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Oblicuidad | Belmondo, el penúltimo de la era anterior al #metoo

París, primavera de 1990. Mitterrand reina en el Elíseo, González en La Moncloa y Jean-Paul Belmondo sobre las tablas del Teatro Marigny, donde galopa más que interpreta el Cyrano de Bergerac. El espectador acababa la función sudoroso ante el despliegue físico del fetiche antes que actor, más entregado al enloquecido amador que el acomodaticio Depardieu.

Daba la sensación de que Belmondo interpretaba todos los papeles a la vez, soldado feliz saltando a sus 57 años de mesa en mesa como Derek Jacobi, un actor auténtico, recreando también saltarín el Kean de Sartre en Londres. En cambio, el francés se encontraba incómodo en los tramos de claro de luna. Su Cyrano hubiera solucionado en dos patadas el enredo sentimental que el texto le obligaba a encarrilar versificando. Sin embargo, la esencia teatral es la transmisión de energía, y el mito ahora fallecido suministraba llama suficiente para recordarlo durante décadas en los momentos de desaliento. Era un enigma desnudo.

«La vida no va conmigo» era la filosofía imbatible que cimentaba las conquistas sucesivas o simultáneas de Belmondo. Sabemos que Woody Allen quería reencarnarse en las yemas de los dedos de Warren Beatty. Sin embargo, y a pesar de su antieuropeísmo, se hubiera conformado con el archivo digital del actor francés que siempre iba del brazo de la mujer oportuna ante el fotógrafo oportuno. No era intelectual, tampoco tocaba el arpa, explotaba su vertiente arrabalera en lugar de excusarse por ella.

Depardieu o Allen han sido sometidos al reglamento implacable del #metoo, así que con Belmondo desaparece el penúltimo actor de la era anterior. Ya solo queda Alain Delon, la belleza de 24 quilates, alineado a la derecha de la ultraderecha. En el velatorio se revisa la filosofía amontonada alrededor de À bout de souffle, cuando Godard ha repetido hasta quedarse sin aliento que el cine es la reunión de dos animales jóvenes y bellos en la pantalla. Y el más francés de ambos era Jean Seberg, suicida en serie,

El actor fallecido no se formulaba preguntas, de ahí que su nariz aplastada fuera el modelo óptimo para la Nez Cassé del Teniente Blueberry, quizás el cómic capital. Belmondo es más importante como protagonista de las aventuras del héroe de Charlier/Giraud que por su trabajo en carne y hueso. Saltando de mesa en mesa en su Cyrano, también Belmondo hubiera querido ser Blueberry, y solo él lo fue.

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