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Artículos de broma

Relaciones con el algoritmo

No acabo de saber cómo relacionarme con el algoritmo informático que hay detrás de todo lo que uso en las pantallas del móvil, el ordenador y la televisión. Se comporta como el colega que comparte tus gustos, pero, en realidad, es el tendero que quiere saber qué mercancía da más beneficios. Oigo al colega, imagino al tendero, pero cada vez que la plataforma de televisión me pide que califique una serie para mejorar el servicio vuelvo a estar en casa de mis padres porque el algoritmo se comporta como mamá, quiere saber de mí, por mi bien, porque sabe lo que me conviene y, con lo que le respondo, aprende a predecirme. Y me brota el instinto adolescente.

–¿Adónde vas?

–Por ahí.

–¿Con quién vas?

–Con unos.

–¿Qué vais a hacer?

–No sé, ya veremos.

El algoritmo me saca granos. Esta tensión adolescente no cambia las cosas, pero mantiene alerta. El algoritmo sabe, igualmente, mucho de mí, pero ¿por qué ponérselo fácil? Esta rebeldía de no contestar activamente ni seguir sus recomendaciones evita que triunfen las limitaciones que persiguen las familias, lo que rejuvenece a cierta edad.

La calificación de series es solo una de las manifestaciones más inocentes de lo que se llama el capitalismo de vigilancia, que ya tiene muchas aplicaciones de control político y puede alcanzar muchas de control político autocrático, porque cada día se nota más, contra lo que se decía, que al capitalismo no le preocupa nada la democracia.

Aún no existe una manera adulta de relacionarse con el capitalismo de vigilancia porque provee de comunicaciones y servicios imprescindibles hoy como cubren los padres las primeras necesidades de sus hijos. Además, el capitalismo de las nuevas tecnologías nos trata como a niños, nos atiborra de galletas (cookies) y nos ofrece juegos y ñoñería virtual. Va siendo hora de que pierda esa ventaja y nos impongamos como sociedad adulta a las empresas y a sus dueños para que no moldeen el mundo según sus gustos y conveniencias.

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