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Oblicuidad

Messi no tiene quien le pague, otra víctima

Lionel Messi. EFE

Messi también es una víctima del coronavirus. El fútbol renunció a la recia condición deportiva para incorporarse al mundo de la farándula, por lo que hoy comparte la situación agónica de cine o teatro. El astro argentino se ha quedado en el Barça porque no tiene quien le pague. Si es demasiado caro, pierde el aura de imprescindible. El mejor jugador de todos los tiempos no tiene comprador, el espectáculo queda cancelado.

Los leguleyos esgrimen el miedo a una represalia judicial que encareciera la compraventa de Messi en cientos de millones de euros, cuesta imaginar una excusa más banal. Un año atrás, los eruditos sostenían que media docena de clubes estaban dispuestos a desembolsar cualquier suma a cambio de alinear a Su Divinidad. De hecho, a nadie le hubiera sorprendido que un club rival secuestrara al argentino, con independencia de las repercusiones penales. No hay otro Messi en el fútbol, no hay otro Messi en ninguna disciplina deportiva, política o intelectual. Sin embargo, los depredadores sufragados en todos los casos por jeques árabes se han contenido. Abrenuncian.

Si Messi no lo vale todo, no vale nada. El infinito no se negocia. Los espectáculos insípidos de la NBA o el Open USA de tenis pueden servir de orientación para asumir la depreciación del diez. El domingo por la noche se escuchaba a Reguilón quejarse amargamente de una torcedura del tobillo, porque en el campo no había nadie más. Y a esa riña de patio de vecindad con ayes la quieren enmascarar como un encuentro internacional de selecciones. Ni Andrés Pajares tomándole el pelo a Franco en Ay, Carmela. 

Contemplar a Messi refunfuñando porque tiene que conformarse con el Barça ofrece una imagen catastrófica del Olimpo deportivo. Salvo que, ya lo hemos aclarado, no se trata de un concepto muscular sino teatral. Los partidos rodeados de cemento confirman que deberían cobrar los espectadores y no los jugadores, especialmente ahora que se sabe que los atletas solo arriesgan un esguince, mientras que el público puede toserse el coronavirus al cantar un gol. Messi no podía retroceder, su mito crecería si se hubiera tomado un año sabático. El riesgo-país surgirá en el momento en que se plantee que hay que subvencionar el sueldo multimillonario del argentino con fondos públicos. Sobrarían los candidatos espontáneos a pagar, incluso desde el paro o el ERTE.

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