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Reportaje

Y el cine se escuchó en Palma

Moderno y Oriental fueron las dos primeras salas de Palma en incorporar el sonoro a sus pantallas

El Oriental tenía la peculiaridad única de tener el aforo de butacas en la parte alta y el gallinero abajo.

Hubo un tiempo en el que las salas de cine salpicaban el casco urbano de Palma. Lo que empezó en los primeros años del pasado siglo, cuando todavía no había llegado el sonoro, se prolongó hasta que culminando el siglo XX la mayoría de las viejas salas aceleraron el proceso imparable de desaparición. Solo quedaron Augusta y Rívoli, reconvertidos en multicines, al tiempo que aparecían, más allá del perímetro urbano, otras modalidades de exhibición acompañadas de una variada oferta de la llamada complementaria. Otro modelo que poco o ningún parecido guardaba con el de los viejos y entrañables cines que constituyeron casi el único espacio de ocio durante las décadas de la ominosa dictadura franquista. Verónica y Tomeu Fiol han publicado dos libros sobre la historia del cine en Palma, concretamente sobre las salas en las que se exhibían las películas. Es una historia larga, de muchas décadas, pero vale la pena detenerse en un hecho concreto, revolucionario: la llegada del cine sonoro, que en Ciutat tiene unas fechas concretas y dos nombres, el de los cines Moderno y Oriental, que en 1930 incorporaron el invento acogido con frialdad en un primer momento, aunque al poco se cambiaron las tornas. Un adelanto que sacudió a la adormilada sociedad de la época.

Situémonos en el momento de los hechos: corre el año de 1930. En España la convulsión política y social es notable: ha caído la dictadura del general Miguel Primo de Rivera abriéndose un interregno que acabará, un año más tarde, con la proclamación de la Segunda República. Desde 1913, en plena Primera Guerra Mundial, ubicado en la plaza de Santa Eulalia, se inaugura el cine Moderno. Al iniciarse los años treinta lo gestiona Andrés Bordoy, que también tiene la concesión del cine Oriental, sito en la calle de Sindicatos, propiedad de Andrés Jaume. El 20 de enero de 1930 (se han cumplido 90 años) se estrena Trafalgar, película estadounidense dirigida por Frank Lloyd. La novedad, que tiene atónito a los espectadores, consiste en que los actores hablan. Se ha acabado la época del cine mudo. El sistema que ha incorporado el Moderno sincroniza las imágenes con el sonido de un tocadiscos denominado Vitaphone. El desengaño del público es notable debido a que los diálogos son en inglés. El disco que había llegado a Mallorca no era el de la versión en castellano. La película tan solo aguantó seis días en cartel. El 27 de marzo se estrenaría la que se considera primera película verdaderamente sonora, El cantor de Jazz, también norteamericana, del director Alan Crosland.

El cine Oriental fue inaugurado el uno de mayo de 1925. Las primeras películas estrenadas fueron La senda del odio y El escándalo del pueblo. Se anunciaban ofreciéndose el Oriental como la sala "más fresca de Palma", debido a que disponía de una ventilación natural proporcionada por 20 balcones, que posibilitaban que corriera el aire. Las proyecciones, todavía de cine mudo, eran animadas por una orquestina compuesta por una pianista y un violinista. Andrés Jaume era consciente de que el cine mudo estaba dando sus últimas boqueadas, por lo que se optó por acondicionar la sala para la inminente arribada del sonoro. Se adquirió el correspondiente equipo de proyección instalándose, además, plafones de tela en el cielorraso cubriéndose las paredes con tela para que la acústica fuese lo más perfecta posible. La inauguración, el 31 de marzo de 1934, contó con la proyección de la opereta Todo por el amor, interpretada por el cantante Jean Kiepura. Tan solo tres días después una nueva sala, el Salón Rialto de la calle San Felio, también procedía a inaugurar el cine sonoro, que progresivamente se fue imponiendo en todas las salas de Palma, desechándose definitivamente las películas mudas.

Peculiaridad

Una de las peculiaridades del Oriental, probablemente única, consistía en que las butacas, cuyas entradas eran más caras que las de general, conocido como gallinero, ocupaban la pare alta del cine quedando los bancos del gallinero en la parte baja. Todos los asientos eran de madera. Moderno y Oriental, al estar gestionados por la misma empresa, ya que Andrés Jaume había alquilado éste a Bordoy, compartían estrenos. Las copias de las películas se trasladaban de un cine a otro en bicicleta, anunciándose los estrenos para el mismo día, aunque no a la misma hora. Años más tarde, Oriental, Moderno y una nueva sala, Dorado, conformaron un triángulo: Moderno-Oriental-Dorado que funcionó muchos años.

Los hermanos Fiol Obrador se retrotraen al año en el que en Palma se llevó a cabo la primera sesión cinematográfica. Ocurrió el 23 de enero de 1897 en el Teatro Principal, donde, después de la representación de la obra de Benito Pérez Galdós, La de San Quintín, se proyectaron las imágenes en movimiento Una fiesta en l'Auverne, Baile francés, Los cisnes, Costa de Havre y El carro y el labrador. Parece que el público quedó encantado aplaudiendo a rabiar el nuevo invento. Los proyectores que en las postrimerías del siglo XIX funcionaban en Mallorca tenían un carácter itinerante. Se trataba de máquinas que se accionaban manualmente siendo desplazadas sobre un carromato. Además del proyector disponían de una pequeña pantalla colgada a escasa distancia de la máquina. Los empresarios teatrales de Ciutat, al observar el éxito que estaban teniendo las proyecciones, las incorporaron a los espectáculos que ofrecían cada vez con mayor frecuencia. La acogida fue tan favorable que en fecha tan temprana como es la de 1903 se empezaron a abrir en Palma las primeras salas dedicadas exclusivamente a las proyecciones cinematográficas. Había llegado el cine mudo, que reinó sin discusión hasta la irrupción del sonoro tres décadas después.

Las películas que se proyectaban en esa primera época llegaban directamente desde Barcelona; fue en 1908 cuando se empezaron a establecer en Palma los primeros representantes de las distribuidoras. Las salas de cine reproducían, a pequeña escala, la estructura social imperante, con dos espacios nítidamente diferenciados para situar al público, denominados general y paraíso. Hacia 1913 el precio de las entradas oscilaba entre los 75 céntimos de peseta la general y los 30 céntimos el paraíso, con lo que quedó firmemente asentada la división del público en función de su poder adquisitivo, situación que devino en inmutable.

Después de l Guerra Civil (1936-1939) las salas de cine vivieron una época de expansión y esplendor nunca vistas. En 1948, en la Sala Augusta, se incorporó el denominado sonido estereofónico y el cinemascope. Las décadas de los 40 y 50 del pasado siglo constituyeron la época de mayor expansión de las salas de cine abriéndose una tras otra en Palma. Todas las barriadas disponían de un cine. La situación de bonanza se prolongó hasta entrados los años 80, momento en el que se inició el imparable reflujo.

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