El ladrido de los perros mientras enfilaba el torrente, a la altura de Búger, terminaron por sacar de quicio a Alejandro de Abarca, más conocido por El Enano. "¡Callaos ya hijos de puta!", bramó al dirigirse a los animales. Su exclamación fue oída por Antonia, la dueña de la finca. Al verle le reconoció y exclamó "¡asesino, asesino!". El principal sospechoso del crimen de Ana Niculai se perdió de vista después dar un gran salto. Unas horas después, a primera hora de la mañana, sería detenido junto a la depuradora de Selva.

Como hacía muchos domingos, a las ocho de la noche, Antonia soltó a sus cuatro perritas para que corretearan por la finca. De repente, los canes se pusieron a ladrar. "Creí que una de las perritas se pudo haber caído al torrente", indicó. Con lo que no contó es que se toparía con una escena que le heló la sangre. Oyó una voz de hombre que se dirigía a los animales. Tras escuchar que les insultaba, se dirigió hacia él. "No se esperaba que hubiese una persona en la finca y se sobresaltó", explicó Antonia. Durante unos instantes, esta vecina de Búger y el presunto asesino se cruzaron las miradas. "Su cara de loco se me quedó grabada", resaltó Antonia. La mujer no pudo reprimir su miedo. Instintivamente, le gritó "¡asesino, asesino!". Vio como El Enano dio un salto poderoso y se perdió rápidamente de vista.

Después de que su vecina avisara a la Policía Local de sa Pobla, un nutrido dispositivo de la Guardia Civil se desplazó a Búger para dar caza al fugitivo. La descripción dada del sospechoso „corta estatura, vestido con una camiseta roja sin mangas y un pantalón negro corto„ encajaba fielmente con la del presunto asesino de Ana Niculai. Todos los rincones del pequeño municipio, incluido el cementerio, fueron peinados.

Rastro perdido torrente arriba

El rastro del fugitivo se perdía torrente arriba. Algunas latas de cerveza tiradas bajo un puente se le atribuyeron a él. Alejandro de Abarca hizo gala de una gran agilidad y de una tremenda capacidad para escabullirse. Evitó cualquier contacto humano y se desplazó por la isla utilizando los torrentes secos. Al toparse con alguien, nunca pasó desapercibido.

Un despliegue formidable de la Guardia Civil con perros trató de darle caza hasta bien entrada la noche. Los agentes del Instituto Armado se perdieron en la espesura y practicaron numerosos controles. El presunto asesino de Ana Niculai parecía haberles vuelto a dar esquinazo.

No tendrían que esperar mucho tiempo para volver a tener noticias suyas. Apenas unas horas después, sobre las siete y cuarto de la mañana, unos albañiles de Selva reconocieron al fugitivo sin ningún género de dudas. El Enano se había refugiado en un paraje situado en las inmediaciones de la depuradora de la localidad.

Los agentes de la Guardia Civil se desplazaron con celeridad al lugar señalado. No querían bajo ningún concepto que se les volviera a escapar. Los agentes del Instituto Armado acudieron a bordo de vehículos todoterreno. En esta ocasión, El Enano no tuvo tiempo de escapar. En un último ardid, Alejandro de Abarca negó ser el fugitivo. Primero, fue conducido al cuartel de Inca y, luego, hasta los calabozos de Palma.