Lo escribió Homero 2.800 años atrás: «Quien ama la guerra civil es un hombre sin lazos de familia, sin hogar y sin ley». Un enfrentamiento entre compatriotas multiplica exponencialmente los efectos destructores de los conflictos bélicos. La Guerra Civil española cayó como una bomba atómica sobre la diminuta y pacífica comunidad de residentes en la isla de Cabrera. Sus consecuencias fueron irreversibles para algunos de los habitantes. Quienes sobrevivieron, penaron durante décadas por unos hechos a los que eran ajenos.

Cabrera

Cabrera

Es la historia que narra Els de Cabrera, un libro de Joan Rigo Bonet ampliado y reeditado por Documenta Balear recientemente. La narración se sustenta en los recuerdos de Jeroni Bonet Barceló, tío del autor y uno de los protagonistas de la historia. Los hechos sucedieron en los años treinta y cuarenta. La recopilación de los recuerdos es de 1992. La primera publicación llega casi veinte años después... es la prueba de cuán difícil resultó para sus protagonistas asimilar los trágicos sucesos.

LA PAZ

Principios del verano de 1936. En Cabrera conviven dos familias. Por una parte están los Suñer. Se trata del matrimonio formado por Damià Suñer, su esposa Jerònia Mas y sus hijos Joan, que milita en Falange, Gaspar, Margalida, Maria y Francisca. Son los arrendatarios de la isla, que es propiedad del Estado desde que fue expropiada en 1915. Con ellos están Teresa Vicens, en calidad de sirvienta, y sus cuatro hijos.

Jeroni y Antoni Bonet, primero y tercero por la izquierda, durante la siega.

Los Bonet son los amitgers que explotan las tierras cultivables. La familia la forman los esposos Març Bonet y Maria Barceló y sus cinco hijos: Jeroni, Francisca, Antoni, Bàrbara y Març.

Las labores del campo, el cuidado del ganado y la caza de cabras y conejos para completar la dieta constituyen la rutina diaria de los cabrerenses.

En la isla también conviven una pequeña guarnición militar, que es relevada regularmente, y dos fareros. Casualmente, el comandante retirado Ferrer se encuentra allí disfrutando de unas vacaciones con su familia. Los residentes habituales conviven amistosamente. Lo atestiguan las numerosas fotografías en las que se les ve, sobre todo a los jóvenes, participando en festejos informales o en imágenes que muestran a gentes con ganas de disfrutar de la vida.

CAMBIOS DE BANDO

El 19 de julio se declara el estado de guerra en Balears. Cabrera «no estaba en el mapa» de batalla, opina Joan Rigo, pero una secuencia de acontecimientos desgraciados «reproducen el conflicto a pequeña escala en la isla».

Fotografía de los miembros de la familia Bonet que estaban libres enviada a los hermanos presos: Jeroni y Antoni.

El primero es el amerizaje el 30 de julio de un hidroavión republicano averiado en Cala en Ganduf. Los militares de la guarnición apresan a los seis tripulantes. El 1 de agosto, dos submarinos y un remolcador republicanos entran en el puerto de Cabrera para rescatar a los aviadores. Detienen a Damià Suñer, a sus hijos y al comandante Ferrer. Probablemente han sido acusados por los aviadores, que han visto al hijo falangista participar en la detención.

Se los llevan a Menorca junto con la guarnición cabrerense. Los Suñer son brutalmente asesinados en las afueras de Maó porque uno de ellos es falangista y sobre el padre pesa la sospecha de que vota a la derecha. Cabrera, que no entraba en los planes del capitán Bayo para invadir Mallorca, está ahora metida de lleno en el conflicto.

DE REPUBLICANA A NACIONAL

La isla queda bajo control republicano. El 5 de agosto desembarca un centenar de milicianos de la FAI y la CNT. Prohíben a los amitgers entregar alimentos comprometidos por contrato con los arrendatarios. Una circunstancia, no será la única, que erosiona la convivencia entre los pacíficos habitantes habituales.

Ambiente festivo en Cabrera.

El 15 de agosto es Bayo quien llega a la isla. Al día siguiente comienza el fracasado desembarco de Portocristo. Tras la debacle, el 5 de septiembre los milicianos abandonan Cabrera con destino a Menorca. Con ellos se llevan a los tres hombres de la familia Bonet. La ocupación republicana ha durado apenas un mes.

Las mujeres y los hijos menores siguen en Cabrera. Nadie parece acordarse de ellos. El día 12, Teresa Vicens y sus cuatro hijos, uno de ellos enfermo, Francisca Bonet y Margalida Suñer se dirigen hacia la Colònia de Sant Jordi en un bote de remos. Allí explican la situación y una embarcación parte para rescatar a los últimos seis habitantes.

DESESPERACIÓN Y CODICIA

La guerra ha terminado en Cabrera, pero «vertaderament, la guerra comença després del ‘desfile’ de la pau». Las palabras de Blai Bonet en El mar son clarividentes. Jerònia Suñer es una mujer duramente golpeada por el conflicto bélico. No solo ha perdido violentamente a su esposo y a sus dos hijos mayores, su hermano Joan Mas, alcalde socialista de Montuïri ha sido asesinado por los fascistas. «Jerònia no buscaba venganza por su gran desgracia –opina Joan Rigo Bonet–, pero necesitaba encontrar un responsable». Entonces se aproxima a ella un personaje siniestro. Se trata de un falangista y primo de Jerònia de nombre Pere Antoni Mas Roig, alias Calco.

Margalida Suñer, segunda por la izda., Bàrbara y Francisca Bonet en 1934 o 1935.

Calco compraba la lana de las ovejas de Cabrera. Si los Bonet desaparecen física o socialmente, el negocio será redondo. Calco y un compañero de Falange detienen a Maria Barceló y a su hija mayor. Permanecen en la Prisión Provincial varios meses. Mientras, los falangistas organizan una expedición a Cabrera, de donde desaparecen propiedades muebles y ganado. «El robo de bienes, la codicia, no solo afectó a nuestra familia –explica el autor–. El móvil económico está presente en la persecución y condena de hombres y mujeres que no se sumaron a la rebelión». El autor de Els de Cabrera destaca «el papel de las mujeres como sufridoras y luchadoras».

Los hombres de la familia Bonet se encuentran en Menorca. Los jóvenes son incorporados a filas, aunque no participan en actos de guerra. El padre trabaja en el campo. Cuando termina la guerra, son sometidos a consejo de guerra. Es la causa 1029/36, que investiga «las responsabilidades contraídas... a raíz de la ocupación de la isla de Cabrera por las fuerzas marxistas». Esperan la celebración del juicio en prisión. La pena de muerte ronda a los acusados. La condena llega el 16 de marzo de 1943. Març Bonet y sus dos hijos son condenados a reclusión perpetua, equivalente a 30 años, por «adhesión a la rebelión militar», la cínica y truculenta fórmula con la que los rebeldes castigaban a quienes se mantuvieron fieles a la legalidad.

De izda. a dcha., Bàrbara, Francisca, Jeroni, Antoni y su padre Març, junto a dos soldados.

El padre queda en Palma y es indultado un año después. Los hijos comienzan un periplo por prisiones y campos de trabajo del centro y norte de España. En 1946, con los aliados de Franco derrotados en Europa y las cárceles abarrotadas, el dictador firma indultos de los que se benefician Jeroni y Antoni Bonet.

Las consecuencias de los sucesos de Cabrera se prolongarán durante décadas. Algo tan simple como sacarse el carnet de conducir se convertirá en un suplicio para Jeroni Bonet. «Cuando estalla la guerra, las gentes se dicen: ‘Esto no puede durar, es demasiado estúpido’. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre». Palabra de Albert Camus.

Joan Suñer, a la izda., y sentadas Francisca Bonet, Margalida Suñer y Bàrbara Bonet.

TRES CUARTOS DE SIGLO DE SILENCIOS

 Joan Rigo Bonet -siempre recalca el segundo apellido como homenaje a su madre- es hijo de Bàrbara Bonet Barceló, la menor de las hijas del matrimonio de ‘amitgers’ de Cabrera. La gestación del libro ejemplifica como los efectos de una guerra se prolongan mucho más allá del último disparo. Trabajador de Neckermann entre 1974 y 1990, el autor se convirtió en un trotamundos laboral: Tailandia, Hong Kong y Cuba figuran en su currículo. La historia de Cabrera apenas era un eco lejano en su familia.

En 1992 regresa a Mallorca y retoma el contacto con su tío Jeroni, quien comienza a narrarle los sucesos vividos al principio de la Guerra Civil. Los fines de semana aprovecha para grabar estos recuerdos: «Eran charlas informales, no había intención de publicarlas». Al final de las conversaciones, su tío le enseña una maleta de madera. La había utilizado al regresar a Mallorca tras ser recobrar la libertad. En el interior hay documentos, entre ellos la sentencia de la causa 1029/36. En el fondo encuentra un puñado de monedas con el perfil de Franco desfigurado. La pequeña venganza hacia el dictador que destrozó millones de vidas.

El autor de Els de Cabrera continuó investigando y recorriendo los escenarios de las vivencias de su familia. Sin embargo, no se planteó la publicación hasta el fallecimiento de su madre. Ella no quería recordar la tragedia. Entre los sucesos y el libro pasaron 75 años.

El libro de Joan Rigo Bonet, ampliado y reeditado por Documenta Balear, se basa en los recuerdos de Jeroni Bonet Barceló.

El libro de Joan Rigo Bonet, ampliado y reeditado por Documenta Balear, se basa en los recuerdos de Jeroni Bonet Barceló.