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Niños y dinero, ¿misión imposible?

El multimillonario Warren BuffetT inició su primer negocio con 6 años. Para que su caso no sea algo tan excepcional, instituciones públicas y privadas hoy quieren impulsar la cultura financiera desde la infancia

Ilustración DM

Puede que el nombre de Warren Buffett no le suene al común de los mortales, pero en el mundo de las finanzas es un espejo en el que muchos quieren mirarse. Es conocido por su olfato inversor y su estilo riguroso al elegir las empresas por las que apuesta. También por llevar una vida austera en Omaha, la localidad de EEUU donde nació hace 91 años, pese a comandar un gran holding (Berkshire Hathaway) que controla compañías como Duracell, la aseguradora Geico, o la cadena de restaurantes Dairy Queen. Otra parte de su historia es la precocidad. Con 6 años inició su primer negocio: compraba latas de Cola Cola, chicles y caramelos, y los revendía puerta por puerta. Halló rápido la forma de generar beneficio y la progresión fue imparable. Como él mismo ha narrado, compró sus primeras acciones con 11 años y a los 13 ya declaraba sus impuestos. Hoy cuenta con una fortuna estimada en más de 100.000 millones de dólares.

¿Qué provoca la atracción por los números en un chaval de 6 años? ¿Algún factor, además del biológico, genera esta magia? Atendiendo a informes, estadísticas y expertos, hay una respuesta común: la educación financiera. Y cuanto antes llegue, mejor, como recomiendan la OCDE o la Comisión Europea.

En palabras de Warren Buffett, una gran influencia fue su padre, que le inculcó «los hábitos correctos». «La educación empieza y continúa en casa: los niños replican a sus padres», apunta Elisabet Ruiz-Dotras, doctora en Economía y profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Según explica, en el hogar se van asentando los conceptos financieros básicos, debido a esta tendencia de los más pequeños a imitar los comportamientos de su entorno. «Si en una familia el dinero se derrocha, es muy probable que los hijos hagan lo mismo, a no ser que haya consecuencias y lo hayan vivido», expone. 

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Niños y dinero, ¿misión imposible?

Qué es el dinero

Como se heredan los hábitos buenos pero también los malos, Ruiz-Dotras identifica una idea que hay que transmitir en cuanto los peques «aprenden a sumar»: el valor del dinero. «En una edad muy temprana los niños tienen que entender que el dinero no es gratis ni infinito», afirma, y que está «asociado a una contraprestación». Junto con estos conceptos, sugiere introducir el valor de la paciencia, porque «el ahorro siempre se consigue con la paciencia». «Y hay que cultivarla, porque con el dinero somos muy emocionales», insiste.

Herramientas como la hucha o la paga serán aliados de padres y madres en la tarea de iniciar a sus hijos en las finanzas. Un teléfono móvil con saldo de prepago puede ser una buena forma de enseñarles a organizarse con un presupuesto y planificar el gasto. Porque, ¿cómo hacerles entender que no podrán chatear si agotan los datos el día 10 del mes? Y, con los valores del ahorro y la planificación aposentados, llega la oportunidad de abrir una cuenta bancaria digital: «Que sepan mirar cuánto dinero hay; cuánto se han gastado», comenta la profesora de la OUC. Entidades como Abanca, Banco Mediolanum, Openbank o Bankinter se acercan a sus clientes futuros con cuentas infantiles, y también las ofrecen fintech como Revolut o MyInvestor: normalmente enfocadas a poder ahorrar, sin comisiones, y en algunos casos, con regalos. Incluso se comercializan tarjetas de débito o prepago con control parental.

La clave está en simplificar y ser prácticos, cuenta Alfonso Arellano, economista senior de la Unidad de Sistemas Financieros en BBVA Research y profesor asociado en la Universidad Complutense de Madrid. Cuando son pequeños, la visión económica se puede plantear igual que se hace con la salud, cuando se les enseña a lavarse las manos o cepillarse los dientes. «Podemos poner ejemplos; preguntarles ‘¿qué ocurre si te doy 5 euros y te quito 1 euro?’», comenta el experto, que habla de dar «píldoras de educación financiera» adaptadas al ciclo vital de cada persona.

Una buena base puede ayudar a adoptar mejores decisiones sobre la economía personal, a evitar pérdidas patrimoniales o un endeudamiento excesivo; a saber afrontar imprevistos…«Si acabo como Warren Buffett, fantástico. Pero si acabo con una situación financiera que me permite desarrollar una vida plena, pues fantástico también», asevera Arellano. 

Cuando el Banco de España y la CNMV quisieron averiguar el nivel de conocimientos financieros de la población, preguntaron sobre inflación, tipo de interés compuesto y diversificación de riesgos. Los resultados de la Encuesta de Competencias Financieras, publicada en 2018, son poco alentadores: la nota media ronda el 6 y alrededor de un cuarto de los entrevistados tiene conocimientos bajos o muy bajos. Desde entonces, una pandemia y otra crisis han hecho tomar conciencia a los ciudadanos. Ahora, la seguridad financiera es prioridad para el 54% de los españoles, según el Informe Europeo de Pagos de Consumidores de Intrum. Bajo esta premisa, cuatro de cada 10 quieren mejorar sus conocimientos porque creen que la formación que han recibido ha sido insuficiente. 

«Los niños tienen que entender que el dinero no es gratis ni infinito»

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¿Y el cole?

Si un buen número de adultos no entiende estos conceptos, ¿cómo se van a encargar de acercarlos a los niños? Aquí es donde entra en juego el sistema educativo. Aunque en este campo también hay un amplio margen de mejora, como recuerdan desde la Fundación Contea.

Si en Reino Unido o Países Bajos son punteros es por sus estrategias nacionales de educación financiera, porque existe un apoyo del gobierno o porque la educación financiera es asignatura obligatoria, muestra otro estudio realizado por Contea y Fundación PwC. En España, asignaturas como Economía, Finanzas, Administración de empresas o Emprendimiento, que se incluyeron en el currículo escolar en 2014, tienen un carácter opcional y no alcanzan a todos los alumnos de Bachillerato, indica José Manuel Oviedo, asesor senior en Fundación Contea. También es relevante cómo los centros abordan estas materias, para las que se deberían emplear métodos «didácticos, interactivos, con uso de las TIC y experiencias del mundo laboral...», añade José Luis Lizcano, secretario de esta entidad. Además, incide Lizcano, es fundamental que la formación sea continuada, y no sólo con los jóvenes, sino también para los profesores. 

Para suplir estas carencias de colegios e institutos, desde Contea piden adoptar el modelo de colaboración público-privada, liderada por las Administraciones, que tan bien funciona en países como los anteriormente citados. Y mientras esto llega, diversas iniciativas allanan el camino. Una de las más conocidas es Finanzas para todos: promovida por el Banco de España y la CNMV, agrupa a organismos gubernamentales y otras entidades y desarrolla actividades para concienciar de la importancia de estar financieramente formados.

A su vez, proyectos privados trabajan para impulsar una educación financiera que «beneficia a la sociedad a medio y largo plazo», destaca Ángel Martínez-Aldama, presidente de Inverco, que también reclama más respaldo de los poderes públicos. Esta asociación lanzó en 2019 el programa Rumbo a tus sueños. Destinado a estudiantes de Formación Profesional, imparten sesiones con las que, a partir de un presupuesto de ingresos y gastos, «abrir un poco su horizonte a efectos de cumplir sus sueños, que no son sólo comprar un móvil o hacer un viaje el año que viene, sino formar una familia o comprar una casa», concreta Martínez-Aldama. El nivel que se han encontrado en las cerca de 60 aulas por las que han pasado en estos años es «más bien bajo», aunque la respuesta es muy positiva y «la mayoría dicen que les gustaría repetir y que les ha sido útil». 

Otro proyecto reciente, pero que ha impactado ya a unos 5.000 niños, es ValueKids, la pata infantil de Value School, creada por el gestor de fondos Francisco García Paramés para promover la cultura financiera, la inversión y el ahorro. Colaboran con los colegios para fomentar la capacidad crítica y la reflexión entre los 5 y 8 años, e ir introduciendo conceptos más complejos hasta los 16 años. Con los más pequeños utilizan materiales desarrollados ‘in house’ como juegos de cartas y marionetas. Y siempre en formato presencial. El ataque a los mayores alterna sesiones presenciales y juegos, como una revisión del clásico Monopoly que combina «la perspectiva económica con la social», con apps, webinars, vídeos y kahoots.

«Buscamos que sean conscientes de las decisiones que van a tomar, de lo que van a querer en el futuro y de los riesgos que se van a encontrar», enumera el coordinador de ValueKids, Fernando Sánchez, quien resume que el objetivo final es que los individuos estén «menos sometidos a los vaivenes económicos». «Ni siquiera ahorramos porque pensamos que el Estado nos lo va a dar, pero a lo mejor no. Tenemos que ser independientes y evitar sustos. Y esto pasa por desarrollar nuestras propias competencias financieras», concluye.

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