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Velódromos y voltadoras

Auge y olvido de un deporte de leyenda

Velódromos y voltadoras en Mallorca fueron símbolo de un glorioso pasado del que todavía se conservan trazas. Son elementos que merecen ser recuperados y que recuerden la gran proyección que Mallorca en esta campo. Hubo un tiempo en que no todo fue turismo, pero sí ciclismo.

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Velódromos y voltadoras en Mallorca: Auge y olvido de un deporte de leyenda

La historia de Mallorca del último siglo no puede entenderse sin el significado que el deporte tiene en multitud de manifestaciones de la vida cotidiana. En especial el que fuera el deporte rey en la isla durante décadas: el ciclismo en pista, cuya importancia es hoy presa del olvido y totalmente desconocida para las generaciones actuales. Eclipsado por el paso del tiempo y los cambios inherentes a cada generación, el inexorable paso del tiempo ha ido borrando su impronta. Una de las principales señas de identidad de dicho deporte era el espacio donde se practicaba: los velódromos y voltadoras, antaño habituales en muchos lugares y que vivieron una febril actividad durante décadas como puntos de iniciación en la práctica ciclista, lugares de entreno y competición, escenarios para el deporte y el espectáculo, además de puntos de encuentro social. En definitiva, una verdadera ágora de congregación ciudadana.

Los velódromos o voltadoras (del verbo voltar, dar vueltas concéntricamente) eran pistas en forma ovalada que estuvieron presentes en la mayoría de los municipios de la isla como construcciones independientes o en torno a un campo de deportes, generalmente de fútbol. Aún sobreviven restos de estas añejas construcciones, pero en su mayoría han desaparecido completamente. Unas sucumbieron a la expansión urbanística y las construidas en espacios polideportivos desaparecieron a consecuencia de reformas o ampliaciones a favor del actual deporte rey, el fútbol. En cualquier caso su desaparición vino precedida por una lenta decadencia y progresivo desuso que las hizo prescindibles.

La afición al ciclismo en pista se gestó en Mallorca a finales del siglo XIX, coincidiendo con la expansión de la bicicleta por toda Europa. Varios fueron los factores que explican el fenómeno: la difusión de los beneficios de la práctica deportiva; el exotismo de la bicicleta, una "máquina" entonces pintoresca —diabólica, para algunos— y la facilidad que ofrecía para el transporte, además del progreso y modernidad que entonces representaba el fenómeno deportivo. Además, la modalidad en pista tuvo aquí un factor añadido a su favor: el endémico mal estado de caminos y carreteras locales, que dificultaban la práctica del ciclismo y favorecieron la creación de circuitos cerrados para su práctica en muchos lugares: los velódromos.

El 28 de agosto de 1892 se inauguró en Felanitx el primer velódromo de Mallorca, en el Puig de Sant Nicolau. Era una pista muy modesta, de tierra y sin peraltes. Un año después, el 28 de mayo de 1893, se inauguró otro en Manacor, más ambicioso y con un aforo para 4000 personas. Sendas pistas fueron de breve recorrido, pero fueron impulsadas por un incipiente asociacionismo deportivo que llegaba con fuerza. Eran los albores de un cambio social que ya había empezado: la llegada del deporte a una sociedad tradicional, canalizado a través de la bicicleta.

Poco después el fenómeno llegó a Palma, con una pista en la barriada de Son Espanyolet (1893) gestionada sucesivamente por los primeros clubes ciclistas de la ciudad: Sociedad de Velocipedistas (1893), Velódromo Palmesano (1894), Veloz Sport Balear (1896) y Círculo Ciclista (1897). Uno de ellos, el Veloz Sport, decidió construir una pista propia y de mejor calidad: el Velódromo de Tirador, inaugurado en 1903 y que dadas sus prestaciones y perfecta construcción para la época se erigió en pieza básica y fundamental del ciclismo mallorquín en las siguientes décadas.

Estos primeros velódromos fueron impulsados por sociedades ciclistas cuyos asociados eran de alto poder adquisitivo y podían permitirse tener una bicicleta, entonces aún al alcance de pocos, tan escasos como excéntricos, y que disponían de medios para construir las primeras pistas. Sin embargo estos velódromos fueron de breve duración, pues sus impulsores practicaban el ciclismo como práctica de recreo y tan fácilmente se aficionaban como lo abandonaban. Por ello la afición inicial fue tan minoritaria como irregular.

Esta situación cambió a partir de la década de 1910, cuando la bicicleta se popularizó como medio de locomoción popular y la cantidad de practicantes aumentó. Esto se reflejó pronto en la práctica deportiva y surgió la afición en masa: ciclistas de competición, nuevas pruebas, fundación de clubes, rivalidades locales y comarcales, peñas de seguidores... El ciclismo local creció con fuerza y al poco tiempo eclosionó a nivel estatal: prueba de ello son los campeonatos de España en pista, que a partir de 1913 tuvieron campeones mallorquines con frecuencia, especialmente en la modalidad de fondo tras motocicleta pero también en velocidad y más adelante en el resto de disciplinas emergentes: persecución, puntuación, kilómetro, americana, etc.

Es entonces cuando la isla se puebla de pistas. La mayoría, por su modestia, eran llamadas popularmente voltadoras y con frecuencia eran un simple óvalo de tierra, sin más. Pero fueron fundamentales para la expansión del ciclismo de base a nivel local, facilitando la iniciación de multitud de practicantes noveles, primero como aficionados y luego como competidores, transcendiendo en bastantes casos hasta convertirse en ídolos locales y deportistas de prestigio.

En décadas siguientes la fuerza y prestigio del ciclismo en pista mallorquín no decreció. La guerra Civil fue un paréntesis, y pese a las enormes dificultades mantuvo su energía. A pesar de la fuerza de focos deportivos como Madrid y Barcelona, Mallorca plantó cara. Es más, en los años 50 logró trascender nuestras fronteras gracias a un nombre: Guillem Timoner (Felanitx, 1926), que entre 1955 y 1965 logró seis campeonatos mundiales y colocó a Mallorca en el panorama deportivo internacional. Con él, otros tantos logran dar el salto y en los años 50 y 60 los velódromos y voltadoras mallorquinas vivieron una efervescencia inigualable (Santa Maria, Sineu, Artà, Vilafranca€); de las más modestas voltadoras surgieron las más aclamadas figuras del momento. El ciclismo local se convirtió en algo más que un deporte: era una manera de prosperar, de hacer fortuna y veure món. Entonces Mallorca obtuvo un renombre destacado en Europa y se abrió al mundo, antes de que el turismo hiciera algo similar... y gradualmente relegase al olvido la bicicleta.

A partir de los años 70 la pista inició su declive. La sociedad mallorquina cambiaba, el turismo y el ocio de masas trocó sus gustos por otras actividades menos sacrificadas y de resultados más inmediatos. La mayoría de voltadoras fueron abandonadas y desaparecieron presa de la escasez de practicantes, su progresivo abandono y la voracidad urbanística. Durante los años 90 también cerraron los velódromos (Campos, Algaida) y el ciclismo en pista pasó de ser seña de identidad a una reliquia residual, una antigualla en un tris de extinguirse. De la cima al infierno.

Solo en la década de 2000 logra rehacerse y mantener una práctica regular, lejos de la preeminencia de décadas atrás pero bien organizada, moderna y entusiasta. Desde entonces la pista mallorquina reeditó buenos resultados a nivel estatal e incluso reverdeció viejos laureles a escala mundial, con los siete mundiales de Joan Llaneras entre 1996 y 2007. Aunque los tiempos eran distintos, muy lejos de obtener el masivo impacto a nivel social de antaño.

Casi ninguna pista sobrevivió a esta debacle. De las cuarenta pistas surgidas a lo largo de un siglo tan solo una (Sineu) sigue en activo y otras (Tirador, Campos, Algaida), malviven cerradas y su futuro es incierto. Sin embargo, la vida sigue: en el presente siglo han surgido nuevas instalaciones (Ses Salines, Manacor) y en 2007 se inauguró el Palma Arena (actual Velódromo Illes Balears), uno de los velódromos más modernos de Europa. Hoy podemos decir que, aun carente del esplendor y el destacado protagonismo de antaño, el ciclismo en pista mallorquín tiene asegurada su continuidad. Pero ha de afrontar otro problema: frenar el creciente olvido de una tradición longeva y esplendorosa de más de cien años, desconocida para muchos.

Trascendencia

Para entender el peso y trascendencia que el ciclismo en pista mallorquín obtuvo desde principios del siglo XX es imprescindible enclavarlo en el marco deportivo español. Los principales focos —Madrid, Cataluña y Euskadi— siempre gozaron de preponderancia gracias a su demografía, asociacionismo deportivo, infraestructuras, mayor número de practicantes y aficionados, etc. Todo ello se tradujo en superioridad generalizada en todos los deportes€ con una excepción: el ciclismo en pista. Mallorca se coló como un sorprendente outsider y demostró músculo competitivo durante décadas, a pesar de contar a priori con unas condiciones mucho más modestas en cuanto a población, aficionados y practicantes.

A todo ello hay que sumar otra afortunada excepción. Desde el principio Mallorca contó con la mejor pista de España: el Velódromo de Tirador, que desde su apertura en 1903 fue regularmente sede de campeonatos nacionales y de infinidad de pruebas con corredores de talla internacional. Es difícil saber si la pista palmesana fue causa o consecuencia de la pujanza del ciclismo en pista mallorquín, pero en todo caso fue su principal valedor y estandarte, ganándose el apelativo popular de catedral del ciclismo español hasta su clausura en 1973. Conocido y popular fue el dicho entre aficionados y ciclistas de "a Tirador se viene a perder". Gracias a Tirador, el centro de gravedad de la competición en pista española se mantuvo en Mallorca durante décadas, lejos de los grandes centros deportivos, y reforzado por decenas de velódromos y voltadoras como inagotable cantera de ciclistas y aficionados.

Prueba de la extraordinaria fuerza que tuvo Mallorca fue el número de pistas existentes: al menos una cuarentena, a lo largo y ancho de su geografía. Además de todas aquellas voltadoras efímeras y de pequeñas dimensiones, más difíciles de documentar, que también contribuyeron en su medida a la otrora brillantez del ciclismo insular. Un simple óvalo de tierra en un sembrat, sin gradas, peraltes ni masas enfervorecidas, podía ser semilla de futuros campeones y alimentar sueños de grandeza en una Mallorca entonces preturística y todavía atávica en muchos órdenes.

Actualmente la pista es un deporte minoritario, avasallado por el ciclismo en carretera y el cicloturismo; no digamos por el fútbol, algo común al resto de deportes. Pero visto con perspectiva es innegable que velódromos y voltadoras en Mallorca protagonizaron un fenómeno social de trascendencia innegable: su papel ha adquirido carta de naturaleza como parte del patrimonio local y es un fenómeno digno de estudio. Es difícil encontrar un lugar en el mundo con tal concentración de pistas por km2, que haya logrado generar tal afición por la bicicleta y convertirla en una práctica deportiva triunfal durante años. Además, es de justicia destacar el papel fundamental de base de las modestas voltadoras, gracias a las cuales el ciclismo local de base nació, se desarrolló y explotó como primer deporte de masas que fue hasta convertirse en una manera de pensar y de vivir, esencial y consustancial a las costumbres locales e inseparable de la historia de Mallorca.

Es necesario remarcar que a pesar del tiempo transcurrido las principales huellas de este pasado glorioso siguen en pie y son recuperables como patrimonio de gran valor. Sin ir más lejos, los tres velódromos más antiguos de España se encuentran en Mallorca: Tirador (Palma, 1903), Sa Pista (Campos, 1935) y Ca n'Andria (Santa Maria, 1936), pese a hallarse en un preocupante estado de degradación. Además, la voltadora Francesc Alomar (Sineu, 1952), también se encuentra entre las más veteranas, en este caso modernizada y a pleno rendimiento.

Además este patrimonio no se reduce a pistas deportivas: también sigue en pie el local social del antiguo Club Velocipedista de Inca (1897), en cuyas estancias fue constituida la actual federación balear en el año 1899, y el Xalet (tribuna cubierta) del Velódromo de Tirador (1918), que junto a la pista esperan rehabilitación como una zona verde municipal y que sería deseable que acogieran algún uso futuro representativo del brillante pasado que protagonizaron.

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