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Novela

La memoria en busca del tiempo perdido

Gianni Celati convoca a los clásicos y combate la niebla que oscurece el recuerdo en Lunario del paraíso

La memoria en busca del tiempo perdido

Hay novelas que uno cree vencidas por el paso del tiempo y el contexto generacional en que fueron escritas y cuando regresa a su lectura se da cuenta de que aún están muy vivas. Lunario del paraíso, que acaba de publicar en versión castellana la editorial Periférica, se encuentra entre ellas gracias al gran estilo de Gianni Celati, cuya escritura desinhibida permite a la imaginación ir más allá de los límites impuestos por el tiempo y superar cualquier tipo de arrugas. Lunario del Paraíso fue un homenaje a la gran literatura en el momento en que vio la luz en 1978, y lo sigue siendo hoy. Por sus páginas desfilan los guiños a Chaucer, Fielding, Sterne y Carroll. Celati siempre tuvo inspiradores entre los clásicos y los supo poner a disposición de las necesidades actuales. Tradujo a muchos de ellos del inglés, Swift, Twain, Conrad y Melville, y a otros del francés: Stendhal, Perec y Celine.

Lunario del paraíso ocupó la atención de los lectores cuando se publicó por primera vez. Reescrita años más tarde volvería a hacerlo. Pertenece, junto a Le avventure di Guizzardi y La banda dei sospiri, a la trilogía Parlamenti Buffi. Aunque todas forman parte de un mismo cuerpo, cada una de ellas se puede entender sin haber leído las otras. El nexo que las une no son los personajes y las tramas sino el proceso de búsqueda iniciado en la década de los setenta por Celati, que en España es un autor desconocido pero en Italia figura desde la segunda mitad del siglo pasado entre los principales escritores de culto.

Giovanni, el joven protagonista de la novela, se enamora de una adolescente alemana, Antje, tras diez minutos de conversación en una playa de Italia y la sigue hasta Hamburgo, donde se instala con su familia y emprende una aventura surrealista embobado por los nubarrones de un mar nórdico y un cielo alto que jamás se están quietos, siempre de viaje a través del Atlántico, como cuenta el propio autor, llevando mensajes de poblaciones desconocidas, tipo gnomos, elfos, hadas y ondinas. Allí, tras un periodo de sinsabores y tardes vacías, cree encontrar como Alicia el país de las maravillas. Su padre desde la distancia le pregunta por qué uno tiene que marcharse a un lugar donde se habla un idioma que no entiende. Le recuerda que su hermano, el tío de Giovanni, había tenido problemas con la Policía en Francia precisamente por desconocer el idioma, y le advierte que con los alemanes, más eficientes que los franceses, la cosa puede ser todavía peor para él. Pero la peripecia ya está en marcha y también el alto voltaje tragicómico que encierra junto a los extravagantes y, en algunos casos, pestilentes personajes que la pueblan.

Justo cuando a empieza a contar la historia de Giovanni, que es la suya, Celati admite el esfuerzo que supone empezar a hacerlo, dadas que son muchas las aventuras por el mundo en el que uno acaba perdiéndose sin provecho alguno, "porque el mundo huye y es necesario dejarlo huir, no plantarle nunca resistencia". El autor de Lunario del paraíso desentierra la memoria para cumplir una promesa hecha a los amigos que le ayudaron entonces a viajar. Es también un intento de eliminar la niebla del tiempo que oscurece los recuerdos. Giovanni no es el único ser que se ha dejado arrastrar por la ilusión del amor y ve justificado en el espejismo sus deseos de abrirse paso en la vida conociendo otros mundos distintos al suyo. Es en cierto modo la misma épica de los poetas y caballeros soñadores de la edad media. Celati pretende recomponer para la eternidad una parte de su existencia tan escurridiza como la propia vida. Precisamente por esa sinuosidad el paraíso no siempre está a la vuelta de la esquina.

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