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Cuando sa Pobla fue plaza militar

Se cumplen 85 años de la llegada de dos batallones de soldados, que permanecieron en la localidad hasta 1946

Jura de bandera en la Plaça Major. | ARXIU JOAN PAYERAS

Cuando se cumple el 85 aniversario del estallido de la Guerra Civil Española, la efeméride se presta a recordar la presencia de militares acuartelados en sa Pobla durante los tres años que duró la contienda y en los posteriores años de posguerra, hasta 1946.

Sa Pobla fue durante la guerra un pueblo relativamente tranquilo en comparación con otras poblaciones de Mallorca, si bien algunos vecinos de la localidad fueron objeto de serias represiones y hasta víctimas de varias ejecuciones, por parte de ambos bandos.

Sa Pobla, durante la Guerra Civil, por su situación estratégica entre Inca-Pollença-Alcúdia, se convirtió en lugar de parada de un batallón de soldados que se instalaron en el almacén y dependencias de Can Garroví, ubicado en la Plaça del Mercat, donde actualmente se levanta el edificio que alberga el colegio Tresorer Cladera y las antiguas dependencias del PAC. Can Garroví, antiguo almacén de productos agrícolas, durante la Guerra Civil fue acuartelamiento de una compañía de unos doscientos soldados del batallón de trabajos forzados. También se alojaron en el habilitado cuartel un batallón de soldados de Infantería y ogro de Artillería. En 1946, el ejército retiró la tropa y devolvió, en parte, el edificio al consistorio pobler, quedándose un espacio reservado para la parada de caballos sementales militares, hasta 1967.

Según la crónica parroquial, el 21 de diciembre de 1936 «llegó a sa Pobla un batallón de Infantería para establecerse, que hasta la fecha había permanecido en Pollença». Y añadía, «a todos abrazamos efusivamente con el mismo calor con que lo hiciéramos con los bravos conquistadores de Irún, pues consideramos a los soldados que se hospedan hoy en nuestra Villa como una verdadera prolongación de aquel puñado de héroes». La suma total llegó a mil efectivos, a cargo del comandante José Moragues Cabot.

Soldados comiendo ante la 
vigilancia de sus superiores.  | ARXIU JOAN PAYERAS

Soldados comiendo ante la vigilancia de sus superiores. | ARXIU JOAN PAYERAS

Refiriéndose al habilitado cuartel de Can Garroví, dice el historiador Joan Miquel Caldés en su ponencia presentada en las «I Jornades d’Estudis Locals sa Pobla» que el Ayuntamiento había comprado el solar a Miquel Aguiló Bonnín por 70 mil pesetas. En febrero de 1938, el cuartel disponía de cien camas para los soldados de Infantería. El cuartel fue ampliado después de que en febrero de 1938 el Ayuntamiento comprara un solar colindante a Pedrona Capó Reynés por el precio de 3.500 pesetas.

En la posguerra

Terminada la contienda, sa Pobla siguió siendo plaza militar acuartelada que acogía un batallón de soldados de Infantería y otro de Artillería. Una situación que todavía recuerdan los más viejos del lugar y de la que dejó constancia escrita el Cronista Oficial, Alexandre Ballester en su libro Álbum del temps (Edicions Albopàs 2000). Ballester cuenta que tenía 12 años de edad, aquella mañana del 21 de mayo de 1945, cuando se celebró un brillante acto militar que contó con «una misa de campaña en la Plaça Major y el acto de jura de bandera de los reclutas del último reemplazo. Había un gentío, los balcones llenos presenciando el acto y con la presencia de todos los escolares de la localidad, perfectamente aseados y vestidos, los niños a un lado y las niñas al otro. Entonces la moral dictaba unas normas de estricto cumplimiento».

Militares en un acto patriótico ante la Casa Consistorial.

La misa de campaña se celebró sobre un entarimado de tablones de madera levantado sobre el embaldosado de la Plaza, en el lado norte ornamentado con ristas de mirto. Los soldados, en reglamentaria formación, ocupaban la mitad de la plaza, mientras la otra mitad estaba ocupada por el público.

Entonces era alcalde de sa Pobla Rafel Barceló Tugores Sión, ecónomo de la parroquia Antonio Palou Pons, que asistieron al solemne acto militar. Terminada la misa y la jura de bandera, los oficiales y otras autoridades subieron al palco para presenciar el desfile de la tropa, calle Major abajo, «con paso marcial al son de corneas y tambores».

Dice Ballester que con la presencia de la tropa militar acuartelada, las calles y plaza del pueblo registraban un inusitado movimiento humano. «Al atardecer, a la hora del paseo de la tropa, en la Plaça y sus alrededores se congregaba multitud de gente, sobre todo los sábados. Y los domingos, tal concurrencia provocaba una notable actividad en cafés, bares, fondas, cines y otros establecimientos comerciales o de ocio. Las relaciones de los soldados con los vecinos del pueblo, fueron siempre fluidas y cordiales, y más de un idilio, iniciado entre un soldado y una poblera en aquellos paseos, algunas veces acabó en casamiento».

La festividad de Santa Bárbara, 4 de diciembre, patrona de la Artillería, se celebraba con desfile por las calles y un partido de fútbol por la tarde en el campo sa Fortalesa. Por la mañana, según la crónica: «Los artilleros de esta plaza asistieron con sus jefes y oficiales a una misa celebrada en honor a Santa Bárbara». Y cuatro días después, el día 11, festividad de la Inmaculada, patrona de la Infantería, la crónica decía: «Los soldados de Infantería asistieron con toda la oficialidad a una misa en honor a la Inmaculada». Otro desfile y partido de fútbol por la tarde.

Recuerda Ballester en su artículo que la presencia de la tropa de Artillería e Infantería, trasmitía a todo el pueblo un ritmo especial. Por ejemplo, «el día 11 de febrero de aquel 1945, con motivo de las fiestas dedicadas a Nuestra Señora de Lourdes, además de los correspondientes actos religiosos, a las cuatro de la tarde, en la Plaça Major, se ofreció un concierto a cargo de la Banda de Música del Regimiento de Palma, con gran concurrencia»

Solados poblers en los frentes

En cuanto a soldados poblers que perdieron la vida en los frentes de guerra, Joan Miquel Caldés cita a Francesc Cladera Vidal y Agustí Gost Cladera que fallecieron en el frente de Porto Cristo en agosto de 1936 luchando contra las tropas republicanas comandadas por el Capitán Bayo. Y publica una relación de 17 soldados de sa Pobla que perdieron la vida en distintos frentes de la península.

En las conclusiones expuestas en su trabajo, Caldés deduce que «durante los años de la guerra, en sa Pobla se produjeron detenciones, encarcelamientos y algunos casos de condenas a muerte. Se disolvieron todos los partidos políticos contrarios del nuevo orden y se impuso la incautación de todo tipo de objetos con el pretexto de colaborar con la causa del Movimiento Nacional. La Iglesia participó del nuevo discurso ideológico franquista y pasó a desempeñar un papel de más protagonismo en la vida del pueblo».

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