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Artículos de broma

Sabor amargo en la fruta

Un jornalero nicaragüense murió en un centro de salud al que le llevó su jefe de cuadrillas ecuatoriano por un golpe de calor en El Esparragal (Murcia) un día en que la predicción meteorológica acertó al anunciar que se superarían los 40 grados.

En un primer momento se contó que el hombre había sido abandonado delante del centro de salud porque hay un cuerpo de noticias que nos ha creado esa imagen de la furgoneta de reparto urgente de moribundos que sigue su fuga. Que este caso no sea de tanta deshumanización, no cambia demasiado las cosas. En la cabeza se compone la imagen de trabajadores desesperados explotados hasta la muerte y desechados y en la realidad hay un accidente laboral con un fraude a la Seguridad Social -no estaba dado de alta- que puede ser un delito contra los Derechos de los Trabajadores.

Lo que se ve con casos como este y con los brotes de coronavirus en las zonas rurales donde hay jornaleros en condiciones de alojamiento e higiene inaceptables es que el campo español actual, tan europeo para el mercado y para la recepción de ayudas comunitarias, tiene unos santos inocentes del norte de África, del centro de América y del este de Europa que no interesan nada, a juzgar por lo fugaz de las noticias y la nula reacción política que producen.

Las frutas españolas, en su mayor parte agua más fructosa, glucosa, sacarosa, pectina, potasio, magnesio y vitaminas, tienen altas dosis de componentes de ilegalidad practicada en humanos necesitados que el organismo social y económico tolera bien, probablemente después de siglos de exposición a un sector primario, del que viene nuestra primera cultura, que ideológicamente sigue siendo primitivo, en la frontera entre la naturaleza o la salvajada.

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