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Novela

Desolada belleza

Julio José Ordovás afianza su desarrollo literario con Paraíso Alto, una historia de suicidios y abandono

Desolada belleza

Julio José Ordovás (Zaragoza, 1976) tiene una larga trayectoria como narrador a su espalda -es autor de diarios, artículos literarios, relatos y de la novela El Anticuerpo- con la que va creciendo y afianzándose. Como a todo autor verdadero, su indudable voluntad de estilo le ha llevado a trabajar sin descanso con el deseo de forjar una voz propia en la que pueda reconocerse la tradición literaria: de Mark Twain a Josep Pla, de Arthur Rimbaud a Ignacio Martínez de Pisón. En este sentido, algo hay de la Comala de Juan Rulfo en el Paraíso Alto que con aire de western maño dibuja Ordovás. Allí, un suicida frustrado va ayudando a otros suicidas a satisfacer su vocación. Este oficio de ángel exterminador y su indumentaria, incluido un sombrero que no encaja demasiado bien en su abollada testa, le dan al personaje principal y narrador de la historia un aspecto más cómico que misterioso. Como ya sucedía en su primera novela, El Anticuerpo, Ordovás hace gala en Paraíso Alto de sus dotes literarias, que en este caso integran perfectamente su tendencia a la desolación lírica, la ironía descarnada y la grandilocuencia.

Algunos ejemplos: "Este pueblo tiene una sonrisa enfermiza, como la de la última hoja del calendario"; "¿Qué pueblo es este?, me preguntó. El último pueblo de la tierra, le dije sin faltar a la verdad"; "El aire de tormenta despierta a las voces del abismo, voces que nos dicen, a los que podemos oírlas, que solo hallaremos consuelo en la desesperanza".

Las visitas y apariciones que en primera persona nos cuenta quien llegó a Paraíso Alto para suicidarse y se quedó allí como ángel guardián del pueblo, guía de desesperados que desean salir de la vida y activo enterrador, imbuye al lector en una sucesión de peculiares, estrafalarios y delirantes personajes: una joven que anda con las manos, una actriz porno en horas bajas, dos gemelas en sillas de ruedas, un tiburón de las finanzas harto del dinero y del mundo, un barrendero que, bailando con la escoba, hace de su oficio un arte, un camarero adicto a la cocaína, un soldado que no quiere contemplar más devastación y muerte, un vendedor de libros capaz de contar historias inspiradas en algún relato de James Joyce e incluso una antigua novia. Las apariciones de todos estos personajes, casi siempre entre lo milagroso y lo jocoso, van ayudando a perfilar el carácter y los rasgos distintivos del narrador: "Tenía ante mí a Brenda Star, la mujer a la que yo había deseado desesperadamente, y como yo, miles de hombres (?). Corrí hacia ella y me postré a sus pies. Me apartó de una patada y yo aullé de felicidad".

Si desde una perspectiva lírico antropológica, a través del monólogo interior en la novela La lluvia amarilla, Julio Llamazares dejaba constancia del abandono del campo aragonés, en Paraíso Alto se ve también esa desolada belleza, pero desde un posicionamiento esencialmente metaliterario. Julio José Ordovás tiene vocación y maneras de gran escritor, y si, como dice uno de sus personajes, "lo que hace verdaderamente grande a un escritor es su destreza para enhebrar el hilo de plata de los sueños en la aguja de la realidad", podemos convenir que él no es uno de los pequeños.

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