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Oblcuidad | Enfrente de Protasevich había un periodista

Daremos por sentadas las nociones compartidas sobre las vicisitudes de Roman Protasevich, destacado periodista de la oposición bielorrusa cuyo avión fue secuestrado por el presidente Lukashenko, para exhibir después al opositor en la televisión oficial bielorrusa ONT como un arrepentido. Hasta aquí la sinopsis, pero fíjense en que el párrafo se ha construido en torno a dos antagonistas, el déspota y una de sus víctimas atormentadas.

Falta algo, y no les reprocho la omisión, porque durante casi un mes rumié la contrición de Protasevich sin pensar en una tercera persona. Por supuesto, en la confesión arrancada a golpes participó un periodista de la ONT. He sido incapaz de encontrar el nombre del entrevistador tras unas indagaciones preliminares, pero esta elusión para reforzar la ilusión es un primer síntoma de la vergüenza que inunda al gremio, ante la colaboración concienzuda del profesional de la información. En un flagrante incumplimiento de los códigos, la barbada BBC detalla en su crónica que el secuestrado «miraba a los ojos al conductor del programa», sin identificar al destinatario de la mirada.

Enfrente de Protasevich había un periodista, y no recurriré a la candidez de llamarlo «falso periodista» o «traidor a la deontología». Al revés, cumplía con la probidad académica. El nombre pasa a un segundo plano, pero las imágenes no me dejarán mentir. El entrevistador o torturador aparece con la cabeza afeitada, en mejor estado físico que su interlocutor y con las trazas de un matón de serie B. Sentado en una silla de cuatro patas a la distancia social covid, saca a escena la versión adaptada al KGB de la Muerte accidental de un anarquista de Dario Fo.

¿Por qué no se le ha concedido un honor estelar al tercero en discordia? Es el autor de la entrevista, arranca la conversión y despierta el arrepentimiento, debería ser tan renombrado como Oprah Winfrey frente a Harry y Meghan Markle. Debuta con un neutral «¿has accedido voluntariamente a esta entrevista?», que sería jaleado por los profesores de Ciencias de la Información. La sonrisa unilabial del funcionario de la ONT es una mueca policial, la encarnación sin fisuras de un canalla. Lo descubrí en una fotografía, pero el vídeo es la impugnación definitiva de una profesión, y no precisamente la política. Cada vez que se convierte a los periodistas en bastiones contra la injusticia, se olvida que también son sus heraldos. Con otro o el mismo nombre.

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