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Narrativa

Camilo José Cela: volver a la colmena

La Real Academia Española celebra el centenario del Nobel vinculado a Mallorca con la publicación de una edición de una de sus mejores novelas, que incluye los fragmentos que en su día fueron censurados

Camilo José Cela: volver a la colmena

Al finalizar el año del primer centenario del nacimiento de Camilo José Cela varias instituciones rindieron homenaje a la obra y la figura del escritor gallego. Mientras tres exposiciones en Madrid (Instituto Cervantes, Biblioteca Nacional y Círculo de Bellas Artes) y otra en la Cidade da Cultura (Santiago), repasaban su vida y su obra a través de libros, objetos y obras de arte, el mejor homenaje al último Premio Nobel español de literatura ha sido la publicación conmemorativa de La colmena a cargo de la Academia Española de la Lengua, en la que Cela ocupo el sillón Q desde 1957 hasta su muerte en 2002.

La Real Academia de la Lengua acaba de publicar la mejor edición hasta ahora de La colmena, la gran novela de Camilo José Cela, aquella con la que el escritor gallego rompió los moldes de la literatura e inauguró en España la novela urbana y colectiva. La colmena es también, como saben todos sus lectores, un retrato implacable de la ciudad de Madrid en los años más duros de la posguerra y un desfile de tipos de la capital en aquellos años aciagos. Una realidad triste en la que los principales ingredientes, el sexo, el miedo y la miseria, acompañan la vida de las gentes que sobreviven a la pobreza y la represión. En su introducción a este volumen el director de la RAE, Darío Villanueva, califica La colmena como literatura realista de denuncia social.

La novedad más llamativa de esta edición es la de incluir aquellos fragmentos que en su día fueron censurados del manuscrito original de 1946, que se anaden al final de la novela comentados por Adolfo Sotelo y Noemi Montetes en un ensayo titulado "La colmena inédita". Estos textos censurados se reproducen en facsímil y se transcriben. Se incluyen también las sentencias de los censores, entre ellos la del P. Lucas Casla, que calificó la novela de inmoral, pornográfica e irreverente, y recomendó su no publicación por tener un "valor literario escaso". Existen dudas sobre si estos fragmentos debieran haberse publicado por separado, como en esta edición, o incluirse en el texto de la novela en aquellos lugares de los que fueron expurgados. La RAE ha decidido publicarlos al margen del texto respetando la voluntad del autor, quien en el prólogo de sus obras completas proclamo "definitivas las versiones que hoy ofrezco y ruego a mis editores y traductores que en lo sucesivo, a ellas se remitan".

La censura fue la responsable de que La colmena conociera seis distintas redacciones desde 1946, con una primera versión publicada en Buenos Aires en 1951 tras ser rechazada por la censura española. La colmena se editó por Noguer en Barcelona en 1955 con pie de imprenta mexicano, y la definitiva en 1963. En principio estaba concebida como la primera parte de una tetralogía que iba a titularse Caminos inciertos, que Cela nunca llegó a concluir.

Otro de los textos que acompañan a esta edición es el de Pedro Álvarez de Miranda sobre "Cela y el léxico español". Por su parte, Eduardo Godoy Gallardo, en "Presencia de la infancia en la novela española de posguerra: el caso de La colmena", repasa no solo los personajes infantiles de la obra sino también todas las alusiones que los protagonistas remiten a la niñez y a la condición infantil. Además de un análisis de "La construcción simbólica de La colmena" de Jorge Urrutia y el glosario de personajes que hiciera Caballero Bonald, se incluyen unas páginas de Dru Dougherty sobre los discursos narrativos de la novela y su versión cinematográfica, en la que Mario Camus aventuraba un desenlace para el enigmático final de la novela y un texto ["Hablando de mi melliza"] de Camilo José Cela Conde.

Es evidente que el mejor valor de esta edición de La colmena es la propia obra de Camilo José Cela, convertida ya en un clásico de nuestra literatura. El regreso a su lectura nos transmite la sensación de que la novela no ha perdido su fuerza original ni su interés. Los personajes y las circunstancias siguen pareciéndonos tan reales como entonces, y el ritmo de la narración difícilmente superable. A la manera del Ulises de Joyce, aunque sin mantener un orden cronológico estricto (como ejemplo, los capítulos IV y V están temporalmente invertidos), en La colmena se cuentan los avatares de multitud de personajes que pululan por las calles, los establecimientos y las viviendas de Madrid durante tres jornadas del año 1942, ninguno de ellos protagonista central de la obra si bien los de Martín Marco y doña Rosa, la propietaria del café por el que pasan muchos de ellos, son los que aparecen un mayor número de veces. De esos dos personajes se vale Camilo José Cela para trazar los ejes a cuyos lados se despliegan los protagonistas de esta narración coral de historias cruzadas.

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