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500 años de las Germanies

La Almudaina, testigo de la lucha de los Agermanats.

En 2021 se cumplirán cinco siglos de la revuelta o revolución, como quiera llamársela, del movimiento que en la España del emperador Carlos, el nieto de los Reyes Católicos (fue el papa Alejandro VI, el Borgia, uno de los mayores libertinos que han habitado en el Vaticano, quien así les denominó para mayor gloria venidera del nacionalcatolicismo español), reclamó empuñando las armas los derechos y los fueros de los pueblos españoles: Comuneros de Castilla, Agermanats en Valencia y Mallorca. El levantamiento popular acabó ahogado en sangre, sus dirigentes fueron ejecutados: Bravo, Padilla y Maldonado en Castilla, Joanot Colom en Mallorca. Carlos, el emperador, el monarca más poderoso de su tiempo en Europa, impuso su ley. Cinco siglos después, las Germanies siguen reverberando  en las Islas, se siguen considerando la epifanía de todo lo que después han sido los procesos autonomistas que, en los estertores del siglo XX, después de la larga dictadura franquista, han desembocado en el actual sistema federalizante del Estado Español, que sigue sin disponer de las imprescindibles estructuras jurídico-intitucionales de un genuino estado federal.

 El historiador Eduardo Pascual, profesor de Historia Moderna en la UIB, ha estudiado a fondo el desarrollo del movimiento de las Germanies en Mallorca, que iniciándose en 1521 se prolonga durante dos años, hasta 1523 cuando la rebelión es definitivamente sofocada. Explica el profesor Pascual que consistieron en un estallido político-social que cerró definitivamente la Edad Media dando inicio a la Moderna insertado, además, en los movimientos insurreccionales acaecidos en la península. Matiza que habría que considerar a los agermanats como la continuidad de la revuelta ocurrida en Mallorca unas década antes, entre 1450 y 1453. La base de las reivindicaciones del agermants estaban en la deuda pública y la tremenda tensión existente entre Ciutat y Part Forana. La revuelta se inició el jueves de carnaval de 7 de febrero de 1521, cuando un grupo de artesanos asaltó la prisión real reclamando la liberación de siete menestrals activistas que habían sido detenidos por orden del virrey Miguel Gurrea el día anterior. A partir de esa fecha se sucedieron una cadena de acontecimientos que fueron evolucionando desde los de unos postulados con pretensiones legalistas de carácter básicamente moderado, encarnadas por el pelaire Joan Crespí, hasta otras, propias de un radicalismo revolucionario dictatorial, al frente de las que estaba el sombrero Joanot Colom. La finalización y posterior represión de la revuelta se materializó con la llegada de la escuadra real el 13 de octubre de 1522 y la capitulación de Palma el 7 de marzo de 1523. Para el historiador Pascual las Germanies fueron el resultado del malestar de una gran parte de la sociedad mallorquina decepcionada por la actuación de sus dirigentes cuyo contexto habría que situar en el cambio de mentalidad y reivindicación, en origen alejado de radicalismos, de la sociedad mallorquina de principios del siglo XVI.

 La grave situación económica y la notable corrupción administrativa existentes incrementaron el malestar ante los que la única solución que vieron los gobernantes de Mallorca fue la de solicitar dinero a catalanes y mallorquines, mediante la emisión de lo que se denominaba censales consignativos, pero que no entrañaba una reforma de la redistribución de impuestos fiscales, que abrumaban a las clases populares. Una precisión importante: un mallorquín de la Part Forana debía soportar una doble tributación, la del pago de imposiciones indirectas sobre productos o de transmisión hereditaria y otra por el reparto de las llamadas Tallas, a fin de pagar la deuda contraída para cubrir su propio déficit económico, que afectaba esencialmente a las economías modestas. El segundo factor de la base programática de los sublevados fue la de depurar los cargos administrativos y obtener una mayor representación foral y de los menestrales en el Gran i General Consell de Mallorca, máximo órgano representativo, además de establecer una atenuada presión fiscal. 

Alcúdia no se sumó al bando rebelde en las Germenies.

Iniciada la revuelta en Palma el jueves de carnaval, jueves lardero, que rápidamente se hicieron con el control de la ciudad ante la pasividad temerosa de las autoridades, obteniendo el armamento de los destacamentos militares, el movimiento se extendió hacia la Part Forana: Inca, Bunyola, Llucmajor, Santa Maria, Campos, Andratx. Hacia finales de marzo la Germania prácticamente ocupaba la totalidad del territorio. Joan Crespí, propugnaba «el que deba, que pague». Los sublevados no querían implimentar una suerte de revolución social y mucho menos proceder a la abolición de la monarquía, sino básicamente una reforma fiscal e institucional. Así lo atestigua el juramento que debían realizar aquellos que querían unirse al movimiento: «Juro ante Dios, nuestro Señor, que defenderé con todas mis fuerzas la Santa Fe Católica, y a mi Rey, mi Señor don Carlos», añadiendo : «Juro que favoreceré con los medios a mi alcance la Santa Quitación (amortización) hasta lograr la total liberación de la deuda pública y juro que ayudaré y prestaré favor a los otros miembros de la Santa Germania aunque sean mis enemigos». Pero el miedo se generalizó, la nobleza halló refugio en sus castillos y como es conocido Alcúdia no se sumó al bando rebelde, lo que el emperador Carlos agradeció concediéndole el título de Ciudad fidelísima, la muy noble y leal ciudad de Alcúdia.

 En el verano de 1521 los Agermanats se radicalizaron al ser eliminado el moderado Joan Crespí siendo sustituido en el liderazgo por el muy radical Joanot Colom, dándose inicio la denominada represión de los mascarats. En julio la violencia se materializó pasando Colom a liderar en solitario el movimiento insurgente. El castillo de Bellver fue asaltado y los nobles que allí se habían refugiado fueron pasados a cuchillo. El castillo de Santueri, en Felantix, logró resistir, al tiempo que la amurallada Alcúdia hizo frente con éxito al asedio al que fue sometida. En octubre de 1522, después de varios intentos frustrados de acabar con la insurrección, la escuadra real con 2.000 soldados llegó a Mallorca al mando de Juan de Velasco. Fue el inicio del fin. Los Agermanats, viéndose vencidos, solicitaron la indulgencia del emperador Carlos logrando un acuerdo con Príamo Villalonga, lugarteniente del vierrey, para enviar una delegación al emperador exponiéndole sus razones. No hubo clemencia. Los cinco comisionados regresaron a la isla con sentencia de muerte sobre sus cabezas que fue de inmediato cumplida. La represión se inició con gran violencia, en especial sobre los que tenían las manos manchadas de sangre. Las localidades rebeldes tuvieron que satisfacer castigos económicos corporativos llegándose a la astronómica cifra global de 138.514 libras. Alcúdia quedó exenta del pago. No todos los municipios afectados lograron pagar las multas impuestas. Las condenas a muerte se generalizaron alcanzando a casi todos los dirigentes destacados de la revuelta.

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