visto crecer de un episodio al siguiente ella desvela su condición sexual, que imposibilita esa relación que nunca llegó a ser. El cruce entre esas emociones enfrentadas es dramático y creíble, y va mucho más allá de "este personaje es homosexual porque eso es lo normal". Nos gustan las historias donde pasan cosas, a ser posible interesantes. No es el caso de "Batwoman".

A lo largo de estos 80 años son muchas las aventuras, los giros de guión, los personajes, las muertes y hasta los renacimientos que han pasado por la vida del hombre murciélago. Por un lado, es inevitable recomendar algunos de los grandes clásicos, permanentemente reeditados y fáciles de conseguir. Yo pondría en primer lugar el Batman año 1 de Miller y Mazzuchelli, seguido muy de cerca por Batman Dark Knight" de Miller. Luego deberían buscar el crossover Batman-Hulk, extraordinariamente dibujado por García-López. Y los episodios de Neal Adams con guión de Dennis O'Neill. Algunas de las historias de Loeb y Tim Sale son interesantes. Batman la broma asesina cuenta con el dibujo del gran Brian Bolland, pero el guión de Moore es tan flojo que cuesta recomendarlo. Si se han quedado con ganas de más, el recopilatorio que conmemora estos ochenta años es estupendo. No solo por las piezas que agrupa, con estupendos episodios de Carmine Infantino, Bryan Hitch o Simonson, también por la selección de textos, donde aparecen senadores y hasta la jefa de policía de San Diego, una señora que confiesa haberse sentido inspirada por Batman, mientras invita a los lectores a alistarse al cuerpo de policía. Ya saben: servir y proteger. También se han recuperado para la ocasión episodios de otros personajes que aparecieron en "Detective Comics", de los que actualmente nadie se acuerda. Conmemorando el nº 1000 de la revista se ha editado otro volumen con relatos escritos y dibujados por los autores que actualmente están a cargo de Batman. Destacaría uno entre ellos: el español Álvaro Martínez Bueno, que lleva años colaborando con el mercado americano y exhibe un dibujo estupendo, con un aire que recuerda a Alan Davis. La otra presencia española es más cercana, se trata del mallorquín Tomeu Morey, que firma el color de El mejor caso de Batman, con su calidad habitual.

En general, así como al repasar historias antiguas siempre aparece algún aspecto interesante, por ejemplo la atractiva estructura de página de Infantino, echo en falta argumentos más novedosos en las últimas aportaciones. Lo que me lleva a Batman, caballero blanco, una de las miniseries más aclamadas de la actualidad, que se publicó originalmente hace dos años y de la que ahora ha llegado el recopilatorio. Insiste en un asunto al que los creadores llevan dándole vueltas desde los ochenta, en cierta medida La broma asesina iba de eso. Me refiero al salto moral que implica considerar a Batman el bueno y al Joker el malo para contemplar la escena desde la posición opuesta. Con el Joker como la víctima y Batman como el verdugo. En Caballero blanco una medicina "cura" al Joker, que denuncia a Batman por violencia para-policial. La ciudad se pone paulatinamente del lado del antiguo psicópata mientras Batman intenta demostrar que se equivocan, empeorando cada vez más su situación y consiguiendo que hasta sus amigos duden de su cordura. Tengo que decir que el cómic va de menos a más. Tanto respecto al argumento como al dibujo. Empieza lleno de tics, con figuritas que sobreactúan y un expresionismo mal entendido que empacha y no facilita la lectura. El dibujante parece más interesado en dibujar variantes del bat-móvil que al propio Batman, al que caracteriza casi como una fondona vieja gloria. Por otro lado el Joker siempre aparece desvalido y cada vez más simpático. En general la mitología alrededor del personaje supone una carga muy pesada. Esperamos determinados comportamientos, hemos visto muchas veces las mismas situaciones... Así que cuesta asumir que esta vez sí, el Joker se ha reformado y es sincero y solo desea hacer el bien. Eso lastra mucho el argumento principal. Sin embargo, en su segunda parte el relato se inclina hacia una versión de Marty, aquella película en la que un deficiente mental recibía un tratamiento que le permitía llevar una vida normal hasta que la medicina empezaba a fallar y el desgraciado protagonista era testigo de su regreso a los infiernos de la incomunicación social. Aquí, desde el momento en que el Joker empieza a luchar con su otro yo psicópata porque las pastillas ya no hacen efecto, la cosa se anima. Yo diría que hasta el dibujo mejora, volviéndose más vigoroso y recordando (por momentos) a García López. Salvando las distancias, claro está.

Esa ambivalencia respecto al Joker está presente en su última adaptación fílmica que cuenta, como sin duda ya sabrán, con el trabajo extraordinario de Joaquín Phoenix. Creo que como en el caso del comic de Snyder, lo mejor son esos momentos de titubeo, cuando el personaje es consciente de su enfermedad, de su desconexión con la realidad. Ahí sí que, en gran medida gracias al sensible trabajo del actor, sentimos compasión por un desgraciado que de manera casi irremediable se ve impulsado a la locura y la violencia más desatada. Pero cuando el asunto se traslada del plano individual al social, político, la cosa empieza a desbarrar. Y cuando pasa de Taxi Driver al Rey de la comedia a mí me despista por completo. Con todo, admirable el payaso final que compone el actor. Su aparición en la tele es una imposible mezcla del Nicholson del primer Batman y Michael Jackson. Da mucho miedo.

Nacho Vigalondo, el director de cine, firma un texto en la edición española del nº 1000 que nos da algunas claves para entender el cambio de paradigma que se está produciendo alrededor de Batman. En su texto describe al héroe como un villano, un Luthor disfrazado que simula solucionar unos problemas que podría fácilmente enmendar a golpe de chequera. Cuestiona radicalmente su superioridad moral y aunque confiesa disfrutar con sus aventuras, las define como un eterno "baile de disfraces". El concepto es el mismo que aparece en la película. El padre de Batman es culpable por rico. Un rico que como Trump se quiere dedicar a la política. Algo esconde, que le peguen un tiro. Esto es nuevo. Tradicionalmente el padre de Bruce Wayne era un médico, un filántropo, un señor educado que acudía al cine a ver El Zorro con su mujer e hijo. La elección del film con el espadachín enmascarado no era gratuita ya que representaba un eslabón más de una larga cadena de héroes aristócratas, como Robin Hood o La Pimpinela Escarlata. Nobles que desde su posición de privilegio eran conscientes de las penalidades del pueblo y luchaban por mejorar la situación de los desheredados. Como por ejemplo reflejaba muy bien el Batman en la revolución francesa dibujado por García López. En ese contexto los malos eran psicópatas con ganas de hacer daño y sus coloridos disfraces suponían un adecuado contrapunto a la seriedad y la contención del traumatizado héroe-cruzado. Ahora ya no. Instalados en la lógica binaria del "aprobé - me suspendieron", ya no hay honradez en la pobreza, las masas aplastadas tiene el derecho a convertirse en payasos asesinos. O algo así. Puedo entender que el humillado se tome la justicia por su mano. Me cuesta algo más suponer que todos los ricos son culpables.

Ya metidos en el terreno de los ajustes de cuentas conviene recordar a un autor que durante años escribió Batman y del que nadie tenía noticias hasta ahora. Ha empezado a aparecer en los créditos de series y películas relativas al personaje, al lado del creador "oficial", Bob Kane. Me refiero al guionista Bill Finger, que creó para Kane algunos de los elementos y personajes más populares de la serie. Pero el dibujante nunca acreditó su trabajo. En los últimos años algunos historiadores han luchado por su reconocimiento y finalmente los familiares han llegado a un acuerdo con la DC. Recientemente se emitía un documental donde se explicaba esta historia, que es muy emocionante. No solo porque el investigador Marc Tyler Nobleman pelea por conseguir lo que considera justo. Es que su investigación fue digna del mismísimo Batman. Cuando creía que Finger había muerto sin descendencia encontró noticias de su hijo. Cuando descubrió que era gay y que murió joven a causa del S.I.D.A., apareció su hija, la nieta de Finger. La acompañó por festivales y montó una campaña para reivindicar el legado del abuelo. Cuando finalmente les dieron la razón les aseguro que fue un momento especialmente emotivo.

En fin, a quienes no nos gusta que los psicópatas ganen y se adueñen de las calles, aquí seguimos. De parte de Batman.

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