Diario de Mallorca

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Maneras de vivir la espiritualidad

La filosofía y lo imposible

Atenas y Jerusalén, una confrontación de la razón y la fe, la obra más relevante de Lev Shestov

Lev Shestov.

Creencias

Lev Shestov (Kiev, 1866-París, 1938) publicó pocas semanas antes de morir la que sería su obra más importante: Atenas y Jerusalén. Ensayo de filosofía religiosa. Este libro, traducido admirablemente al español por Alejandro Ariel, apareció en octubre de 2018 dentro del catálogo de Hermida Editores, que ya contenía desde 2015 otra obra del mismo autor, Apoteosis de lo infundado. Lo que comprende la que aquí reseño son cuatro textos de diferentes fechas: Parménides encadenado. Sobre las fuentes de las verdades metafísicas (1930), En el toro de Falaris. El conocimiento y el libre albedrío (1932), De la filosofía medieval. Concupiscentia irresistibilis (1935) y Sobre la segunda dimensión del pensamiento (Lucha y especulación)"(1923-1929).

Shestov pone en el frontispicio de su libro esta pregunta de Tertuliano: "¿Qué tienen en común Atenas y Jerusalén?". O sea, cómo hacer compatibles, caso de que ello resultara hacedero, la razón y la fe. No se puede demostrar, escribe Shestov, la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y el libre albedrío, lo cual no tiene nada de ofensivo ni para la filosofía ni para la razón humana: todo eso pasará sin pruebas y se contentará con la fe. Más aún: la filosofía religiosa constituye la superación del falso miedo a la ilimitada voluntat del Creador.

En sus comienzos, Lev Shestov fue marxista, más tarde se sintió poderosamente atraído por Nietzsche, luego por Pascal y posteriormente por Kierkegaard. Hay un texto impresionante de éste que Shestov reproduce sobrecogido. El terrible grito de Cristo en la cruz "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", anotó en su diario el filósofo danés, tuvo que ser todavía más terrible para Dios al escucharlo. Ser tan inmutable es horroroso, pero lo más terrible es ser, al mismo tiempo, amor. En todo caso, afirma Shestov, Kierkegaard, a través de Job, llegó a su particular "absurdo" y a la tesis fundamental de la filosofía existencial: Dios significa que todo es posible.

Por otra parte, sostiene Shestov que lo honesto intelectualmente es la sumisión a la razón. Esto constituye una virtud si la razón es legítima soberana. Pero, como buen lector y estudioso de Dostoiyevski, se pregunta: ¿y si la razón es una vil usurpadora? Además, ¿quiénes tienen la razón, los teóricos que buscan principios ideales o los hombres sencillos a los que el instinto les sugiere que tales principios vienen del Maligno, "como todas las explicaciones mecanicistas del universo y de la vida". Dostoyevski puro.

El pecado mortal de los filósofos, continúa diciendo, no consiste en perseguir el absoluto, sino en que, cuando se persuaden de que no lo han hallado, están dispuestos a aceptar por absoluto cualquier producto de la actividad humana: la ciencia, el Estado, la moral, la religión, etc. Por supuesto, todo eso es valioso. Ahora bien, "incluso la religión, por sublime y profunda que sea, en el mejor de los casos no es sino una vasija, un recipiente, una envoltura para lo absoluto. Y si uno no desea caer en la idolatría, es preciso saber distinguir lo sagrado del recipiente que lo contiene". Pero, se lamenta, los hombres no quieren. Por algún motivo, los ídolos les resultan más próximos y comprensibles que Dios.

Las "pruebas" y las "explicaciones" de la existencia de Dios inventadas por los filósofos medievales no probaban ni explicaban nada. Quedó claro que es imposible defender la verdad de la "revelación" por medios racionales. "A Dios no es preciso explicarlo y no hay modo de justificarlo". Eso es lo que quería decir Ockham y nadie lo oyó. Sin embargo, el hombre no puede dejar de buscar. Quizá la metafísica sea en cierto sentido más importante que las ciencias positivas, y los malogrados intentos de penetrar en el dominio de lo eternamente oculto a nuestros ojos resulten más valiosos que los intentos de estudiar lo que vemos. En fin, concluye Shestov, Dios siempre exige de nosotros lo imposible. Y el hombre, a su vez, se acuerda de Dios cuando desea lo imposible. Para lo posible recurre a los demàs hombres.

No puede parecer extraño que Lev Shestov fuera objeto de respeto y admiración por filósofos de la talla de Husserl, Heidegger o Bergson, entre otros.

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