Empecé a frecuentar el Auditórium a los diecisiete años, cuando se creó nuestra Orquesta Sinfónica, y desde entonces soy un consumidor habitual de este espacio escénico excepcional, del que además soy vecino.
Desde sus butacas magenta descubrí a Les Luthiers en los noventa, reviví el concierto inaugural cuando se conmemoró su vigésimoquinto aniversario y en el verano de 2015 fui testigo del concierto histórico de Juan Diego Flórez.
Son tres recuerdos inolvidables entre cientos de funciones que han ayudado a conformar mi capital cultural.
También he sido muy feliz cantando en su escenario como bajo de varios
coros.
Pero si debo elegir algunos momentos especiales me quedo con aquellas ocasiones en las que me he sentado junto a don Rafael Ferragut y él personalmente me ha contado la historia de este auditorio que, cuando se inauguró en 1969, tenía como mellizos el Royal Festival Hall de Londres y la Grosses Festpielhaus de Salzburgo.
