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Salud

Contra la tuberculosis

Contra la tuberculosis

La tuberculosis es una enfermedad antigua, acompaña al ser humano desde su aparición. Pero solo en el XIX adquirió esa importancia fatal. Se atribuyó durante mucho tiempo al hambre y hacinamiento durante las primeras décadas de la Revolución Industrial. Y es en parte, en mucha parte, verdad. Los bacilos de la tuberculosis tienen más oportunidades de infectar cuando se vive en habitaciones pequeñas, atestadas y mal ventiladas. Y si esa bacteria llega a una persona que por su deterioro físico apenas se puede defender, se produce la enfermedad. Porque una cosa es infectarse y otra enfermar. Lo primero es una cuestión de azar, un azar que depende de la cantidad de bacterias que hay en el aire que se respira. Es lo que llamamos contactos de un caso de tuberculosis. La enfermedad ocurre si ese bacilo, a veces basta uno, logra multiplicarse allí donde se aloja, en los pulmones, e invadir poco a poco este órgano. Algunas veces se frena y queda un recuerdo donde hay bacilos latentes.

Pues a lo largo del siglo XX y antes de que aparecieran los antibióticos efectivos contra esta enfermedad la mortalidad por tuberculosis descendió rápidamente, un descenso que se aceleró cuando se empezó a tratar. Lo curioso es que antes de ese momento la velocidad de caída en blancos y negros en EE UU era idéntica. Y todo el mundo sabe cómo vivían los negros en las primeras décadas del siglo XX. Pero cuando hubo tratamientos disponibles, se ve que los blancos se benefician mucho más. Por tanto, en la caída de la mortalidad por tuberculosis no solo influyeron las mejoras en las condiciones de vida, y el tratamiento, también la biología del bacilo que quizá se hiciera menos virulento y eso explica por qué en los negros también descendía.

En España en las primeras décadas del siglo XX la tuberculosis era la principal causa de muerte por enfermedades infecciosas. Todavía a mediados de la década de 1940 mataba más que cáncer y solo la mitad que circulatorias. Hoy mueren por tuberculosis respiratoria unas 120 personas.

Uno de los pilares en la prevención de la tuberculosis es la identificación de contactos y su tratamiento. Un contacto, como ya he dicho, es aquél que ha compartido, en mayor o menor grado, el aire de un caso de tuberculosis que expulsa bacilos, al toser principalmente. Son los convivientes: en el trabajo, en la familia€ Decidir quién es contacto es una de las primeras, y complejas, tareas. A todos ellos se les somete a una prueba para ver si están infectados. Antes se hacía inyectando una proteína, la tuberculina, en la piel. Si el individuo había tenido contacto con el bacilo, la piel reacciona con un habón. Dos días después de la inyección se mide cuidadosamente; si es mayor de la cifra convenida, se diagnostica como infectado. Hoy se hace con más frecuencia un análisis de sangre que identifica un marcador asociado a la infección. Tiene la ventaja de ser más objetivo, en la medición hay mucha variabilidad, y no obliga a dos visitas. Una vez se sabe que está infectado, la segunda decisión, la primera fue decidir quién es contacto y quién no, es tratar o no tratar. Hasta ahora se trataba durante 6 o 9 meses con el medicamento más potente contra la tuberculosis, isoniazida. Si se toma regularmente se evitan entre el 50 y 70% de las tuberculosis. Pero que una persona sana siga con fidelidad el tratamiento es difícil. Cuanto menos se cumpla, menor el beneficio. Además, la isoniazida puede producir daño hepático, asunto que hay que vigilar. Un infectado tiene, si es una persona sana, una probabilidad de menos del 1% de desarrollar la enfermedad. Decidir si debe ser tratado es complejo. Más si no se está seguro de que esa infección sea reciente: las antiguas tienen muy pocas probabilidades de progresar. Pero no hay duda de que la identificación y tratamiento de contactos es una de las bases de la lucha contra la tuberculosis.

La tuberculosis es una de las diez primeras causas de muerte en el mundo. El esfuerzo mayor se centra en detectar y tratar los casos, cuanto antes mejor. Hay muchos millones de personas infectadas, cualquiera puede convertirse en caso. Lo ideal sería tratar a todas. Un reciente estudio ha comprobado que una vacuna compuesta de antígenos del bacilo evita la mitad de las enfermedades en sujetos sanos que, de acuerdo al análisis de sangre, están infectados. El riesgo de enfermar en esta población era pequeño. En los dos años de seguimiento, el 6 por mil por año de los no vacunados tuvieron la enfermedad, el 3 por mil de los vacunados. Una protección semejante no al tratamiento de varios meses. Con la ventaja de que es fácil de usar masivamente y no se conocen efectos secundarios. El estudio es todavía preliminar, de confirmarse, se abre una esperanza en la lucha contra la tuberculosis.

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