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Brindis

Tiffany Blackman: En esta vida nunca hay que dejar de aprender

Sumiller y amante del mar, ha sido periodista, diseñadora de moda y directora del IBATUR. Eterna estudiante, es profesora de Waldorf y Educación Primaria.

Tiffany Blackman

He leído su currículo y no sé por dónde empezar. Estudió Diseño de Moda en Milán, se especializó en sombreros en París, ejerció de periodista y fue directora del IBATUR de 2000 a 2003. Ahora se dedica al sector agroalimentario.

Ahora que miro hacia atrás me he dado cuenta de todo lo que he hecho y de que, en la mayoría de las veces, he estado siempre ayudando a arrancar el proyecto. Creo que todo me ha llegado por ponerle pasión y también por una dosis de suerte. Evidentemente, hay mucho trabajo, vocación y esfuerzo detrás. 

Vayamos a los orígenes. ¿Cómo llega una chica de New Hampshire y familia tejana a la isla? 

Mi familia se mudó a vivir a España cuando yo era pequeña, primero en Alicante y luego en Barcelona. Recuerdo que mis padres siempre me hablaban de Mallorca, de esos años 50-60 en Formentor. Para mí, sus anécdotas de las vacaciones en la isla me sonaban a paraíso. La primera vez que pisé Mallorca fue ya en la década de los 90, y lo hice por una reunión de trabajo con Camper, con quienes ya colaboraba en París. Años después fue Guillermo Ferrer quien insistió en que me viniera a vivir aquí y me propuso un proyecto que no pude rechazar. 

Pero, como toda profesional inquieta, con el tiempo volvió a volar y se marchó a los Estados Unidos.

La verdad es que me salían ofertas interesantes que me permitían desarrollar la faceta para la que me había formado. La moda es un mundo por el que siempre he sentido una gran fascinación. No solo a nivel de diseño sino también el negocio, el marketing y la comunicación.

¿Y todo eso de qué manera influyó para que le ofrecieran dirigir el IBATUR?

Conocí a Celestí Alomar antes de que fuera conseller durante unas cenas en Pollença y habíamos mantenido algunas conversaciones interesantes. Supongo que le convenció mi manera de ver el mundo, mi experiencia laboral y que hablo cinco idiomas.

¿Qué aprendió en el sector público?

 Fue un máster. A nivel profesional y personal aprendí muchísimo, porque en ese ámbito ves lo mejor y lo peor del ser humano. Lo que llevé peor fue estar en el ojo público durante tanto tiempo, no estaba acostumbrada. Eso es lo más duro, la crítica constante, no siempre constructiva. 

Le pilló además una época complicada para el sector turístico tras los atentados del 11-S en Nueva a York.

Nos cambió la vida a todos en un día... Un salto al vacío. Quizás por eso entiendo mejor a todos los que en estos momentos están intentando gestionar la realidad actual. No querría estar en su piel. 

Creo que llegó a contabilizar los viajes que realizaba al año.

Fueron unos 175, así que, cuando acabó la legislatura, decidí que dejaba de ver la vida desde el aire y que tocaba quedarse en tierra. Quise dedicarme a mí; establecí Palma como base, cogí mi lista de sueños y metas por alcanzar y comencé a cumplirlos. 

¿Lo ha logrado?

¿El qué? ¿Realizarlos todos? Esa lista nunca se cierra del todo. Algunos son deseos que surgen de mi niña interior; otros son más reales y alcanzables. Sería muy triste ir tachando lo conseguido de esa lista sin añadir nuevos sueños o retos. 

Estaba viajando y se encontraba lejos de casa cuando recibió una llamada para un nuevo trabajo.

 En realidad acudí por una amiga y me encontré con un producto y un proyecto que me pareció irrechazable en el sector gastronómico, más concretamente en el mundo del café. Empecé como delegada de Nespresso en Baleares con una mesa prestada en el polígono. Nadie sabía entonces hasta donde llegaría... 

Y volvió a sonar el teléfono.

En plena época de recolección de la oliva conocí la finca Aubocassa y me enamoré del lugar. Me abría las puertas a trabajar en el campo. Llevo desde entonces viviendo un idilio, una aventura que no parece tener fin porque es un proyecto en la naturaleza y tiene un ritmo particular propio. No solo elaboramos aceite, sino que hacemos mucho más. Es tradición pero también revolución tecnológica; es historia pero también innovación; es Mallorca pero también es el mundo. 

Tengo la sospecha de que se está quedando más tiempo en la isla del que se hubiera imaginado cuando llegó.

He tenido el privilegio de conocer Mallorca en muchas facetas y además estoy casada con un mallorquín. Pienso que la isla es un lugar de paso que te acaba cautivando y no sé cuánto tiempo más me quedaré en ella. Lo que tengo claro es que aún no estoy preparada para alzar el vuelo. 

Empezaba esta entrevista señalando su currículo. No puedo obviar que es también armadora y patrona de un velero clásico, ‘Orión’, con el que ha ganado incluso la regata de clásicos de Palma.

Siempre había soñado con tener un velero, tanto que solicité un amarre en Calanova antes de tener uno porque tardaban muchos años en concederlo. Se adelantó más de lo previsto y tuve que lanzarme sí o sí. Vi muchos barcos y cuando me encontré con Orión fue un flechazo. Ya tenía el título del PER pero no una gran experiencia; aún así, me apunté con el equipo a esa regata. Confié en ellos y fue una experiencia maravillosa. Estoy suficientemente loca como para confiar en mi gente, esa es la clave del éxito. 

Así parecen su vida, una historia de éxito. 

La mayoría del éxito es aprender de los fracasos.

Una curiosidad. Con lo inquieta que es usted, lo del confinamiento, ¿qué tal lo llevó? 

Me gustó ser dueña de mi propio tiempo. Teletrabajé, pero también me permitió estar con mi madre, cuidarla y hablar con ella como no había podido hacerlo en mi adolescencia. Y luego he seguido estudiando, porque en esta vida nunca hay que dejar de aprender. Estoy preparando el WSET3, que es un examen de vino internacional, lo que me permite además viajar a través de todo el mundo de manera sensorial gracias a los vinos. 

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