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Las patadas colaterales de Trump

El veto, con tintes filofascistas, del presidente de EE UU a algunos países islámicos es también una bofetada a su cultura. Repasemos algunos hitos recientes de las filmografías de estos países, o películas relevantes ambientadas en ellos

Fotograma de la película de Farhadi ´El viajante´.

De los seis países, el que tiene más peso internacional, económico y cultural es Irán. De este país destacan en el momento presente dos cineastas.

Asghar Farhadi acepta el régimen político de su país sin que se le pueda calificar de apologeta. Elude temas políticos o de derechos humanos pero se fija en desigualdades más profundas, machismos y leyes con fuertes raíces tribales. Dos obras imprescindibles:

El viajante (2017). Una pareja se tambalea tras un error de ella (dejar entrar a un extraño en su casa y ser asaltada por él) y el deseo de venganza (no violenta) del marido. Impacta porque muestra que el machismo más rancio pervive incluso entre la clase media más culta.

Nader y Simin, una separación (2011). También recibió un merecido Oscar. Aquí el error lo comete el hombre de la pareja protagonista, al golpear en un arrebato fugaz a su asistenta. Ésta le denuncia exagerando la agresión y el sistema legal de su país les lleva a un callejón en el que uno de los dos recibirá un fuerte castigo. La tensión está en la desproporción, la injusticia del castigo que afrontan en relación a los hechos, a pesar de que ambas partes están de acuerdo en pasar página.

El otro cineasta destacado es Jafar Panahi. En desacuerdo patente con el régimen., fue encarcelado en 2010 y, tras mucha presión internacional, suavizado a arresto domiciliario, con prohibición de rodar en los próximos veinte años.

Esto no es una película (2011). Rodada con una cámara casera, y sacando la cinta subrepticiamente del país, el cineasta cuenta la claustrofobia y la impotencia de su arresto domiciliario. En Taxi Teheran (2015) Panahi se atreve a salir a la calle, se monta en un taxi prestado y recoge a conocidos y extraños. Una breve conversación con una abogada y el final con acoso de la policía secreta muestran que el régimen no se anda con miramientos contra los amagos de oposición.

De sus películas anteriores estrenadas en España, El círculo (2000) muestra el machismo rampante en toda la sociedad. Fuera de juego (2006) trata una variante menos dolorosa pero igual de injusta, la prohibición de acudir a los partidos de fútbol.

Un tercer director, fallecido el año pasado, es Abbas Kiarostami. El sabor de las cerezas (1997), El viento nos llevará (1999) o ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987) mostraron también el patriarcado casi medieval del país, aunque con ritmos demasiado pausados y flirteo con el costumbrismo.

Pasamos al resto de países. De la paupérrima producción de Yemen destacan 10 años y divorciada (Khadija Al-Salami, 2014), cuyo título pone ya los pelos de punta; o A New Day in Old Sana´a (Baden Ben Hirsi, 2005, no estrenada en España). Por alusión geográfica, La pesca del salmón en Yemen (Lasse Halstrom, 2011) es una comedia romántica ligerita cuya mayor fortaleza está en el director (conocido sobre todo por Mi vida como un perro o Las normas de la casa de la sidra), y dos actores que aprecio mucho, Ewan McGregor y Emily Blunt.

Ambientadas en Somalia hay dos películas muy americanas basadas en hechos reales: Black Hawk derribado (Ridley Scott, 2001) recrea con tufazo militarista las desventuras de unos marines en Mogadiscio. Capitán Phillips (Paul Greengrass, 2013), ídem con un marino mercante que se enfrentó a piratas de ese país. Ambas películas esquivan tratar, ni de pasada, las causas de la pobreza y la guerra perpetua en ese país, con el pasotismo, o connivencia, de las grandes potencias.

De Libia no encuentro rastro de producción propia. Por localización sólo destaca El león del desierto (Mustafá Akkad, 1980). Escaramuzas bélicas en la II Guerra Mundial protagonizadas por Anthony Quinn.

Del cine sirio, antes de la guerra fratricida que está laminando el país, destaca La noche (Mohamed Malas, 1992), ambientada en el conflicto con Israel de 1967. Del mismo director destacan también Ahlam el Madina (1984) y Escalera a Damasco (2013).

Cierro con una reflexión. Ninguno de los países vetados por Trump tiene regímenes políticos ejemplares. Más bien lo contrario. Pero las medidas tomadas contra sus ciudadanos, y por ende a sus culturas, son equivalentes a patear a un perro. Prepotencia y cobardía. Continuará...

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