La destrucción del yacimiento prehistórico de Son Oms es «una salvajada». El calificativo es de los años setenta. Lo pronuncia Guillem Rosselló Bordoy, arqueólogo y director durante décadas del Museu de Mallorca. La catedrática de historia del arte Catalina Cantarellas considera que el recinto es una víctima «del turismo de masas». Los salvajes son los políticos que dirigen el tráfico aéreo en España. El arma homicida es la segunda pista del aeropuerto. Los hechos ocurren hace medio siglo atrás. El crimen es precipitado, los aviones aún tardan catorce años en hollar la nueva infraestructura.

Lluís Pericot (1899-1978), una de las mayores autoridades en prehistoria, escribe el 18 de febrero de 1971 un artículo en Diario de Mallorca para advertir sobre el inminente desastre de la desaparición de Son Oms. «¿Cómo vais a permitir –pregunta a los mallorquines– que algo tan íntimamente ligado a vuestra historia, que es la historia anónima de todos los pueblos mediterráneos y de todos los humanos en definitiva, sea arrasado?».

Al día siguiente, el periódico publica un editorial en el que clama en el desierto: «Hay que rescatar de la probable ruina todo el conjunto... No podemos prescindir frívolamente de algo que nos legó el pasado y del que no somos más que meros transmisores».

Ni caso. Las máquinas excavadoras destruyen tres mil años de historia sin piedad ni respeto por la historia.

La importancia de Son Oms

El yacimiento arqueológico que queda en 1971 es una parte –«un pálido reflejo»– de lo que ha sido un conjunto mucho más amplio. Se extendía por las fincas de Son Oms Vell, Son Oms Nou, So na Mansona, Son Sant Joan i Can Pinya. Probablemente ha sido el centro precursor de lo que a partir del 123 antes de Cristo fue la Palma romana. Pese a las pérdidas anteriores, se trata de un conjunto que abarca una superficie de 10.000 metros cuadrados. Los restos se datan en un periodo que abarca desde el año 1200 antes de Cristo hasta el 200 de nuestra era.

La zona formaba parte en el pasado de la bahía de Palma. Una barrera de arena la separó del mar y la convirtió en un pantano que durante siglos, y hasta su desecación en el XIX, estuvo en el origen de enfermedades como el paludismo.

Vista general del poblado prehistórico de Son Oms, en primer término se ve el túmulo con las habitaciones adyacentes.

Entre 1908 y 1915 se ha parcelado la zona, según explica Rosselló Bordoy en Son Oms, el santuario talayótico, su traslado y reposición. Cada nueva partición del territorio con su correspondiente explotación agraria supone que se esfume algún edificio navetiforme, talayot o cueva prehistórica. Cuando en 1958 se redescubre el yacimiento, lo que queda es un centro ceremonial con un santuario, un talayot, un túmulo escalonado – con sorpresa en su interior-, un laberinto y una sala hipóstila. También hay algunas zonas de enterramiento de adultos, en algunos casos acompañados de perros, y de niños.

Una calavera encontrada en el yacimiento arqueológico.

Es mucho lo perdido, pero lo que resta sigue siendo «el conjunto más importante de la cultura talayótica de Mallorca», en palabras de Pericot. Los arqueólogos trabajan en la zona entre 1958 y 1964, año en el que las campañas se trasladan a otros monumentos de la isla.

La amenaza aeroportuaria. En 1969, los arqueólogos se ven obligados a regresar precipitadamente a Son Oms. Una grave amenaza se cierne sobre el yacimiento. El turismo crece cada año con cifras de récord. Las autoridades franquistas apuestan por seguir alimentando la gallina de los huevos de oro y deciden que Son Sant Joan tenga una segunda pista. Quizás hubieran podido construirla tierra adentro. Pero se opta por pegarla a Can Pastilla, una decisión que supone la destrucción total del recinto arqueológico.

Trabajos en el interior de una de las navetas.

Se trabaja a marchas forzadas. Sin embargo, Guillem Rosselló Bordoy se muestra pesimista frente a los periodistas: «Estem fent feina de bades, entrarán las excavadoras y no dejarán piedra sobre piedra». Los trabajos, además, sufren contratiempos meteorológicos. Entre febrero y agosto de 1969 la actividad es febril, pero las lluvias obligan a parar e inundan el conjunto. En febrero del año siguiente se reanudan las labores.

Se consiguen algunas prórrogas antes de que la maquinaria moderna destruya la historia. La propia autoridad aeronáutica financia parte de las investigaciones, pero todo resulta inútil para salvar lo que resta de los orígenes de Palma.

El santuario reconstruido junto a la entrada del aeropuerto.

En medio de la desesperación, los arqueólogos reciben una pequeña satisfacción. Cuando apenas quedan unas semanas para el final, descubren que el túmulo esconde una sorpresa en forma de dos habitaciones navetiformes. El hallazgo merece el calificativo de «impresionante» por parte del experto en prehistoria Lluís Pericot.

Se hacen planes para trasladar el santuario y las navetas. Se toman medidas, se elaboran maquetas –que hoy pueden verse en el museo del castillo de Bellver– y las losas se numeran una a una.

Sin embargo, en marzo de 1971 todo ha terminado. El balance es dramático. Las navetas no se han podido salvar. «Las losas quedaban destruidas en muchos trozos en cuanto se tocaban». Han perdido consistencia a causa del fuego y la presión del túmulo superior. De las 499 piezas, pueden trasladarse 80. Sólo seis están enteras.

Vista general de las navetas descubiertas durante los trabajos.

Al final únicamente se puede salvar el santuario. Se trata de un edificio de planta cuadrangular de entre diez y 12,60 metros de lado. Las paredes se construyeron con losas de grandes dimensiones. En el interior, dividido en tres naves, hay seis columnas que sostenían el techo. En el verano de 1971, el santuario queda reubicado en la intersección de la autopista de Llucmajor con la vía de acceso al aeropuerto. Ahí continúa, aunque desde el coche resulta difícil contemplarlo.

Entran las excavadoras. Las obras de la segunda pista avanzan a buen ritmo sobre lo que fuera la Palma prehistórica. En marzo de 1974, el consejo de ministros presidido por Franco aprueba la finalización de los trabajos.

Sin embargo, entre las dos fechas se interpone un invitado indeseado para el desarrollismo: la grave crisis del petróleo de 1973. Los combustibles suben de precio, volar cuesta más, millones de personas pierden su trabajo y las vacaciones se relegan. La segunda pista no es necesaria en este contexto y su utilización se pospone. Son Oms no se ha podido salvar por culpa de una infraestructura supuestamente urgente que ahora es inútil.

Hay que esperar a 1987 para que un ministro se atreva a inaugurarla. Abel Caballero, hoy alcalde de Vigo y entonces ministro de Transportes en el gobierno de Felipe González, aterriza en la segunda pista el 16 de octubre. Se trata de un acto de cara a la galería, porque los aviones libres de ministros y llenos de turistas, no la usan hasta el verano del año siguiente.

La pelotita de golf

Se ha escrito en este reportaje que la segunda pista no se utiliza hasta 14 años después de que las excavadoras arrasaran Son Oms. No es del todo cierto. El 7 de marzo de 1977 se convierte en un improvisado campo de golf para presentar la pelota Slazenger B-51. Compiten once periodistas británicos especializados en este deporte y jugadores españoles. Gana Valentín Barrios, que en tres lanzamientos lanza la pelotita de marras a una distancia de 1.309 metros... sobre el cadáver de la Palma prehistórica.