Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

OBLICUIDAD

El mandato de no recargar a la princesa Leonor

La princesa Leonor acaba de amadrinar la flotadura que no botadura del submarino Isaac Peral, finalizado con la tradicional década de retraso sobre el calendario previsto. Parece una excelente noticia, desde la cautela de que los submarinos españoles acreditan una propensión a hundirse por encima o por debajo de las exigencias de su función. Afortunadamente, el padrinazgo no supuso una inmersión inmediata del aparatoso vehículo que podría haber sido la última, aunque el sobreprecio pagado convertiría esta indolencia en insolencia. 

La Zarzuela traslada a sus heraldos acríticos que el madrinazgo de Leonor de Borbón Ortiz se inscribe en una agenda diseñada por Felipe VI y sus aciagos asesores, con objeto de fortalecer la imagen de la heredera. Craso error, en el frontispicio del palacio debería grabarse el mandamiento de no sobrecargar a la princesa. No se necesita desviar la atención de la parroquia, sino polarizarla en una Jefatura del Estado con demasiados días de asueto. Dicho de otra forma, dos reyes vivos dan más problemas que la coexistencia de dos Papas en El Vaticano. Incorporar una tercera pata no garantiza el equilibrio estático del mueble, sino la tormenta que puede derrumbarlo.

La mejor noticia para la monarquía durante el último año es el discurso pronunciado por Leonor de Borbón en Oviedo, con motivo de la entrega de los premios que ostentan su título. Por desgracia, uno de los traspiés más morrocotudos en dicho lapso es el confinamiento de la heredera en un colegio de película de terror, al que no pueden acceder el 99,9 por ciento de sus coetáneas españolas. Pagará por un curso lo que un compatriota medio durante su entera carrera escolar, todo sea por equipararse con las eminencias que Gales aporta a la humanidad.

El hospicio fuera de Europa es con todo más positivo que el auspicio de submarinos inestables. Aunque la urgencia que acucia a La Zarzuela es contagiosa, la sobreexposición desmoronó a Lady Di. El Rey cumplió la edad actual de su hija en 1983, sin ninguna ansiedad del entorno por su incorporación inmediata. De hecho, el moldeado de su figura solo se emprende a raíz de su boda, veinte años más tarde. Y nadie dirá que sus problemas actuales surgen de una maceración excesiva. En la asignatura de tronos comparados, Carlos de Inglaterra tiene seis veces más años que la princesa española, y sigue instalado en la categoría de provechoso aprendiz. 

Compartir el artículo

stats