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Artículos de broma | Desfigurada Evangelista

Ala camaleónica modelo de los años noventa Linda Evangelista una operación de cirugía estética la dejó «brutalmente desfigurada». Le sucedió algo similar hace años a la actriz italiana Laura Antonelli. Las dos pasaron una depresión; la de Antonelli duró hasta su muerte.

La de su piel quedaron abultadas permanente. ¿Cómo es posible que esté universalmente aceptado tal nivel de violencia sobre el cuerpo para conseguir una supuesta perfección?, se debate. La industria de la moda no puede responder sin dispararse en la boca. Hará un montaje patanesco, 15 días de modelos imperfectas y volver.

Ahora que cualquier interacción insatisfactoria puede ser calificada de violencia falta imponer el nombre a la que cometen las modelos sobre las modelables lectoras sólo con su «perfección», que sigue en el orden de lectura a los zapatos cuyo taconeo te empoderará en el trabajo. Los estudios de la frustración de las lectoras al acabar una revista de moda de principios de siglo ahora se trasladan a las redes sociales, donde toda inseguridad produce vulnerabilidad y ese olor excita a fieras particulares y anónimas o públicas e inmorales.

La llegada de las «influencers», modelos autoproclamadas, autoempleadas y autoeditoras sólo ha aumentado esa inseguridad en la proximidad: no es una supermodelo, es una vecinita apañada de la belleza, con taller en su dormitorio y pasarela en la calle. Además, las redes aumentan la dependencia del gusto ajeno con likes contantes y sonantes.

No se puede esperar que la cínica industria de la belleza renuncie a la «perfección». La moda, las alarmas y el armamento son tres industrias que venden creando inseguridad. La convivencia entre la cosmética y la sastrería, que producen tanta inseguridad, con la literatura de divulgación psicológica, que trabaja la autoaceptación es una estrategia perfecta que se completa con el feminismo posturero del papel couché y photoshop. Les va genial.

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