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Narrativa

La voluntad de la vida

Hace muchos libros que conocí a Marcos-Ricardo Barnatán

Marcos-Ricardo Barnatán con María Kodama, viuda de Borges.

El oráculo de un premio literario nos reunió en una ciudad en la que los trenes son una navaja que corta la noche de perfil. Ya era entonces Barnatán un poeta elegante, con la altura peinada hacia atrás, que convertía los números en versos y los versos en parejas de bailes, ajustadas a la cintura de la música y al deslizarse los pies de las palabras. Entre el humo moreno de un partagás y la robustez de su voz generosa de salón y de afecto recitaba sus poemas, trozos de recuerdos que parecía sacar de bolsillo como si fuesen los hilos con los que desovillar una historia inesperada. Cada uno de sus libros era un laberinto británico por el que paseaba uno de los yoes de Borges, al que tanto ama, como una letra en sueños entre las páginas. También tenían y tienen sus poemarios y narraciones mucho de la naturaleza abierta del viejo Whitman, vital y simbólico, haciendo de la vida algo extraordinario.

Huellas que se deslizan como raíces noctámbulas en Errante en la sombra. Nueve relatos componen este libro que tiene dentro esa cuerda de equilibrismo entre la poesía y la novela sobre la que avanza el cuento con un lenguaje cuya música barnataniana suena a tango. Piezas perfectas en su mecanismo que a veces son el fogonazo de una fotografía que fija la eternidad de un instante que se queda abierto, y que en ocasiones se parece a la pieza de un puzzle que se completa con otro relato y una sombra. Igual que sucede en este libro en el que nos susurra Barnatán la argentinidad de sus maestros -el elegante distanciamiento de Bioy o la reivindicación de lo lateral en la memoria y el humor de Felisberto Hernández-, la vecindad de un pasado, la relación del antihéroe, que en el fondo siempre es un poeta, con la sociedad que enmarca su angustia. Lo mismo que conversa con la Historia grande y con la h pequeña de su propia historia. Sucede con el prisionero de Longwood House que aguarda bajo la lluvia, con una mano escondida a la altura donde siempre duele el tiempo, la última derrota de una batalla en una isla desterrada. Un cuento de penumbras lovecraffniana, recordándonos que nos acechan los recuerdos de lo perdido, y que los silencios también a veces se quedan en blanco. Hay en otras páginas atmósferas plásticas de Magritte y de Max Ernst iluminando el burdel donde los años caballerosos exhiben sus cicatrices y desertan de la flexibilidad del kamasutra para elegir otros elixires del deseo. Nos invita también a espiar las peripecias de una víctima de los aeropuertos, el desasosiego de un fantasma que agoniza en alemán, mientras un escritor narra sobre la muerte como si fuese la única razón pura del opio. No hay espejos en este cuento pero si los hubiere veríamos en pena y fugaces a Wassianski y a Hoffman como testigos de negro del mismo cadáver filosófico.

Le gusta jugar a Barnatán con lo ritual de lo cotidiano y con el lenguaje cifrado. Es un hombre de cábala de los pies a la cabeza. Y con esas armas convoca a la Literatura y a la vida, como si fuesen un cromo de infancia al que ponerle la mano encima y ¡zas! darle la vuelta para descubrirnos la historia que ocultaba dentro. Igual que en ocasiones dispone a los personajes en el ajedrez de Stevenson y nos narra sombras al oído a la manera beckettiana. Es decir, alertando en todo momento al lector, presagiando la fatalidad de un secreto a desvelar, parodiando con juegos de lenguaje los nombres y conversaciones políticamente evocadas, y también a su familia del penúltimo verano, al niño de su infancia y al mar al que dejar de temerle un beso de cuerpo entero para descubrir que el sexo es también un oleaje.

Nos conduce Barnatán sin prisas por cada cuento, unas veces en un Dodge del 47 como si fuese un barco de Salgari, y otras a bordo del Cadillac de Verne, pero siempre sujetos por la luz nostálgica de una vela, avanzando por los pasillos de esa casa que es la Historia acontecida, la memoria impresa en Kodak, y una literatura culta, con carácter y con ternura, que en todo momento nos convierte en sus cómplices.

MARCOS-RICARDO BARNATÁN

Errante en la sombra

EL DESVELO, 64 PÁGINAS, 16 €

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