Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Biografía / Ensayo

El barro y la espada

Nuevos aspectos de la vida y la obra de dos poetas esenciales del siglo XX, Miguel Hernández y Cirlot

Antonio Rivero Taravillo, biógrafo de Juan Eduardo Cirlot.

La silva polimétrica "Me llamo barro aunque Miguel me llame" es una de las señas de identidad de Miguel Hernández. La espada, a su vez, es una cartografía del universo Cirlot. El primero que publicó un poema en honor al oriolano fue Cirlot en Espadaña, con el título de Elegía a Miguel Hernández (1945). Estos meses los dos poetas están en las mesas de novedades de las librerías por medio de una biografía y un ensayo.

Barcelonés que jamás se sintió catalán, Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) vivió unos años en La Pedrera gaudiana, de tez oscura y elevada estatura estudió con los jesuitas, místico y nihilista fue cautivado por la egiptología, jamás cursó carrera universitaria aunque fue un estudiante empedernido, deseó ser compositor sin conseguirlo del todo, defendió el dadaísmo, admiró y luego detestó a Neruda, se alejó de los surrealistas por carecer de arbitrariedad y por abrazar la métrica, defendió el militarismo, quiso ser postista y le orillaron (como le ha orillado la crítica actual) y construyó un universo hermético por líneas formales. Su poesía, que es más "una vía de conocimiento que una forma de expresión", discurre por caminos "que han de escandalizar al canon de la época" y ese alejamiento de la poesía social influyó en que Cirlot fuera "ocultado y negado" por todos, incluso por la gauche divine. En su premiada biografía que sabe a poco, Antonio Rivero descubre cartas y poemas inéditos (en menor medida de lo que el lector quisiera) e indica la existencia de un desconocido Diccionario de las artes.

Por su parte, en su ensayo, solo apto para incondicionales hernandianos, Lopez-Baralt recopila algunos de los testimonios del Miguel Hernández hombre para, a continuación, centrarse en el escritor y analizar su recepción en Puerto Rico como ideal del poeta-soldado a partir de los años sesenta. Su análisis del pasional Perito en lunas se apoya en tesis éditas de especialistas y con ellas elabora su discurso que, no obstante, completa con detalladas aportaciones propias, las cuales muestran que dicho libro "no solo puede divertir, sino emocionar". Igualmente desgrana la Elegía a Ramón Sijé y se ocupa del "mito creador de mitos", es decir, del Miguel Hernandez mitólogo que emerge en El rayo que no cesa, capítulo en el que hay una referencia excesiva al pasodoble El relicario. La épica lírica de Viento del pueblo centra el capítulo quinto, habida cuenta de que el tono épico "es una manera precisa de nombrar la historia asediada desde la pasión combativa con un claro norte de futuro esperanzador". El capítulo sexto está dedicado al pesimista alegato antibélico de El hombre acecha, en el que las décimas de Violeta Parra están de más, y, en el último capítulo, Lopez-Baralt desmenuza Cancionero y romancero de ausencias mostrando sus fuentes. A lamentar erratas como las de las pp. 16, 42, 45, 56, kaleidoscopio, Mayo por Mallo en la p. 107, deslices que no empañan el conjunto.

Al final tenía razón Cirlot cuando sostuvo que "vamos a vivir más tiempo muertos que vivos".

antonio RIVERO TARAVILLO

Cirlot

Fundación J. M. Lara, 302 P., 21.90 €

MERCEDES LOPEZ-BARALT

Miguel Hernández, poeta plural

UNIVERSIDAD DE ALICANTE, 202 P., 14 €

Compartir el artículo

stats