Cagarla en Afganistán debe ser una tradición occidental. El anormalismo islámico, también llamado anormalislamismo (qué manía la de llamarlos radicales) tiene de nuevo un campo de patatas entero para difundir gilipolleces en la cabecita de un montón de jóvenes que, de vivir en otros lugares, pensarían normalmente en acabar sus estudios, en encontrar una pareja y en ser felices sin molestar. Occidente la cagó hace cuarenta años en forma de rusos y soviéticos, y últimamente en forma de estadounidenses y europeos. Al Qaeda, Isis, Daesh y toda esa panoplia de burros ajenos a la religión de El Corán son los mismos salvajes que, por estos andurriales hasta hace tres siglos, quemaban en nuestras plazas a adúlteras, a científicos o a artistas sólo porque a los inquisidores de turno les pareciera. Nada que no hayamos hecho.
