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La escuela de hidroaviones de Portocolom cumple un siglo

Se trata de un centro de enseñanza pionero en España al ser íntegramente civil que apenas duró un año abierto (desde septiembre de 1922 hasta julio de 1923). Rememoramos cómo se constituyó y su breve recorrido, dando la titulación de ‘brevet’ a tres jóvenes: el ‘felanitxer’ Francisco Gomila, de Can Noio, y los ‘manacorins’ Andreu y Jordi Parera, de Can Sínies. Hoy en día su recuerdo es difuso y desconocido para muchos

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La escuela de hidroaviones de Portocolom cumple un siglo M. Buades

Corrían los años 20 cuando un joven catalán, piloto de aviación de profesión, comenzó a indagar sobre cómo constituir una escuela de hidroaviones. En aquella época el sector vivía en todo su esplendor, al ser uno de los medios de transporte más seguros, además de una red de comunicación importante (en el ámbito militar fue un elemento clave durante la Primera y Segunda Guerra Mundial). La inquietud de Àngel Orté Abad no cesó hasta que logró su cometido: crear el primer centro de enseñanza de hidroaviones de España (íntegramente civil). Y lo hizo en Portocolom. Una localidad, desconocida para muchos, que marcó un punto de inflexión en su historia.

Así lo narra el pobler Miquel Buades, presidente de la Fundació Aeronàutica Mallorquina y autor de la obra Escuela de hidroaviones de Portocolom, años 1922-1923. Vuelta aérea a España, 23-24. Según cuenta, fue la excelente ubicación de la costa felanitxera lo que declinó la balanza. «Orté buscaba un lugar resguardado para poder ejecutar las prácticas y Portocolom cumplía con los requisitos. Además, los tres alumnos confirmados eran de la zona [dos de Manacor y uno de Felanitx, ya que los dos de Palma finalmente se echaron atrás], por lo que era el lugar idóneo para construir la escuela», señala Buades, quien también apela a la belleza de este tradicional pueblo pesquero, lo que cautivó a Orté y su familia.

Así que ni su Barcelona natal, ni cualquier otro punto de la geografía española. La primera escuela de hidroaviación se constituyó en Portocolom el 15 de septiembre de 1922. El camino no fue fácil, reconoce Buades, ya que diferentes documentos oficiales atestiguan que la burocracia retrasó su puesta en marcha. Aunque Orté no desistió «hasta que se salió con la suya». Para ello reclamó al ayuntamiento de Felanitx una subvención, que finalmente le concedieron por valor de mil pesetas con la condición de que durante cuatro años no se montase ningún otro centro de enseñanza de este tipo en otros puntos del litoral mallorquín. Y así se hizo. Eso, y algunos viajes a Madrid hasta que consiguió la autorización del Gobierno central.

Y es que el Ejecutivo nacional vivía una época convulsa en aquellos años, por lo que Orté trazó su camino, avanzando en la construcción del hangar hasta la aprobación definitiva del proyecto. Las obras arrancaron oficialmente el 2 de agosto y apenas duraron doce días. No había mucho trabajo: solo debían acondicionar un espacio para albergar dos hidroaviones. «La ubicación del hangar no fue fruto del azar, sino que eligieron ese espacio porque era donde se situaba el antiguo varadero, el cual ya disponía de una rampa con una pequeña pendiente de bajada al mar, lo que facilitaba la tarea de instalar los hidros dentro del hangar. Además, se situaba a escasos metros del muelle», explica Buades. Un espacio que a día de hoy pasa desapercibido para muchos al no llamar la atención la placa conmemorativa. En concreto, se encuentra entre la calle Mare de Déu y la calle Pescador y según sostiene este pobler, la actual plaza todavía conserva los mismos edificios colindantes que había en aquella época.

Pero volviendo a las obras, cabe remarcar que fueron anunciadas a bombo y platillo en los noticiarios de aquel momento. Tanto el Correo de Mallorca como el semanario Felanigense informaron durante aquella semana de todos los detalles de la nueva escuela de hidroaviación, lo que generó gran expectación entre los vecinos de la localidad. «Se creía que aquel centro de enseñanza serviría como un aliciente más para promover la curiosidad de la gente por este mundo», asevera Buades. Un razonamiento que no acabó de cuajar: «Su corta vida hizo que muchos se olvidaran de ello demasiado rápido y no tuvo la repercusión esperada».

Estaba todo listo para dar luz verde a este proyecto pionero. Y se hizo el 15 de septiembre de 1922, aunque las clases no arrancaron hasta diez días después. La joya de la corona era el ‘Macchi’ M-3, un hidroavión que compró Orté en Italia con 16 metros de envergadura y doble mando, «adecuado para la enseñanza», apunta Buades. Posteriormente la colección se amplió con otra adquisición: un nuevo ‘Macchi’, modelo M-18, el cual disponía de un motor más potente ya que proporcionaba una fuerza de 180 Hp.

Además del contratiempo del papeleo, que dilató la puesta en marcha del centro de enseñanza, Buades arguye uno más: las condiciones del contrato. Según este pobler, que ha investigado exhaustivamente esta época, recopilando más de 1.200 documentos de hemerotecas, fotos y archivos y entrevistándose con la hija de Orté, Margarita Orté, los alumnos no estaban de acuerdo en asumir los costes en caso de accidente. Al final, el acuerdo quedó así: la matrícula ascendía a seis mil pesetas más el 25% de la gasolina consumida y en caso de accidente los gastos corrían a medias entre el estudiante y el profesor. Y Buades destaca otra cláusula: «Si después de doce horas de lecciones el alumno no supera la prueba, no podrá reclamar ya que se consideraba que era por ‘falta de aptitudes’».

Otra anécdota curiosa, dice Buades, es que el joven alumno felanitxer Francisco Gomila de Can Noio logró alcanzar un acuerdo con Orté, a fin de pagar menos de matrícula a cambio de hospedar al instructor y su familia en una de sus viviendas de Felanitx. «Al parecer Gomila tenía una gran fortuna, aunque al final la acabó perdiendo y se exilió en Argentina sin nada», añade.

Primeras pruebas de vuelo

Con la escuela de hidroaviones a pleno rendimiento, los tres alumnos (el felanitxer Francisco Gomila, de Can Noio, y los manacorins Andreu y Jordi Parera, de Can Sínies) comenzaron con las clases prácticas. «Es de suponer que las tranquilas aguas de Portocolom proporcionaron buenos vuelos a los tres estudiantes, los cuales iban progresando en el manejo del hidroavión, así como en el estudio de cartas de navegación y prácticas de mecánica, impartidas especialmente por el mismo Orté y el mecánico Guillermo Coll», señala el presidente de la Fundació Aeronàutica Mallorquina, al tiempo que indica que a dichas clases acudían la madre de Gomila y la esposa de Orté para ayudar a introducir y extraer los hidroaviones del agua.

Todo marchaba sobre ruedas hasta que el 7 de febrero de 1923 en un vuelo de prácticas uno de los hermanos Parera tuvo un accidente con el hidroavión, incendiándose el motor y quedando el aparato totalmente destruido. Un suceso que produjo gran alarma no solo en Portocolom, sino en toda la península, haciéndose eco varios medios de comunicación de dicho percance como La Vanguardia de Barcelona, El Imparcial de Madrid, La Época o el ABC. Con el hidroavión siniestro, el curso acabó con solo un aparato para ejecutar las prácticas. Y lo que debían ser tres meses de aprendizaje con 26 horas de vuelo se alargaron a algunos más, según Buades, por el mal tiempo durante el invierno mallorquín.

«Durante las prácticas de vuelo consta que se realizaron algunos viajes a Ibiza y Menorca, si bien no se pueden saber las fechas exactas de los mismos, y también a Barcelona. Y en uno de estos viajes tuvieron una avería por lo que debieron hacer un amerizaje de emergencia en la playa del Estartit y, una vez reparada, el domingo 22 de abril regresaron a Portocolom», comenta Buades.

El gran día llegó el 18 de julio de 1923. Fue la fecha en la que los tres estudiantes debían poner en práctica todo lo aprendido durante el curso. Para ello, un séquito del Aeroclub de Barcelona se desplazó hasta la isla para examinar a los chavales. La prueba consistía ejecutar un despegue, elevarse a mil metros de altura y efectuar pruebas fáciles entre las que se encontraba la de realizar cinco «ochos». Sorprende —dice este pobler— que el examen se llevara a cabo en Alcúdia y no en Portocolom. «Es de suponer que Orté eligió dicha bahía puesto que al ser mucho más grande que el puerto de Portocolom podía ofrecer más seguridad a la hora de realizar los ejercicios», manifiesta.

Sea como fuere, los tres jóvenes lograron obtener su titulación ‘brevet’, y los hermanos Parera, junto con el instructor Orté, crearon la sociedad de Aviación Sport, a fin de rentabilizar los vuelos con pasajeros en un proyecto de vuelta aérea a España, parando por los diferentes puertos de la geografía española. Un proyecto que parece que les funcionó, y sobre todo, les generó ganancias: costaba 30 pesetas un vuelo de entre 15 y 20 minutos.

La gran pregunta es: ¿por qué la escuela de hidroaviones de Portocolom duró abierta apenas un año? Buades responde: «Tras la Vuelta a España, Orté tuvo un accidente con su hidroavión en Pollença, lo que le dejó sin aparato ya que salió ardiendo. Al verse sin hidroavión, decidió dejar todo este mundo, volvió a su Barcelona natal y abrió una empresa de mercancías», explica. Buades también menciona la falta de un número mayor de inscritos como otro aspecto que ayudó a Orté a declinar la balanza. Una escuela fugaz, con apenas un año de vida, que albergó a tres jóvenes estudiantes ilusionados y miles de historias. La primera en España que sirvió para abrir el camino al resto.

Conmemoración en 2012

«Los canarios no son los primeros en hacer una demostración de cómo ameniza un hidroavión sino que lo fuimos nosotros en 2012», advierte Buades. Fue en la conmemoración del 90 aniversario de la creación de la escuela de hidroaviación en Portocolom. Un acto que contó con la asistencia de numerosas personalidades políticas de aquel momento como la presidenta del Consell de Mallorca, Maria Salom; el conseller de Agricultura, Biel Company; el alcalde de la localidad, Biel Tauler; o la propia hija del piloto catalán, Margarita Orté; además de las decenas de vecinos que invadieron el puerto en plena ‘diada’ de Sant Jaume.

Para conmemorar la efeméride, se desplazó hasta Portocolom un hidroavión procedente de Sabadell (Cataluña). Un ‘N206MX’, propiedad de Martín Picart, que fue recibido desde el aire por una avioneta ‘EC-EKJ’. Y es que hacía noventa años que un hidroavión no amenizaba en aguas de Portocolom. Para ello se habilitó un pantalán flotante, donde antaño había habido el de la escuela. Cien años después se vuelve a celebrar la efeméride, esta vez de manera más discreta, como su corta vida.

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