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Oblicuidad | Perdón por haber ordenado estas palabras

Noruega se suma a países también laicos como Francia, en la imposición a los influencers de un aviso o trigger warning en el caso de que utilicen trucos para mejorar su imagen. Con todos los respetos, hubiera sido más útil socialmente el exterminio indiscriminado de los influencers, una raza de privilegiados ociosos que ha logrado superar en inanidad a sus predecesores, los disc-jockeys.

En la sospechosa obsesión creciente de los adultos o adulescentes contra los adolescentes auténticos, se pretende que los jóvenes contemplen a los influencers tal como se levantan a las doce del mediodía, para disuadir así a quienes desean despertar junto a ellos. Me considero antes que nada audiencia, salvo en breves paréntesis como el presente, y antes soportaría un capítulo de Rociito que una sola alocución de un influencer. Sin embargo, me molesta la infantilización de los espectadores entre quienes me cuento.

No conviene ser demasiado exigente con los políticos, pero hasta un gobernante que ha elegido entre un centenar de imágenes para su póster de campaña puede entender que la belleza es siempre irreal o forzada. Y ahora viene la gran sorpresa, un niño de seis años también es capaz de apreciar la manipulación. Dado que el maquillaje o la cosmética, de ahí viene el cosmos, significa lo ordenado, el despistado Gobierno noruego ha introducido la anarquía como principio rector. La cumbre de la burocracia invita al primitivismo odorífero, porque una ducha también es un retoque.

Una vez prohibidos los ajustes para favorecer la lectura de imágenes, pido disculpas desde el mismo titular por haber colocado en una disposición determinada las palabras que lo configuran. «Perdón por haber ordenado estas palabras» no solo empeora la magnífica calidad expresiva de un influencer, también soporta una dosis de artificio insoportable para un Gobierno noruego. Los vocablos deben espolvorearse a su albedrío, para que nuestro encabezamiento de hoy responda por ejemplo a «Estas perdón haber por palabras ordenado», que suena a verso de Quevedo.

Mi fe en el Gobierno noruego está por debajo de mi confianza ciega en el mercado, que sabrá extirpar a los influencers con la misma saña que mostró contra los disc jockeys.

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