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Artículos de broma

Ejemplar inmerecido

Ejemplar inmerecido

Lo que hoy perjudica a Juan Carlos de Borbón -las amantes, los dispendios, la codicia y la caza- eran atributos reales en las buenas horas de la vida en aquellos viejos siglos cuando la monarquía parecía la forma natural de gobierno. Entonces, cuando tornaba el viento, los riesgos eran mayores, desequilibraban las fidelidades familiares y afectaban a esa intolerancia al acero y al veneno que tienen las vísceras, según sabemos por Shakespeare o por Juego de tronos. Ahora, para salvar la monarquía hay que sacrificar al rey sobrante, nada emérito. Si una opción es echarlo, mejor que siga en palacio. Fuera de la Zarzuela, cuesta un dineral en seguridad y conceptos que ni llegamos imaginar y, después de la mudanza de los restos de Franco, España no está para más despilfarro en exjefes de Estado.

Para los partidarios de que El Inviolable reciba su castigo, la Zarzuela tiene de penal que era de donde escapaba para ir al bungalow de Qorokwe (Botsuana) a elefantes o al dúplex en Villars-sur-Ollon (Suiza) a por Corinna.

En palacio, el rey de las evasiones fiscales y extraconyugales, de las percepciones sauditas y las donaciones helvéticas, es un centro de interpretación viviente de su reinado ya sin el parapeto cortesano ejerciendo el apostolado de la ejemplaridad. Ver en la Zarzuela al soberano excedente será un didáctico recordatorio de que la monarquía es el único régimen que podemos permitirnos porque todos los poderes de este Estado -de los institucionales a los fácticos, de los económicos a los religiosos- repitieron, machaconamente, el lema de que teníamos un rey que no nos lo merecíamos. Ahora se ve que, en otro sentido, tenían razón. Tenemos otro rey del que esos poderes -que ahí siguen- vuelven a decir que es ejemplar.

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