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Escrito para no publicarse

El manicomio Mitford

Nuevas pinceladas sobre las disparatadas vidas de las seis hijas de los barones de Redesdale

El manicomio Mitford

Sólo hace falta posar la vista en algunas estanterías para comprobar el poder seductor perdurable de las seis hermanas Mitford. A la numerosa lista de libros ya publicados sobre las hijas desquiciadas de Lord y Lady Redesdale se sumaron no hace todavía demasiado en Inglaterra los perfiles de Laura Thompson. Ahora aparecen traducidas al castellano las cartas que se escribieron entre sí y que aportan nuevas pinceladas del modo alocado en que vivieron, fruto en gran medida de la confusión que produjo en las clases altas británicas el cambio de siglo, especialmente convulso en las cuatro primeras décadas de la pasada centuria.

Las nuevas páginas sobre las Mitford, las que surgen de su correspondencia y las escritas por Thompson, capturan el magnetismo díscolo y superficial que cautivó a buen número de escritores, sin dejar de lado la trágica oscuridad de las opciones de vida que eligieron las hermanas y las corrientes sociopolíticas salvajes que las alimentaron. Durante los 16 años transcurridos entre la puesta de largo de la mayor de las Mitford, Nancy (1904-1973), la novelista, en 1922, y la de la más joven, Deborah, en 1938, la escena política de Gran Bretaña recibió las fuertes sacudidas de una intensa polarización. El demagogo Oswald Mosley, líder de la Unión Británica de Fascistas, con ecos modernos nada débiles en el UKIP, hipnotizaba a los parados del East End. También hechizó a Diana Mitford (1910-2003), que se casó con él en segundas nupcias. Jessica (1917-1996), la comunista, huyó a España, donde se libraba la Guerra Civil, con el sobrino de Winston Churchill, Esmond Romilly. Tenía 19 años y causó una auténtica devastación familiar.

Algunas de las pasiones incendiarias de la época reflejadas en A la caza del amor, una de las novelas de Nancy, ardieron a mitad de camino de los Costwolds, donde se criaron las Mitford, y una Europa en llamas, y acabaron desgarrando sus existencias. Otra de las hermanas, Unity (1914-1948), la menos inteligente de las seis, penosamente romántica y con el cerebro aproximado de una almeja, se enamoró del Führer y lo siguió en Alemania. De vivir hoy podría reclutarla con facilidad el ISIS para su causa. Peinaba rizos rubios y tenía ojos azules, y cuando en 1943 Ernst Röhm, por ordenes de Hitler, fue sacado de la cama y ejecutado, junto con un otros oficiales, tras la famosa noche de los cuchillos largos, Unity escribió a su hermana Diana: "Me siento terriblemente mal por el Führer, ya sabes que Röhm era su compañero y amigo más querido". Regresó a Inglaterra con una bala alojada en su cráneo después de que intentara suicidarse cuando su país declaró la guerra a Alemania. No hizo más que empeorar.

Digamos que oficialmente la oveja negra del descarriado rebaño fue Jessica, también conocida por Decca. Periodista, se dedicó al activismo, vivió en Estados Unidos y si hay que agradecerle algo es un libro muy clarificador, The American Way of Death, sobre los negocios poco escrupulosos de la industria funeraria, un asunto que también perturbó lo suficientemente al escritor Evelyn Waugh, amigo de la familia. La experiencia como cantante en el grupo Decca and The Dectones apenas hay que considerarla. Como tampoco merecen demasiada consideración las vidas de Pam (1907-1994), salvo que como granjera introdujo en Inglaterra las famosas gallinas Appenzeller, o de Deborah (1920-2014), la más joven y esnob de todas ellas, casada con el duque de Devonshire, y que se dedicaría a los negocios en el castillo de Chasworth hasta su todavía reciente muerte.

La personalidad más atrayente de las Mitford corresponde, sin duda, a Diana, la belleza de la familia, de perfil griego y sonrisa de esfinge, que se enamoró locamente de Mosley. Él, al igual que ella, estaba casado, y ninguno de los dos pensaba en el divorcio cuando se conocieron en una fiesta de sociedad en 1932. Diana dejó a su marido, perteneciente a la familia Guinness, fabricantes de la famosa cerveza, heredero de una fortuna, y con el que había tenido dos hijos. Haciendo gala de su desprecio por las opiniones de los demás, se mudó a una residencia en Eaton Square para estar cerca de Mosley, cuya esposa moriría repentinamente en 1933. Tres años más tarde, Diana Mitford y Oswald Mosley se casaron en una pequeña ceremonia privada en la sala Joseph Goebbels, en Berlín. El invitado de honor fue Adolf Hitler. Diana Mitford, pese a ser una mujer culta, de refinado criterio, traductora de Balzac, amante de los clásicos de la literatura, y con fama de suficiente, vivió subyugada para el resto de su vida por el líder fascista que no dejó de serle infiel. En fin.

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